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23/04/2006 | La revolución de los servicios

Gonzalo Chávez

Cuándo se llama a una empresa aérea norteamericana para buscar un pasaje desde Bolivia, de dónde le responden a uno el teléfono? ¿De La Paz, Puerto Rico o Miami? ¿Dónde está siendo hecha la contabilidad de una empresa española en la actualidad? ¿En Sevilla, Cartagena o Salta? ¿Los programas de computación que vende una empresa inglesa, dónde son elaborados? ¿En Londres, Calcuta o en Singapur?

 

En el pasado, las respuestas a estas preguntas eran muy sencillas: Los telefonistas, los contadores y los programadores están físicamente en la sede de la compañía. En la actualidad, dada la revolución de la informática y la información, las empresas aéreas tienen sus centros de llamadas muy lejos de sus oficinas centrales. Contadores o programadores pueden trabajar desde su casa en Salta o Calcuta para compañías españolas o inglesas.

En un mundo cada vez más globalizado se hace muy común el offshoring de servicios. Sé que no están de moda los anglicismos, pero expliquemos qué significa esto con otra expresión en inglés, más familiar para nosotros, el outsourcing o terciarización. Antes en las empresas, la limpieza estaba a cargo de un empleado de planilla, ahora este servicio está terciarizado y lo hace una empresa externa. Antes cada compañía tenía su equipo de contadores, ahora es una firma externa la que presta este servicio.

Las empresas buscan dedicarse al corazón de su negocio y hacen outsourcing de algunos servicios. El offshoring es algo muy parecido, pero en dimensión mundial. Algunos servicios antes internos de empresas de países desarrollados se están terciarizando, es decir, salen hacia India, China o Centro América. En el pasado, un servicio era un no transable. La teoría del comercio internacional distinguía entre bienes transables y bienes no transables. Los primeros eran aquellos que se los podía poner en un cajón y venderlo en cualquier parte del mundo. Los productos no transables eran aquellos que se los podía colocar en una caja. Por ejemplo, la mayoría de los servicios, construcción, consultorías, educación, etc.

Con la revolución de las tecnologías de información, estos conceptos requieren una ampliación. Ahora se hace la distinción entre los servicios que se pueden ofrecer electrónicamente y los que no. Alan Blinder, un profesor de la universidad de Princeton, sugiere usar una nueva división para esta categoría. Servicios personales, cuidado de salud o atención infantil, y servicios impersonales, por ejemplo servicios financieros, de información, educación a distancia, consultorías. En este último caso, la India que exporta masivamente servicios impersonales. La mayoría de los programas de computación del mundo se desarrollan en ese país y además existen centenas de call centers (centros de llamadas) que atienden Europa y EUA. Estos servicios pueden ser entregados electrónicamente a larga distancia sin que se pierda la calidad. Unas vacaciones en el Chapare requieren de servicios personales como una buena comida y paseos en barco por el río, pero las personas encargadas de las reservas de hotel pueden estar (y ya lo están) en cualquier parte del mundo, estos son servicios impersonales.

Alan Blinder sugiere que el offshoring constituye la próxima revolución industrial. La primera fue pasar de la sociedad agrícola a la manufacturera. La segunda fue transformación las sociedades industriales a conglomerados de servicios. La tercera revolución industrial sería la mundialización de los servicios.

Esto implica, por tema de costos sobre todo, que los empleos de servicios impersonales de los países desarrollados se trasladarán, cada vez más, a los países en vías de desarrollo. Como todo en el proceso de globalización, esto constituye una amenaza, pero también una enorme oportunidad.

En Bolivia estamos en búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo. Se habla mucho de la industrialización, apoyo al sector productivo y a las manufacturas. Esto está bien, pero es sólo una parte del desafío. Como país debemos ser capaces de entrar a la revolución de los servicios. Aquí, la distorsión de nuestro sistema educativo superior, que forma demasiados profesionales para la poca demanda del país, podría convertirse en una gran ventaja dinámica. Empresas nacionales de profesionales, que vayan desde call centers hasta firmas de contabilidad, ingeniería o arquitectura, que esté haciendo diseños y todo tipo de sistemas para el mundo desde Oruro, La Paz o Tarija.

En vez que estemos exportando ingenieros que se vuelven taxistas en España, deberíamos crear redes de profesionales que exporten servicios impersonales. Esto significa trabajar en tiempos paralelos, esto requería una política de industrialización de servicios para venta mundial. Esto es priorizar el empleo de profesionales o técnicos como la mejor política social

Gonzalo Chávez es economista

La Razón (Bo) (Bolivia)

 



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