El siniestro paquete legislativo ordenado por el presidente Chávez, sus actos arbitrarios y violentos y su lenguaje de división y escarnio, confirman que en Venezuela ya no hay democracia, sino una forma de dictadura. ¿Acaso totalitaria? Las siguientes seis ideas básicas podrían ayudarnos a determinarlo, premisa útil para imaginar la calidad de la respuesta democrática.

1. El totalitarismo reconcilia al esclavo con su amo. Hay que adorar al caudillo, lamer su bota. No toda dictadura es totalitaria, pero ésta es la peor y más extrema de las dictaduras. Para ella la cultura, la educación y el arte son otros medios de sujeción. La Ley Habilitante, la supresión de los medios independientes, la muerte de la libertad de cátedra y de las autonomías --universitaria y de las regiones-- revelan el sueño totalitario hacia el que se desliza la deidad reinante en Venezuela: no le basta abolir derechos, debe saquear la memoria.

2. Las dictaduras tradicionales son neutras. Proscriben partidos, encarcelan y torturan, pero no se proponen el dominio espiritual. Creen que los narradores, poetas, cineastas y artistas plásticos son inofensivos. En cambio al totalitarismo no le basta aniquilar la libertad política, necesita asaltar el fuero interior del ciudadano y transformar a sus leales en apóstoles de la nueva fe, indignados porque alguien difiera del caudillo; acorralan a los disidentes hasta la intimidad de sus pensamientos. Así eran las guerras religiosas alrededor de Jerusalén o durante la reconquista española. No se conformaban con derrotar al enemigo: querían convertirlo. Un lamentable diputado, quintaesencia del servilismo, llama traidores a la patria a quienes no voten la Ley Habilitante, en grotesca reproducción de aquellas guerras divinales.

3. Encubrir ese sistema inhumano con el velo de una ideología es embutir el puño de acero en guante de seda. Afortunadamente, son cada vez menos los inclinados a soportar los sacrificios descomunales de hoy con el señuelo de la libertad de mañana. El velo debe ser descorrido para que todo se vea en su maligna verdad. Llamarlos ``socialistas'' es dorar la brutalidad con la gala de la justicia. El sedicente socialismo-hombre-nuevo es una utopía jamás encarnada en la historia. Su genuina naturaleza es represiva, mesiánica, brutal.

4. El totalitarismo no nace completo y armado. Es un proceso que se expandiría a todos los espacios si no es detenido. Esos espacios deben ser defendidos. Abstenerse, cansarse o retirarse cual duques ofendidos, equivale a entregarlos porque la política repugna el vacío. Chávez ha doblado la apuesta. Hay que enfrentarlo en cada sitio, Constitución en mano. La pelea es por pulgadas de terreno. Si destruye plazas democráticas hay que perseverar para ganar más de lo que se pierda. Chávez es el pasado, va contra la corriente, su modelo hace aguas; la democracia es el futuro si lucha con inteligencia, tenacidad y ánimo de victoria.

5. La confrontación entre democracia y totalitarismo es también una pugna entre memoria y olvido. La democracia preserva la memoria histórica, el totalitarismo la reescribe conforme a sus apetitos. Como los iluminados del siglo XVI, se sienten refundadores. La patria nació con ellos. Si el ruinoso modelo bolivariano no ha alcanzado todavía plenitud totalitaria es porque la democracia lo ha paralizado en varios rincones. Esto no cambiará, pues la democracia no se va a rendir.

6. Hanna Arendt definió el totalitarismo por sus efectos: los campos de exterminio estalinistas y nazis. Raymond Arón destacó rasgos importantes: partido único, ideología única, uso instrumental del terror. En mi modesta opinión, conforme a lo señalado en los puntos precedentes, es Jacek Kurón quien da la definición más apolínea: el totalitarismo es la completa absorción de la sociedad civil por el Estado.

Quedaría lisa como bola de billar. Hacia allá van, por el terror, las armas y el soborno, en la hipótesis negada de que la democracia se resigne