Arrebato republicano por el gran incremento de personas que llegan desde México.Después de 50 dÃas de mandato, la luna de miel de Joe Biden hace jornadas que dejó de brillar en los medios de la derecha.
Cuando las estrellas de la Fox hablan del gran éxito
legislativo de los estímulos para afrontar el impacto económico y social de la
covid (muerte, paro, pobreza, hambre), solo es para calificarlo de
“antiamericano”, cuyo objetivo consiste en subsidiar la holgazanería en estados
demócratas.
Al referirse al presidente, lo habitual es oír
reflexiones sobre su falta de energía, su salud mental a los 78 años, o que se
planteen la cuestión “¿dónde está Joe?”, porque aún no ha dado una rueda de
prensa. “¿No está preparado para las preguntas difíciles?”, aseguran.
Pero la principal bandera de la resistencia que enarbola
la oposición apela a un problema endémico y de alta sensibilidad en Estados
Unidos: la inmigración.
Los republicanos centran sus ataques contra este gobierno
en edad tierna en la rampante entrada de indocumentados, asunto nuclear del
trumpismo y su muro con México, que está experimentando un incremento muy
importante desde el traspaso de poder el 20 de enero. “Crisis” se ha convertido
en la palabra más citada por los conservadores.
Troy Miller, comisionado interino de Aduanas y Fronteras,
actualizó esta semana los datos oficiales, entre los que destacan que 9.547
menores no acompañados por sus padres fueron detenidos al hacer el cruce. Esta
cifra desborda a los 5.800 de enero.
Este miércoles había 3.400 menores en los centros de
detención fronterizos, donde pasan una media de 107 horas –el máximo legal está
en 72– antes de ser transferidos a sus familias en el interior del país o a
refugios del Departamento de Sanidad y Recursos Humanos. Unos 2.800 esperan
plaza, aunque la disponibilidad está en tan solo medio millar.
La respuesta: “La frontera no está abierta”, dijo Roberta
Jacobson, supervisora de ese territorio
En el pico del periodo crítico del 2019, los niños bajo
custodia policial llegaron a 2.600.
A lo largo de la frontera o en los puertos de entrada se
registraron arrestos en 100.400 ocasiones durante febrero, una subida del 28%
respecto al mes anterior. La mayoría de estos detenidos, en torno a 70.000,
eran adultos que de inmediato fueron enviados de regreso bajo las norma de
emergencia de la pandemia heredadas del gobierno Trump. Esto hace que muchos
sean reincidentes.
A diferencia de su predecesor, Biden permite que esos
niños no acompañados entren en EE.UU. en cumplimiento de tener una conducta más
humana.
Además de crear nuevas instalaciones para dar acogida a
los menores, su administración ha reinstaurado un programa de la época Obama
para aliviar la presión. Esta iniciativa permite que los adolescentes
procedentes de Centroamérica –unos 3.000 hasta que Trump la cerró en el 2017–
soliciten la admisión desde sus países, lo que facilita buscarles un acomodo y aligerar
la carga fronteriza.
Todo este conjunto no es más que una demostración de
debilidad para los conservadores. El gobernador de Texas, el republicano Greg
Abbott, acusó al presidente de “menospreciar” una creciente crisis fronteriza.
Aseguró que desplegará 500 guardias nacionales “para llenar el vacío”.
El legislador Kevin McCarthy, jefe de la minoría
conservadora
en la Cámara Baja, está preparando un viaje al sur la
próxima semana con otros colegas para subrayar el problema. El congresista
James Comer se refirió al efecto llamada, “una señal al mundo de que nuestras
leyes de inmigración se pueden violar”. El senador Ted Cruz tuiteó: “Estamos
viendo un incremento de menores no acompañados cruzando. ¿Por qué?, por la
promesa de Joe Biden de amnistía”. Que es lo mismo que decir que los demócratas
quieren conceder la ciudadanía a los once millones de inmigrantes simpapeles.
Frente a esas acusaciones, en el gobierno Biden hay
reticencias para a aceptar la palabra crisis. Tanto el secretario de Seguridad
Nacional, Alejandro Mayorkas, como la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki,
consideraron inadecuado ese término.
El lenguaje importa: La oposición insiste en que hay una
crisis, pero el Gobierno es reticente a utilizar esa palabra
“De cualquier manera que denominemos esto, no cambiará lo
que estamos haciendo porque tenemos la urgencia del presidente de arreglar
nuestro sistema”, respondió Roberta Jacobson, supervisora de la frontera sur.
Jacobson reconoció esa posible confusión en los mensajes
de un trato más humano y de que no se puede llegar de manera ilegal. “La
frontera no está abierta”, recalcó tanto en inglés como en español. Y recordó
que se han visto incrementos en otros momentos. “Los incrementos –dijo– tienden
a responder a la esperanza”.
https://www.lavanguardia.com/internacional/20210312/6373780/biden-eeuu-inmigracion-mexico-crisis.html