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02/07/2018 | Trabajadores pobres en la ciudad màs cara: McRefugiados en Hong Kong: sobreviviendo entre arcos dorados y hamburguesas

Ismael Arana

Muchos poseen un título universitario y trabajan, pero cada vez más pobres pasan sus noches en un McDonald's, un fenómeno que también se registra en otras megalópolis de China.Hong Kong cuenta con la mayor proporción de Rolls Royce por personas del mundo pero un 14% vive por debajo del umbral de la pobreza.

 

Como cada noche durante el último lustro, Danny, de 53 años, enfila las escaleras que desembocan en uno de los McDonald´s abiertos 24 horas en Hong Kong, uno de los mayores centros financieros de Asia. Una vez allí, saluda a los parroquianos habituales e intercambia algunas palabras antes de escoger un rincón resguardado. Ya aposentando, se acomoda lo mejor que puede -zapatos fuera incluido-, se cubre con la manta que porta consigo y da las buenas noches antes de quedarse roque a la espera de un nuevo día.

"Definitivamente, no he tenido suerte en esta vida", relata este hombre de mirada triste y voz suave frente a una bandeja con restos de nuggets, patatas fritas y refresco que harán de cena antes de caer rendido. Y razón no le falta. Aquejado de una fuerte depresión que arrastra desde su juventud y sin una red familiar que le apoye, lleva siete años sin conseguir un empleo estable. Si a eso se le suma que sólo recibe una prestación pública de 3.900 dólares de Hong Kong (430 euros) en una de las ciudades más caras del planeta, no le queda otra que sobrevivir en la calle. "Me apaño como puedo, pero la vida ahí fuera es jodida", sostiene.

Danny, que no revela su apellido por vergüenza, es uno de las docenas de "McRefugiados" que pueblan la noche hongkonesa, personas sin hogar o de escasos recursos que han hecho de esta cadena de comida rápida una suerte de santuario en el que resguardarse del axfisiante calor, las lluvias tropicales y los peligros que acarrea dormir a la intemperie. Por eso, no soprende ver en el mismo local a otra decena de personas que reposan recostadas sobre bancos y sillas mientras que los clientes más tardanos degustan una doble con baicon y queso o un McFlurry con chocolate.

Comparada con otras grandes urbes como Nueva York o Los Ángeles, donde el número de los sin techo supera las 50.000 personas, el problema de los sin hogar no es tan alarmante en Hong Kong, una ciudad de 7,3 millones de almas donde el Gobierno estima que hay unas 1.150 durmiendo en la calle (hasta 2.000, según algunas ONGs). De entre ellos, unos 400 acuden a pasar la noche a uno de los 123 McDonald´s abiertos 24 horas con los que cuenta la ciudad, una cifra que duplica la registrado tres años atrás, según un reciente estudio publicado por la Sociedad para la Organización de la Comunidad (SOCO, por sus siglas en inglés)

"Acuden a estos restaurantes porque tienen aire acondicionado y baño, están limpios y el personal les permite quedarse si no montan jaleo", explica Ng Wai-tung, trabajador social de SOCO. De acuerdo con el perfil que dibuja su informe, la mayoría son varones de entre 40 y 65 años que no pueden costearse una vivienda en una ciudad con el metro cuadrado más caro del mundo entero, aunque la proporción de mujeres es mayor a la que se registra entre los que duermen en los parques o puentes. "En un McDonald´s ellas se sienten más seguras", puntualiza.

Además, contrariamente a lo que mucha gente cree, muchos de estos McRefugiados cuentan con estudios (un 40% posee un título universitario o de posgrado), trabajan a tiempo parcial o completo en sectores informales como el de la venta callejera, el reciclaje o la hostelería y algunos incluso poseen un cuartucho alquilado en alguno de los infames pisos subdivididos de la ciudad, unos 2,5 metros cuadrados sin ventilación en los que apenas cabe una cama y que cuestan de media unos 250 euros.

