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El Universal (Mexico)

 

11/10/2007 | Congreso del Partido Comunista de China

Eugenio Anguiano

Jesús Domene Vázquez fue un mexicano excepcional. Nacido en Monterrey y educado de manera tradicional decidió seguir, cuando era muy joven, la vocación del sacerdocio e ingresó a la orden de los jesuitas, lo que lo llevó a vivir a Beijing —“Capital del Norte”— en los últimos años de la década de los 40 del siglo pasado, cuando el asiento oficial de los poderes del gobierno nacionalista de China era Nanjing (“Capital del Sur”).

 

Advierto que para nombres propios y de lugares chinos utilizó el sistema oficial de transliteración —pinyin— en vez de los anglosajones u otros occidentales. En Beijing le tocó a Domene vivir la guerra civil que desembocó con el triunfo de los comunistas y la proclamación de la República Popular China el 1 de octubre de 1949, y con sus compañeros jesuitas mexicanos y de otras nacionalidades ser evacuado a la isla de Taiwan a fines de 1949, donde nuestro personaje prosiguió su formación jesuítica, para posteriormente obtener un doctorado en Filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma; de nuevo en Taipei, entre otras cosas dirigió un instituto local para la enseñanza de la “lengua común” china (putonghua), mal llamada “mandarín”, a chinos nativos de Taiwan o de otras partes donde se hablan lenguas chinas distintas.

Algún tiempo después, Domene colgaría los hábitos, trabajaría en Hong Kong en diversos campos, entre otros la enseñanza a particulares de la “lengua común” china, y contraería matrimonio con una extraordinaria mujer, china de ultramar de origen Kejia (Hakka), con la que formó una familia ejemplar. Cuando en 1972 me tocó la honrosa tarea de formar el equipo de la primera representación diplomática de México ante la República Popular China, tuve la fortuna de que un cónsul adjunto de México en Hong Kong me hiciera notar la existencia de Domene, para quien logré un nombramiento presidencial de segundo secretario, y lo incorporé a nuestro equipo.

Así, pude tener como colaborador a un verdadero sinólogo, quizá el mejor de México, además con vivencias directas y recientes en China, más una formidable preparación intelectual. Cuando por segunda vez fui embajador en ese país, en la década de los 80, logré tener de nuevo a “Chuy” —como le decíamos de cariño— en mi equipo de trabajo, pero esa vez como segundo de a bordo, pues el ministro Domene se había regularizado como miembro de carrera del servicio exterior, y posteriormente llegaría a ser embajador de México en Indonesia y Tailandia, antes de jubilarse.

Esta digresión es para hacer un breve homenaje a quien tanto me ayudara a comprender el entorno cultural en el que se dio el triunfo de Mao Zedong y de sus camaradas creadores de un Estado comunista en China, cuya futura evolución es hoy objeto de estudio, análisis y discusión en todo el mundo. Jesús Domene falleció el lunes primero de mes en Vancouver, Canadá, donde vivía su jubilación al lado de su esposa y dos hijos, y partió —según supe— con la gran tranquilidad de conciencia de la que hizo gala toda su vida.

Cuando en el periodo 1972-1975 tuvimos con Domene y otros colegas de la Embajada de México contactos con dirigentes comunistas de distintos niveles (pude una vez estar con el propio Mao y varias veces con Zhou Enlai), el Partido Comunista de China (PCC) apenas comenzaba a recuperarse del terremoto que había sido la revolución cultural y a reestructurar sus maltrechos órganos internos. Más de 30 años después, el PCC camina hacia su 17° congreso nacional, que arrancará el próximo lunes 15, ya completamente restañadas sus heridas y con pleno dominio del monopolio interno del poder, el cual nunca ha perdido en 58 años de vida que recién cumplió la República Popular China.

El PCC fue fundado en julio de 1921 y sus primeros siete congresos los hizo desde la oposición o la clandestinidad, incluso uno debió realizarlo en Moscú. Los nueve congresos restantes corresponden al PCC en el poder, pero entre el 8° de 1956 y el 9° transcurrieron 13 años, debido a la convulsa situación generada por Mao y su idea de hacer la revolución dentro de la revolución. En rigor, fue apenas en 1982, con el 12° congreso, que el PCC recuperó su plena institucionalidad, bajo la tutela de Deng Xiaoping, el gran restaurador del sistema político chino.

Hasta septiembre pasado, en la prensa China se detectaba que en el venidero congreso se afianzaría la línea del actual secretario del PCC y presidente del país, Hu Jintao, de proseguir con la reforma interna, pero el reto del gobierno de Taipei, en cuanto a búsqueda de un referéndum para propugnar por el ingreso de Taiwan —no de la República de China— a la ONU, más el repunte de la inflación en China y presiones de facciones conservadoras dentro del PCC, por moderar el discurso liberal o “pro capitalista”, hacen pensar que el énfasis de Hu estará más en la unidad que en las reformas. Veremos si así ocurre y cuál será el liderazgo colectivo para los próximos cinco años.

Profesor investigador de El Colegio de México


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