La historia es cíclica y repite las conductas no superadas, y quien no entienda ese fenómeno ancestral puede cometer errores en lo personal y en lo político, que acarrearán consecuencias gravísimas; lo cual se está dando con toda claridad en nuestro país, como lo demuestran los siguientes hechos:
1. En 1924, cuando Plutarco Elías Calles llegó a la Presidencia, México se encontraba dividido por facciones intransigentes y brutales de poderes fácticos, representados por caciques regionales que habían ganado sus territorios a sangre, fuego y despojo, constituyendo una élite de generales que se atornillaron, por la fuerza, el águila de su grado militar en el quepí; mientras los líderes sindicales, encarnados en el inefable Luis N. Morones junto con caciques agrarios, se habían apoderado del movimiento obrero y de las haciendas porfiristas para convertir todo ello en botín personal; en tanto los intereses petroleros mantenían vigente la fuerza que expresaron en los Tratados de Bucareli, que dócilmente había firmado Obregón para mantener a esa industria en el dominio del combustible, sus riquezas y la tierra donde se extraían.
También se había creado una burocracia política e intelectual que se incrustó en el poder a la sombra de los caudillos, pretendiendo manipularlos y sustituirlos en nombre de una democracia que ellos mismos habían pisoteado; y en esas circunstancias, Calles empezó a gobernar, y durante 12 años de maximato, su genio político para unir y su fuerza brutal para reprimir dieron lugar a la milagrosa "dictadura perfecta" que prevalece en sus estructuras, sus esencias y conductas, por encima de la alborada democrática que vivimos al inicio de este sexenio
2. Hoy estamos otra vez frente a un fenómeno semejante al que enfrentó Calles, ya que los poderes fácticos actuales son muy semejantes a los de su tiempo, dado que el país se está balcanizando políticamente con 32 presidentes locales, que son los gobernadores de las entidades federativas, que en su inmensa mayoría actúan como verdaderos dictadores regionales prepotentes, abusivos y sin control; en tanto los liderazgos sindicales, sustentados en la impunidad de su fuerza económica y su falta de transparencia, le disputan al poder público los territorios de hegemonía, encabezados por la dirigencia magisterial, que se da el lujo de asediar y aniquilar gobiernos, perdonar vidas, operar, a la vieja usanza, los procesos electorales para manifestarse como una fuerza suprema en la vida pública del país; al mismo tiempo que las nuevas burocracias actúan por cuenta propia, sometiendo a la ciudadanía y a sus mismos jefes al tortuguismo, a la inmoralidad y a sus intereses espurios, mientras la inseguridad y la injusticia ahogan impunemente la vida comunitaria del país.
La clase política, que había mantenido un acuerdo esencial para conservar el poder entregándole migajas a la leal oposición, se ha dividido radicalmente y se enfrenta con rudeza inusitada en una lucha a muerte, en la que el ganador sobrevivirá frágilmente ante una oposición implacable, y a los poderes fácticos a los que hemos hecho referencia, que a diario se imponen sobre los intereses nacionales y la gobernabilidad, mientras el petróleo vuelve a ser nuestra principal e impredecible tabla de salvación económica.
Hoy, como ayer, México está escindido por un rompecabezas de intereses políticos y económicos confrontados y aparentemente irreductibles; y solamente con un talento político excepcional, que pueda conciliar democracia con autoridad y honestidad, se podrá salvar al país de esta profunda crisis de regresión social en la que ya estamos inmersos.
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Doctor en Derecho