UN juez italiano decidió ayer sentar en el banquillo en noviembre al ex primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi. Lo ha hecho por el caso Mediaset, la venta de derechos televisivos, en el que está acusado de delitos de falsedad en balance, fraude fiscal, corrupción en actos judiciales y apropiación indebida.
Berlusconi tiene en estos momentos 14 procesos abiertos en Italia, tres en España y uno en Suiza. En 1998 el fiscal del caso Manos Limpias, le condenó a tres años de cárcel por soborno a inspectores de Finanzas. Fue condenado por doble contabilidad a 33 meses de cárcel por el caso Fininvest.
Absuelto en segundo grado, la sentencia está recurrida ante el Supremo. Ha sido condenado a siete años de prisión en varias sentencias por evasión de capitales, pero en segunda instancia fue absuelto o se acogió a la prescripción de los delitos. Se ha reanudado un proceso contra él por corrupción de magistrados para adjudicarse el grupo alimentario estatal privatizado SME tras anular el Tribunal Constitucional una ley de amnistía. Se sigue otra causa contra él por corrupción de jueces en la batalla por el control de la editorial Mondadori.
Fue condenado en el caso All Iberian sobre financiación de partidos y en el caso Medusa, la compra de una distribuidora cinematográfica, aunque los delitos se declararon prescritos.
El hombre que utilizó mejor que nadie la inmunidad parlamentaria que le podía proporcionar la política para demorar, eludir o conseguir la prescripción o la amnistía de sus presuntos delitos económicos; que aún la utiliza por su condición de diputado jefe de la oposición; que ha promovido leyes en su exclusivo beneficio, se enfrenta ahora a un largo calvario judicial.
Según la revista Forbes es uno de los catorce hombres más ricos del mundo, con una fortuna de unos 14.000 millones de dólares, que pudo triplicar durante su mandato. Veremos hasta dónde puede seguir frenando las voluntades que no pudo burlar con la política o comprar con dinero.
