Sólo así se explica el proceso de concentración del sector, las opas hostiles, las compras apalancadas, las tomas de participaciones relevantes, la prohibición de utilizar determinados productos como materia prima, la penalización con multas, el mercadeo de derechos de emisiones de gases, los apoyos y rechazos gubernamentales y los caballeros blancos.  

Para saber dónde está el interés de Gas Natural, E.ON, Acciona o ACS en hacerse con una parte más importante del pastel energético español y del Gobierno para mantener el mercado bajo su control hay que olvidarse de lo que dicen los manuales sobre sinergias, rebaja de costes operativos, reducción de plantillas y carácter estratégico del sector.  

Porque, si no, no se explica que sólo los accionistas de una empresa opada ganen dinero mientras la opadora se endeuda hasta las cejas y el Gobierno se deja los pelos en la gatera. Porque el sector tiene problemas para dar y tomar. Nuestros costes de generación eléctrica son casi un 50 por ciento superiores a la media de la UE-15 y casi el doble que en la UE-25.  

Nuestro grado de dependencia energética del exterior es del 79 por ciento frente al 38 de la UE-25. Nuestro consumo de energía por unidad de PIB es un 21 por ciento superior a la media de la UE-15 Nuestras emisiones de gases nos obligan a comprar derechos, cuyo precio ha pasado de 8 a 30 euros por tonelada.  

Nuestro sistema de refino, en fin, es el más obsoleto de la UE-15 y obliga a importar un 30 por ciento de los gasóleos, lo que lo encarece un 15 por ciento. Lo que España necesita urgentemente no es tanto concentración de poder como un auténtico Plan Energético que supere estos problemas.