Desnarcotizar y privilegiar los temas económicos con la participación del sector privado en la infraestructura fronteriza es el principal propósito en la agenda de Enrique Peña Nieto para la conversación que sostendrá este 27 de noviembre en Washington con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

“El principal objetivo es ampliar la agenda (bilateral): de una que ha privilegiado los temas de seguridad e inmigración, a los temas económicos, que van a generar empleos en ambos lados de la frontera”, dice en entrevista con Proceso Emilio Lozoya, encargado de asuntos internacionales en el equipo de transición del próximo presidente de México.

El encuentro con Obama en la Casa Blanca será utilizado por Peña Nieto para abordar el asunto de la transformación que sufrirá la relación bilateral –a partir de los objetivos que tiene el próximo gobierno mexicano– para eliminar de ella cualquier vestigio de la obsesión calderonista en el sentido de mantenerla secuestrada con los temas de seguridad.

“No quiere decir que la relación en materia de seguridad e inmigración vaya a ser menos intensa en términos de la política exterior del presidente (electo) Pena Nieto”, acota Lozoya, quien hace una pequeña pausa en la entrevista para después matizar:

“El hacer más en un canal o en un área no implica el hacer menos en las otras; eso es muy  importante y eso es algo que hemos dejado patente a nuestras contrapartes en Estados Unidos”.

Los integrantes del equipo de transición de Pena Nieto, quien el próximo 1 de diciembre tomará posesión como presidente, consideran que la nueva relación con Estados Unidos debe acoplarse a la correlación de fuerzas en el Congreso federal, donde los republicanos refrendaron el control de la Cámara de Representantes y los demócratas el del Senado.

El propósito de la próxima presidencia priista es avocarse más a los temas económicos que en insistir en una agenda saturada por los asuntos relativos al combate del narcotráfico y el crimen organizado, así como a ejercer presión hacia la Casa Blanca y el Capitolio con la intención de forzar la promulgación de reformas a las leyes de inmigración, por ejemplo.

“La elección en Estados Unidos parece indicarle al presidente Obama que los latinos, que el voto hispano confía en él; y me imagino que tendrá una agenda que deba favorecer a este grupo importante en Estados Unidos, cuyo voto representó a poco más del 10 por ciento de la votación total”, explica Lozoya.

La visita a Washington de Peña Nieto, quien llegará a la capital estadunidense el 26 de noviembre por la tarde y concluirá su gira al mediodía del martes 27 luego de la reunión con Obama, será la primera pincelada de las propuestas y cambios que la próxima presidencia priista pretende materializar en la relación bilateral.

Lozoya advierte que si bien Peña Nieto busca modificar las prioridades de la agenda bilateral, tampoco pretende desechar todo lo que se hizo en el sexenio calderonista. “Hay cosas buenas que logró Calderón con Estados Unidos a las cuales se les deberá dar cierta continuidad”, añade.

Sostiene que no habrá vuelta de hoja en el objetivo de desnarcotizar la agenda y en esto existe la determinación de “revisar y cambiar los proyectos de la llamada Iniciativa Mérida”. Comenta que el Departamento de Estado está en la mejor disposición de iniciar negociaciones en este sentido con el gobierno de Peña.

Dice que incluso se vislumbra la posibilidad de cambiar el nombre a la Iniciativa Mérida, el programa de cooperación bilateral para el combate al narcotráfico implementado durante los dos sexenios panistas.

En la relación de México con Estados Unidos, Peña Nieto tiene la intención de definir una “agenda que privilegie más en términos relativos la parte de integración productiva, de tener una frontera más fluida donde se invierta más en infraestructura y donde el sector privado tenga un papel más importante y permita que el costo del comercio sea menor”, explica Lozoya.

El propósito, dice, es tener “una visión coordinada en materia de infraestructura fronteriza”, en la que los capitales privados ayuden al desarrollo económico y a la creación de nuevos empleos.

“En la parte normativa de la relación con Estados Unidos –insiste Lozoya– sabemos que en muchos casos es un dolor de cabeza el asunto de los productos mexicanos que todavía tienen problemas para entrar al mercado estadunidense. Creo que se puede hacer todavía un esfuerzo muy claro en mejorar la normativa, que sin duda es fuente de generación de empleos aquí en México”.

Sobre el voto hispano

En las elecciones del pasado martes 6 en Estados Unidos el voto de las minorías étnicas de ese país, específicamente el de los hispanos, fue fundamental para la relección de Obama.

Con una facilidad que no se había pronosticado, Obama derrotó al candidato republicano Mitt Romney al conseguir 303 de los 538 votos del Colegio Electoral repartidos entre los 50 estados de la Unión Americana.

Romney se quedó con 206 votos, a 64 de los 270 votos del Colegio Electoral que se requieren para ganar la presidencia de Estados Unidos. De acuerdo con los análisis preliminares que se han hecho de los comicios, ello fue posible gracias al voto hispano, que optó por la continuidad de Obama en la presidencia.

El mandatario estadunidense se llevó casi el 72% de los sufragios hispanos, 8% más de lo que obtuvo en 2008, en contraste con el 26% que favoreció a Romney. Según los analistas este resultado compromete a Obama para que, ahora sí, pueda empujar en el Capitolio una propuesta de reforma migratoria amplia, incluyente y más humana que acabe con la criminalización de los inmigrantes indocumentados.

