No había explicación alguna para que el vicepresidente Maduro repitiera que se había reunido cinco horas con el presidente, y que éste permanecía en el mando. Desde todos los rincones se le acusaba de mendaz, de falacia compulsiva, pero en realidad había una razón subyacente en esas conductas erráticas. Simplemente, el vicepresidente no sabía cómo sustituir a su jefe. Esa indecisión todavía está flotando en el ambiente y explica la enorme contradicción entre sus dos ruedas de prensa del martes fatal.

En la primera estuvo increíblemente agresivo y extravagante. Acusó al imperio norteamericano de haber inoculado el cáncer en el cuerpo del presidente y a la oposición de acompañarlo en el marco de una nueva conspiración.

¡Tan fácil que hubiera sido quitarse de encima al Fidel de la crisis de los misiles, el Ahmadinejad de los experimentos nucleares, el Kon Jong-Un fabricante atómico, el Bashar Al-Assad del holocausto sirio!

Pero no hubo tiempo de responderle porque pocas horas después, cuando anunció el fallecimiento, su tono había cambiado: postuló la unión del país, llamó vagamente a la concordia y no volvió con la lata del magnicidio ni menos con la fantasía del mal inyectado.

La muerte de Chávez pone a prueba el movimiento político que fundó. Me atrevo a decir que no ha habido en Occidente un partido construido desde el poder de índole tan personalista como el PSUV. No lo hubo en el siglo XX y en lo que va del XXI. Perón está profundamente enraizado en Argentina, pero no nos engañemos: la fuerza del justicialismo tiene bases institucionales; su poderoso sindicalismo, el primero de ellos.

El culto a la personalidad de Fidel quebró el mandato del XX Congreso de los comunistas soviéticos, quienes, bajo la dirección de Jruschov juraron que nunca más se arrodillarían ante un jefe convertido en deidad. Pero el caudillo cubano ya no manda y sin embargo su partido siguió en el poder con su hermano y podría continuar sin él. El culto al maoísmo murió con el Gran Timonel. Ni Den Xiaoping lo remedó, ni pretendió hacerlo.

Pero Chávez es único. Como repetían hasta el cansancio: no hay chavismo sin Chávez. Con Chávez todo, sin Chávez nada. Pues bien, la hora ha llegado: Chávez ya no está. ¿Sobrevivirá el chavismo?

Los retos asaltaron a los sucesores. El primero, la escogencia de los candidatos a 335 alcaldías. El caudillo lo hubiera resuelto a dedo. Como no pueden imitarlo, pensaron en unas primarias y ante la ácida lucha que asomó el rostro, parece que aplazarán estos comicios hasta el fin del año.

¿Qué pasará en Venezuela?

La falta absoluta que reabre el proceso electoral está aquí de la manera más inapelable, de modo que el asunto queda en la Constitución. El presidente de la Asamblea Nacional ocupa el mando y convoca unas elecciones en el lapso de 30 días calendario. Maduro sale del poder si quiere ser candidato. Diosdado, su rival de fondo y circunstancial aliado, será el jefe hasta que se celebre la nueva confrontación electoral.

Las continuas vacilaciones oficialistas le dieron aire a una oposición que venía desbalanceada después de dos cercanas derrotas electorales.

El gobierno sabe que debe mantener y redoblar el mito que se ha forjado alrededor del presidente. Las próximas semanas su presencia será invasiva. Maduro deberá diluirse en esa atmósfera como un simple ejecutor. Si lo logra ganará posiciones.

Pero la MUD no se ha dormido. Ha aprovechado el desconcierto en la otra acera para restablecer su unidad, ratificar a Capriles, aprobar tarjeta única y retomar la calle, con los estudiantes más imaginativos del hemisferio en plan de rompehielos.
La lucha será entre el mito y la realidad.

¡Qué país más inesperado y original! Nunca se cierran los procesos. Nunca se dice la última palabra. Siempre se abren espacios.