Esta es la situación del señor Chung, divorciado de 64 años que prefiere dormir bajo el aire acondicionado de un McDonald´s a que lo acribillen las chinches que abundan en el cubículo por el que paga 1.700 dólares locales (185 euros) y que usa para guardar sus cosas. "El manager nos despierta a las siete de la mañana con golpes en las mesas para que nos levantemos y dejemos sitio a los que vienen a desayunar", relata pasada la medianoche en el banco acolchado que ocupa. "Trabajo preparando las bebidas en un pequeño restaurante desde las 10:30 de la mañana hasta las 11:00 de la noche. Cuando acabo, como estoy muy cansado y mi cuarto queda lejos, prefiero venir aquí con mi amigo a dormir fresco a salvo de los bichos", dice mientras le pega un trago a una botella de licor de arroz y señala a su compañero de fatigas, un hombre de 70 años encargado de repartir comida a domicilio que reposa con su cabeza apoyada en una silla.

Este fenómeno social no es exclusivo de Hong Kong: también se registra en otras megalópolis de China (donde hay más de 2.200 restaurantes) o Japón, ni tampoco algo reciente, con algunas ONGs asegurando que comenzaron a observar a los primeros McDurmientes en la ciudad hace una década.

De hecho, su situación llegó a copar titulares de la prensa local en 2015, cuando una mujer de 56 años apellidada Lai se desplomó de madrugada sobre una mesa del local mientras los demás clientes hacían caso omiso asumiendo que la señora simplemente estaba en el quinto sueño. Tuvieron que pasar unas cuantas horas hasta que un cliente se percató ya entrada la mañana de que había pasado a mejor vida. Fue entonces cuando llamaron a los servicios de emergencia.

A pesar de que aquel episodio supuso un toque de atención para las autoridades sobre el creciente número de trabajadores pobres o vagabundos que pasan sus noches en McDonald´s, lo cierto es que su número no ha dejado de crecer y poco se ha hecho para poner remedio. "El incremento del número de sin hogar es un problema de falta de viviendas asequibles en la ciudad. El Gobierno debería construir más refugios para vagabundos y, sobre todo, más viviendas sociales para familias o personas que viven solas. Pero en lugar de eso, asignan el escaso terreno disponible a torres de apartamentos de lujo y delegan en organizaciones sociales o empresas privadas como McDonald´s la atención a los más desafortunados", se queja Ng, que aprovecha la ocasión para agradecer a la firma norteamericana su ayuda.

A su juicio, la situación de esta gente es también un reflejo de las tremendas desigualdades sociales que azotan a esta capitalista urbe, que cuenta con el mayor número de rascacielos del mundo o de la mayor proporción de Rolls Royce por personas pero en donde un 14% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza (el 19% en el caso de los mayores de 65 años), fijado en unos ingresos de 420 euros al mes.

Por su parte, McDonald´s, que lleva décadas cultivando una imagen de comunidad y adaptando su menú al gusto del paladar asiático, sigue a lo suyo organizando fiestas de cumpleaños, clubes de lectura y sirviendo comida a un módico precio mientras se muestra dispuesto a acoger a cualquiera que se acerque a uno de sus establecimientos. "McDonald´s da la bienvenida a todas las personas de cualquier condición social para que visiten nuestros restaurantes en cualquier momento", aseguró la firma en un comunicado emitido tras la muerte de Lai en 2015, una postura que mantiene a día de hoy.

De cara al futuro, nadie duda de que mientras los precios de la vivienda sigan subiendo y no se incrementen las raquíticas ayudas sociales, cada vez habrá un número mayor de desposeídos que buscarán cobijo y resguardo entre las paredes de un McDonald´s, uno de los pocos lugares que les permite esperar con calma el alba antes de volver a mezclarse con la masa.

Desde luego, eso es lo que le gustaría a la señora Wong, para la que uno de estos restaurantes del barrio de Sheung Shui se convirtió en su hogar durante dos años después de haber perdido su piso. "Desde que lo cerraron, duermo al aire libre porque no hay ninguno otro cerca de donde recojo cartón y mis piernas no me permiten desplazarme lejos", afirma a sus 65 años. Pero ella lo tiene claro, más sabiendo que harán falta mínimo un par de años hasta que le otorguen -si es que finalmente lo hacen- una vivienda social. "Si pudiera, volvería a dormir en un McDonald´s, no tengo ningua duda al respecto. Mucho mejor ahí que en la calle".


El Confidencial (España)

 



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