¿Qué hubiera pasado si los peregrinos que cruzaron el Atlántico en el invierno de 1620 para trabajar en las tierras de Virginia hubieran sido devueltos a la mar, porque en las playas de lo que es hoy es el Estado norteamericano de Massachussetts no había cuotas abiertas de inmigración? ¿Y qué hubiera ocurrido si Colón no hubiese conseguido descubrir América, porque no tenía visado y ni siquiera pasaporte? ¿Hubiera desembarcado en Brasil Alvares Cabral si las autoridades de inmigración hubiesen sospechado que podía contagiar el sarampión? Cortés y Pizarro, ¿hubieran podido conquistar México y Perú si los nativos les hubiesen obligado a tener permiso de trabajo? Alvarado y Valdivia ¿hubieran llegado a Guatemala y Chile si les hubieran solicitado certificados policiales de buena conducta? Los latinos en Estados Unidos son hoy la versión moderna de los peregrinos del Mayflower. Y trabajar allí es su única esperanza de escapar de la miseria.

De los 281 millones de personas que residen en Estados Unidos, cerca de 41 millones son hispanos. Y, de ellos, unos 12 millones son indocumentados. Los hispanos constituyen ahora la mayor minoría en Estados Unidos, casi el 13 por ciento, y se alcanzarán los 52 millones en 2020, y 96 millones en 2050, año en que serán ya casi uno de cada cuatro de la población total de Estados Unidos. La Cámara de Representantes estadounidense ha recomendado criminalizar a los inmigrantes indocumentados y sus empleadores. El Senado estudia propuestas para la legalización condicional y temporal. ¿No sería justo recordar que los inmigrantes del Mayflower firmaron con los nativos un pacto, considerado como la primera Constitución escrita de América? Por el futuro de esos inmigrantes hispanos se movilizaron ayer los que han hecho la primera huelga étnica de la Historia.