El temor a Humala (nuevo Chávez, dicen en Perú) provoca un reagrupamiento adversario. Keiko suscita sentimientos extremos: un amor a todo tren en tenaces seguidores del dictador preso; y el temor cerval, renuente, biológico a su “retorno” por vía consanguínea.

Dos encuestas hablan de empate técnico: los rivales basculan entre un punto arriba y uno abajo. Los seguidores de Castañeda, Kuzynski y Toledo parecen fluir hacia Keiko más que hacia Ollanta: mientras aquella aumenta por ahora sin pausa, éste luce estancado. Los peruanos no son dados a los frentes partidistas. Keiko prefiere las alianzas programáticas, y para confirmarlo muestra el rostro del respetado Hernando de Soto, artífice de uno de los mejores programas sociales que se conozcan en nuestro Continente.

Hay injusticias: a Humala no le sería fácil clonar a Chávez así lo deseara, y Keiko no puede ser corrupta “por ósmosis”. Los delitos son in tuito personae, no se transmiten por herencia y lo único claro es que hasta donde yo sepa, nadie le ha endilgado tan siquiera uno.

En Ecuador no ha concluido el conteo, pero el referendo, puesto para repetir el modelo bolivariano, revela que la disidencia es llamativamente sólida, y que el presidente Correa tal vez tenga menos de lo que pregona. Si el NO venciera o aproximara en las dos preguntas cruciales, justicia y medios, la encuesta habrá castigado fieramente a su autor.

En Venezuela las elecciones van, mas el día escogido será el que se avenga al presidente. Las encuestas le están siendo notoriamente desfavorables. ¡Pero falta más de un año! y como las elecciones “son un misterio” podría ocurrir que Chávez volteara dramáticamente los porcentajes o que se hundiera más. Entre una victoria milagrosa y una derrota aplastante se juega la revolución, según el propio caudillo. Haciendo gala de su peculiar modestia ha proclamado que si es derrotado se acabará todo. ¡Doce años de ruidosas “conquistas irreversibles” y resulta que sin un demiurgo, uno solo, la revolución no va más!

Contra el legítimo escepticismo de muchos, la disidencia venezolana ha dado en lo fundamental los pasos que se esperaban de ella. Los escépticos pedían unidad, tarjeta única, primarias. ¿En qué país pudieran ser satisfechas demandas como esas? En ninguno… salvo en Venezuela. La MUD ha logrado la unidad, las primarias y probablemente la tarjeta única. Con esa amplia política elude uno de esos errores que regalan juegos. Es verdad que es prematuro tomar las encuestas de este momento como definitivas, pero sirven para medir debilidades. Las de Chávez no parecen pasajeras. Su modelo hace agua y despierta hondos resentimientos, incluso en su propio seno. Venezuela encabeza listas diabólicas en áreas tan sensibles como costo de vida, violencia, inseguridad, corrupción, deterioro de los cascos urbanos y colapso de las empresas públicas. Además el creciente desempleo, la escandalosa carencia de viviendas por la incuria de un régimen que pretende paliarla arruinando a unos sin resolver a los otros; la tragedia del suministro eléctrico, con sus macabros apagones, que no serán ni tan siquiera paliados hasta bien entrado el año de las elecciones. ¡Y hay que ver cómo se indigna la gente con los agobiantes cortes de luz!

Es una revolución que en lugar de desarrollar fuerzas productivas las destruye con una mandarria. Desde 1920 el progresismo americano acusó a los industrializados (¡culpables, siempre los demás!) de estrangular la industria y la agricultura endógenas e imponer la dependencia de un producto primario a cambio de masivas importaciones de alto valor agregado. Curiosamente es éste un retrato hablado del grave retroceso del régimen venezolano. Pero, nada, haciendo de tripas corazón algunos progres lo siguen apoyando. “Algunos”, porque nada menos que el partido comunista también está denunciando estólidos espejismos. Si, como parece, las causas del hundimiento se mantienen, veremos al señor Chávez derrotado por el voto y atravesando un ardiente desierto.

Ciertamente hay algo misterioso en las elecciones, y no obstante la tendencia es clara: al igual que en Medio Oriente la democracia se puso a la ofensiva. La zarandaja del socialismo del siglo XXI, la fanfarria militarista y sus febles milicias, la inmoralidad, el odio, el abuso de poder, la sobreexposición de las deidades iluminadas; toda esa chapucería terminará en el museo de antigüedades, junto a la rueca y el cuchillo de obsidiana.