Hoy la energía es el futuro de Europa como lo eran el carbón y el acero hace cincuenta años. Pero los miopes dirigentes europeos actuales, carentes de las mínimas condiciones exigibles a los sucesores de aquellos pioneros que fueron Shuman, Monnet, Spaak, Pineau, Bech, Adenauer, no son capaces de llegar a un acuerdo sobre una política energética común.

Para no hablar de política energética, los jefes de Estado y de Gobierno de los Veinticinco anunciaron ayer, tras la Cumbre Europea de primavera, que van a relanzar la agenda de Lisboa sobre reformas económicas, una agenda que los Estados miembros han incumplido de manera bochornosa en el último lustro. Y, para disimular, dicen -mientras los estudiantes franceses se manifiestan contra el polémico contrato del primer empleo- que van a dar trabajo a dos millones de jóvenes al año de aquí a 2010. ¿Los van a hacer funcionarios?

Los líderes europeos aprovecharon ayer sus intervenciones para reiterar las posturas que habían defendido en las últimas semanas. Reino Unido, Holanda, Dinamarca, Alemania e Italia, entre otros, apostaron por la apertura de los mercados, frente a la oposición nacionalista del grupo encabezado por Francia y España. ¿No se dan cuenta de que la Unión Europea importa hoy el 50 por ciento de la energía que consume, que dentro de veinte años importará el 70, y que la UE no puede seguir dependiendo del cártel de la OPEP, de Rusia, Estados Unidos y los países islamistas que nos aterrorizan, haciendo demagogia patriotera? Hoy, con un micrófono delante, los políticos europeos sólo son capaces de mentir sin pudor, disimular sin escrúpulos, engañar sin vergüenza: han convertido la política en pura palabrería.