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28/08/2007 | Colombia - Drogas: ¿llegó la hora de cambiar de enfoque?

Andrés Mejía-Vergnaud

En mi columna anterior, decía que la actitud que predomina en nuestras sociedades frente al tema de las drogas es una perplejidad vergonzante, pues auque en realidad no sabemos qué hacer, y casi todas nuestras estrategias han fallado, actuamos como si tuviésemos mucha confianza ...

 

En mi columna anterior, decía que la actitud que predomina en nuestras sociedades frente al tema de las drogas es una perplejidad vergonzante, pues auque en realidad no sabemos qué hacer, y casi todas nuestras estrategias han fallado, actuamos como si tuviésemos mucha confianza en nuestra capacidad de acabar con el problema, y saludamos cada nueva idea como si fuese una solución caída del cielo, cuando, en realidad, muchas de esas ideas no son más que un producto desesperado de nuestra angustia ante un problema que no cesa de crecer. Por esta razón, hay en nuestras sociedades una especie de secreto a voces, y es que tal vez ha llegado la hora de cambiar el enfoque.

Esto no significa simplemente dar un salto apresurado hacia la legalización. A pesar de que, desde muchos puntos de vista, la prohibición del consumo puede ser objeto de críticas muy sólidas y penetrantes, no hay que caer en la ingenuidad de pensar que, tras la legalización, todos los problemas relacionados con la droga se resolverán como por arte de magia. Estos problemas son muchos y muy complejos, y la mera legalización no lograría resolverlos. Es el caso del problema del consumo, la adicción y sus efectos, que muy posiblemente se incrementaría tras la legalización. Esto para no mencionar el escándalo, muy justificado, que surgiría por la expectativa de que se "legalice" a personas u organizaciones que no son más que criminales sanguinarios.

Sin embargo, si bien es cierto que un cambio de estrategia traería consigo efectos colaterales como los mencionados, no es esto razón para aferrarse al modelo actual, y rehusarse de manera obstinada a considerar un cambio. Para empezar, porque el modelo actual tiene también sus propios efectos colaterales, algunos de los cuales son muy significativos. Baste mencionar todo el daño que una sociedad como la nuestra ha sufrido por causa de la criminalidad asociada con el narcotráfico, y su capacidad de corrupción. Y por el lado del consumo, se sabe muy bien que, al concentrarse la sociedad en la represión, disminuye la posibilidad de ayudar al adicto a superar su problema, y se reduce la disposición de este a hacer público su padecimiento, lo cual es un primer paso fundamental en la búsqueda de una salida.

A mí modo de ver, un nuevo enfoque tendría que basarse en un balance entre dos principios fundamentales, complementados con otros que guiarían su aplicación práctica.

El primero de los dos principios consiste en reconocer que la decisión de utilizar una droga pertenece a la soberanía individual de cada ser humano, y además, que no es cierto que quien usa una droga necesariamente se convertirá en un adicto, o en un peligro para la sociedad. Esto se balancea con un segundo principio, de acuerdo con el cual el nivel de intervención legislativa y policial en la cuestión de las drogas debe variar de acuerdo con las circunstancias particulares de cada comunidad; es decir, el primer principio admite restricciones de acuerdo con realidades específicas. La intervención podría ser diferente, por ejemplo, dependiendo del tipo de droga, o de si se hay predominio de efectos como la violencia, o el consumo entre adolescentes y menores.

El balance entre estos dos principios puede crear las bases para una política razonable, enfocada en las consecuencias prácticas, con capacidad de variar según las circunstancias, y con un elemento central de responsabilidad personal. En el camino que empieza en esta base surgirán dudas y dilemas, como por ejemplo, la célebre cuestión del impacto que el uso de drogas tendría sobre los sistemas públicos de salud y sus finanzas. Este problema no tiene una solución general, pues depende de las decisiones políticas que se tomen en cada sociedad en cuanto al servicio de salud. Personalmente, opino que si una sociedad ha decidido ofrecer un cubrimiento público de salud, no debe abrir la puerta a la idea de que este sistema no debe responder por las consecuencias de decisiones individuales. Es una puerta tras de la cual hay muchas sorpresas: creo que no hay persona alguna sobre la faz de la tierra que no realice conductas que perjudiquen su salud de algún modo.

Otros elementos de este enfoque podrían ser, por ejemplo, la necesidad de enfocarse en la prevención, y de ofrecer información veraz y objetiva sobre las drogas y sus efectos. Y con seguridad los expertos en intervenciones en este tema, no los predicadores sino los profesionales, podrán ofrecer muchas más ideas.

* Andres Mejia Vergnaud es director ejecutivo del Instituto Libertad y Progreso.

Fuente: Dinero.com

www.hacer.org

Hacer - Washington DC (Estados Unidos)

 


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