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19/04/2006 | Drama laboral

Alejandro Gertz Manero

La "globalización" ha creado un factor explosivo que está reventando en cualquier reunión internacional de los países industrializados, donde los jóvenes globalifóbicos organizan verdaderas batallas campales, que en un principio la opinión pública no acababa de entender con claridad, y que poco a poco se han ido comprendiendo al ver que millones de jóvenes de esos países ya no tienen cabida en las fuentes de trabajo que se fueron a China, la India y el sureste asiático, a cambio de sueldos para la supervivencia.

 

Al mismo tiempo, los grupos de trabajadores sindicalizados del primer mundo, que lograron durante los últimos 50 años ganar territorios de prestaciones sociales y jubilaciones verdaderamente sustanciales, están siendo cesados a marchas forzadas, ya que esos costos laborales están "quebrando" prácticamente a las grandes empresas, como ocurrió con la General Motors, que pasó de ser la industria más importante del mundo, para convertirse en un fantasma, asediado por la quiebra, la pérdida de clientela y el desprestigio incontenible.

En América Latina el crecimiento desmesurado del ambulantaje y de la economía informal está lanzando a millones de jóvenes a las calles o a la migración masiva para ganarse la vida en la ilegalidad o para quedar esclavizados por mafias de contrabandistas y de empresarios piratas, que ya superan con mucho a las economías formales.

Millones de habitantes del continente africano, por una parte, y de Turquía por la otra, invadieron a los países más avanzados de Europa para ocupar los puestos de trabajo que la aristocracia obrera de esas naciones rechazaba; ahora ese fenómeno se ha vuelto el dolor de cabeza y el factor de inestabilidad social más grave de esa región, donde los migrantes salen a quemar vehículos y a destruir propiedades, mientras la juventud toma las calles cuando su gobierno les dice que ya no tendrán la protección social de sus padres.

Los gobiernos de todo el mundo, que prometieron seguridad social, servicios médicos y jubilaciones generosas a sus trabajadores, ahora salen con la "novedad" de que el "sistema quebró" y que tendrán que trabajar por más años o recibir pagos miserables, si es que algo les llega a tocar; sin que nadie les explique a dónde fueron a dar las fortunas incalculables de los fondos de pensiones que se quedaron en las especulaciones bursátiles, la corrupción o la incapacidad de quienes habían prometido lo que no cumplieron.

El último elemento de este angustioso mosaico lo está aportando el sistema educativo del primer mundo, que no ha podido preparar a la inmensa mayoría de los educandos para competir y producir en un marco de referencia en el que los países del Lejano Oriente han construido una verdadera fortaleza de capacitación y de eficiencia en la educación, que le ha permitido contar con una fuerza de trabajo que ha sustentado el periodo más largo de crecimiento económico ininterrumpido del que se tenga noticia.

Frente a este diagnóstico, ¿qué podemos esperar los mexicanos?, porque la demagogia ya tiene muy poco que ofrecer.

editorial2003@terra.com.mx  

Doctor en Derecho

El Universal (Mexico)

 



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