Debo confesar que cuando analizo las relaciones internacionales me adscribo a la escuela realista. Ésta, de una manera muy resumida, sostiene que los países, a la hora de hacer negocios y diplomacia, no tienen amigos sino intereses. Así que, más allá de los discursos y abrazos, siempre hay una fuerte defensa de intereses nacionales.

Bolivia, en un acto soberano y precautelando sus intereses, decidió recuperar el control de su gas y petróleo. Esta acción política tuvo un gran impacto sobre la unidad y autoestima nacional, pero generó un remezón en el equilibrio regional. Es en este contexto que un asunto bilateral entre Bolivia y Brasil, muy rápidamente se convirtió en un problema multilateral. La minicumbre de Puerto Iguazú es un ejemplo de ello. De un lado, Argentina y Brasil, los principales mercados de gas natural en el Cono Sur, y del otro, Bolivia y Venezuela, los ofertantes de energía, el primero controlando ambos mercados y el segundo buscando encontrar espacio para su gas natural en Sudamérica. Desde una perspectiva de corto plazo, la multilateralización del tema de la nacionalización del gas fue un triunfo diplomático para Bolivia, pero la partida apenas comienza.

A partir de la audaz movida de Bolivia, se reinició una compleja partida de ajedrez regional, cuyo resultado es muy difícil prever. Aquí levantaremos algunas hipótesis de cómo se puede desarrollar este juego. Para comenzar, es siempre bueno recordar que toda política externa siempre está conectada a la dinámica de la política interna. Con esto en mente, veamos las opciones de los principales países.

En el 2006, Brasil se convirtió en un país autosuficiente en petróleo. El objetivo de los años nacionalistas de Getulio Vargas fue alcanzado: O petroleo é nosso. No es el caso del gas natural. Bolivia, con la decisión de nacionalización, estableció claramente que el gas es nuestro. La economía del vecino país depende fuertemente del gas boliviano, especialmente la industria paulista y el sur del Brasil. En el corto plazo, la dependencia es muy grande, pero es previsible que el Gobierno brasileño dará una dura pelea sobre los precios y establecerá un plan para reducir la dependencia del gas boliviano, ya sea con producción interna o importación de países como Venezuela o Trinidad y Tobago.

La reacción de la prensa brasileña ha sido muy dura condenando la reacción moderada del presidente Lula frente a la nacionalización. Brasil elige Presidente a fin de año y ciertamente el tema del gas será muy importante en la campaña. La oposición le cobrará a Lula su actitud condescendiente con Morales. Aunque el camino seguido por Brasil al parecer es que el Presidente y el Itamaratí hacen el papel del buen vecino, y los malos de la película serán los de Petrobras. Es la estrategia del good cop and bad cop. Veremos cuál prevalece. Además, todos estos problemas han puesto en entredicho su liderazgo en la región. Brasil lo tiene a Chávez hasta en su patrimonio cultural, en el carnaval de Río —dígase de paso—, la escuela financiada por Pedevesa ganó el primer puesto este año con el tema: Soy loco por ti, América.

A futuro, la relación con Brasil puede ser más complicada; en el caso de que gane la oposición, no existiría la sintonía ideológica de ahora. Cabe recordar que el candidato Alkimin fue gobernador de San Pablo, uno de los principales mercados del gas boliviano y la concentración de votos más grande de Brasil. Es poco probable que los brasileños nos dejen de comprar gas en el futuro, pero lo harán en una cantidad que garantice tan sólo nuestra sobrevivencia y las negociaciones sobre precios siempre serán muy duras.

¿Qué rol juega Venezuela en este rollo? Hugo Chávez busca ampliar la influencia de su proyecto político bolivariano en base a la diplomacia de mercados para su energía. Le sobra dinero para esto. Venezuela ya controla Centroamérica. Aquí, el interés detrás de las citas de Bolívar y la integración es claro, se busca penetrar los mercados del Cono Sur, en especial Argentina y Brasil. El megasoducto es el primer paso.

Argentina, entra en esta ecuación como mercado, necesita desesperadamente del gas boliviano. No obstante que tiene reservas de gas, no hizo las inversiones para desarrollar sus campos. Es el país que más gas consume en América Latina y tiene un contrato con Chile. Su producción no le alcanza para los dos mercados. Además, aún disputa el liderazgo regional. La rivalidad con Brasil no se limita al fútbol. No tengo más espacio para desarrollar en detalle las posturas de Perú y Chile, pero son jugadores también importantes de este ajedrez, el primero, como ofertante de gas, y el segundo, como mercado.

Desde una perspectiva del interés nacional, para Bolivia los mercados son de vida o muerte. Sin ellos no hay negocio del gas, industrializado o no. El mercado brasileño, el más grande del continente, está herido. Así que tenemos unos cinco años para buscar otros mercados en la región, por su escala ciertamente el argentino y chileno, pero no son suficientes. Fuera de la región hay grandes opciones, pero es una competencia mundial y se requieren muchos recursos y tecnología. Restablecer la confianza con la inversión extranjera puede tomar tiempo. La sociedad con Venezuela es compleja, puede ayudarnos mucho en exploración e inversión, pero son nuestra competencia en términos de mercados. Bolivia aún puede ser una potencia energética, pero tiene que dejar de volar bajo las alas de Venezuela.

Pasada la euforia legítima de la nacionalización, tenemos que comenzar a actuar guiados más por el cerebro que por el hígado y el corazón. La realpolitik debe prevalecer. Sin mercados para nuestro gas natural nos convertimos en paisaje y jaque mate.

*Gonzalo Chávez es economista.