La derrota de Romney, pero sobre todo la implicación que tuvo en esto el voto hispano, coloca en una disyuntiva al Partido Republicano, y sobre todo a sus legisladores, en el Congreso federal.

El rechazo de los hispanos a la candidatura de Romney se hizo patente cuando éste como candidato, y en su afán por apelar al voto más conservador de la sociedad anglosajona de su país, prometió que de ganar la Casa Blanca optaría por empujar acciones que generaran la autodeportación de los inmigrantes indocumentados.

Durante su campaña el exgobernador republicano del estado de Massachusetts habló de adoptar, como modelo en las políticas de un gobierno federal, las leyes
–discriminatorias y racistas– del estado de Arizona, que técnicamente criminalizaron la inmigración indocumentada. Estos dos aspectos, entre otros, arruinaron las aspiraciones del Partido Republicano de ganar la mayoría de los sufragios hispanos el pasado 6 de noviembre.

El mismo status quo

Los comicios generales de Estados Unidos que culminaron con la relección de Obama mantuvieron el status quo político en la capital del país. El control de la Cámara de Representantes quedó en manos de los republicanos y el de la Cámara de Senadores en las de los demócratas. Obama gobernará, pues, con un Congreso dividido.

Los análisis políticos y electorales de lo que ocurrió el pasado martes 6 sostienen que la reconfiguración demográfica que llevó a Obama a derrotar con facilidad a Romney pone entre la espada y la pared a los republicanos del Congreso en la discusión de los asuntos migratorios.

John Boenher, el presidente de la Cámara baja, y Mitch McConnell, el líder de la minoría republicana en la Cámara alta, después de asimilar la derrota de Romney y la demarcación demográfica de los sufragios que mantendrán a Obama otros cuatro años en la Casa Blanca, dejaron atrás su tradicional posición de bloqueo a las propuestas ejecutivas y se decantaron por la apertura a la negociación.

“Estamos listos para negociar con el presidente Obama los proyectos de ley que necesita el país”, declaró Boehner 24 horas después de la derrota de Romney.

Los análisis de los comicios, y en especial del voto hispano, pronostican que por lo menos a partir de ahora y hasta noviembre de 2014, cuando se lleven a cabo elecciones legislativas federales, los republicanos están obligados a renegar de las políticas de la ultraderecha, que son discriminatorias y racistas.

Una de las conclusiones es que Obama aprovechará la claudicación republicana al obstruccionismo para empujar la reforma migratoria integral, con lo que pondría a prueba a los republicanos. Boehner y McConnell saben que de ahora en adelante deben ganar el voto hispano si quieren mantener el control en la Cámara de Representantes y arrebatarle a los demócratas el del Senado. Este objetivo de captación de apoyo hispano se hará más patente en la nueva oportunidad que tendrán de sacar a los demócratas de la Casa Blanca, en las elecciones de noviembre de 2016.

El equipo de transición de Peña Nieto y el mismo presidente electo están muy conscientes de esta nueva realidad demográfica electoral y la quieren aprovechar para insertarla en los temas de la agenda bilateral que se revisará en la Casa Blanca; pero quieren hacerlo con mucha prudencia.

“Somos muy respetuosos del proceso de la reforma migratoria en el Congreso de los Estados Unidos. Ni siquiera le compete al Ejecutivo; le compete al Legislativo y apoyaremos los esfuerzos que hagan de una forma activa porque estamos preocupados por los derechos de nuestros connacionales en los Estados Unidos”, asegura Lozoya.

Otra fuente del equipo de transición de Peña Nieto, quien habló con Proceso bajo la condición del anonimato, afirma que el próximo presidente de México no cometerá los errores en que incurrió Calderón cuando quiso empujar sus objetivos de la agenda bilateral que estaban ligados a la política nacional estadunidense.

“Recientemente el presidente electo sostuvo una plática con un representante (federal) del estado de Nebraska, quien de una manera muy respetuosa le dijo que a todos sus colegas del Capitolio les cayó muy mal cuando Calderón, en su discurso ante el pleno del Congreso federal estadunidense (20 de mayo de 2010), criticó las leyes migratorias y las de la venta de armas”, cuenta la fuente del equipo de transición.

El legislador por Nebraska le explicó al exgobernador del Estado de México que con críticas a las leyes nacionales de Estados Unidos nadie, y mucho menos un dignatario extranjero, logrará sus propósitos en su relación con Washington.

“Seremos respetuosos de la agenda interna de los Estados Unidos, y creemos que si hay una ventana de oportunidad la aprovecharemos para aportar lo que nos sea posible para favorecer a los mexicanos que viven allá”, añade por su parte Lozoya.

Para la reunión con Obama, Peña Nieto irá acompañado por un equipo de asesores que encabezan Luis Videgaray, Miguel Osorio, Ildefonso Guajardo, Emilio Lozoya, David López y posiblemente alguien más, que aún no ha sido seleccionado el presidente electo de México.

El equipo de Peña Nieto está también negociando una cena para la noche del lunes 26 de noviembre con los líderes demócratas y republicanos del Congreso federal estadunidense.

Al concluir la reunión con Obama en la Casa Blanca, Peña Nieto y su equipo saldrán inmediatamente para Ottawa, Canadá, donde el priista se reunirá con Steven Harper, primer ministro de ese país.

De regreso a México, Peña tiene planeado anunciar, el jueves 28 por la noche o el 29 por la mañana, los nombres de quienes integrarán su gabinete.