La última reunión de ministros de Exteriores evidencia las diferencias dentro de la UE sobre la idea de cortar el gas ruso a pesar del recrudecimiento del conflicto.
Hay claramente dos grupos entre los ministros de Asuntos
Exteriores europeos que se han reunido este lunes en Bruselas para seguir
discutiendo el estado de la invasión rusa de Ucrania: aquellos que creen que se
deben endurecer las sanciones a Moscú, incluyendo la energía, y aquellos que
siguen considerando que esa es una línea roja que no están dispuestos a superar
más allá de tomar medidas por ejemplo en el campo del carbón o quizás del
petróleo. En una cuestión que requiere de unanimidad, cualquier diferencia de
opiniones entre Estados miembros genera mucha tensión.
“Hoy no era el día de tomar decisiones” respecto a nuevas
sanciones, ha señalado Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para
Política Exterior y de Seguridad, “pero esta y otras posibles medidas han sido
objeto de análisis de los ministros”. “Se trata de conseguir a la vez una
respuesta eficaz que no signifique un coste inasumible para los Estados
miembros”, ha asegurado el jefe de la diplomacia europea. Esa idea, que no
genere un “coste inasumible”, es la que está provocando profundas diferencias entre
los socios europeos.
La energía es el pilar principal de la economía rusa,
adoptar medidas contra él es atacar el motor que financia la guerra en Ucrania.
Pero es sin lugar a dudas el ámbito más delicado. Los Veintisiete han mostrado
una inusitada unidad y velocidad a la hora de adoptar duras sanciones que han
aislado a Rusia y que han puesto su economía contra las cuerdas, pero han sido
incapaces de encontrar un terreno común en la cuestión de adoptar sanciones en
materia energética.
La razón es la fuerte dependencia de algunos Estados
miembros de la energía rusa, especialmente del gas, aunque la Unión también
importa el 27% del petróleo y más del 45% del carbón. La idea más o menos
extendida es que cuando finalmente los Veintisiete se lancen a atacar la
energía rusa, lo harán por el petróleo, porque como varios ministros han
apuntado este lunes, se trata de la energía más fácilmente sustituible.
Atacar el gas
Pero las diferencias entre socios son mucho más profundas
cuando se trata de hablar del gas. El 40% del gas importado consumido en la
Unión Europea viene de Rusia y países como Alemania, Italia o Hungría han
mostrado su oposición a prohibir la importación de gas ruso porque pondría en
riesgo su seguridad energética. La Comisión Europea ha puesto en marcha un plan
con el que pretende reducir un 65% las importaciones de gas ruso antes de que
termine el 2022, y lograr la independencia energética en 2027. Pero eso no es
suficiente para el grupo de los Estados miembros más ambiciosos y que piden una
mano más dura contra Rusia ya, un bloque liderado por Polonia.
Hasta ahora Berlín ha comandado el grupo contrario, que
ha frenado las medidas contra el sector energético, provocando roces públicos
con el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, que criticó la medida de
dejar fuera de la desconexión de SWIFT, un sistema internacional de
comunicaciones financieras, a las principales entidades rusas clave para el
pago del gas a Moscú. Junto a él ha contado con un grupo de países que opinan que
hay que seguir guardando alguna de las sanciones más duras para cuando el
escenario bélico empeore. Sin embargo, la dramática situación en la ciudad de
Mariúpol está agotando ese argumento.
Annalena Baerbock, ministra de Exteriores alemana, ha
tenido que defender este lunes una vez más la posición de Berlín en un ambiente
cada vez más tenso, y ha mantenido el discurso germano hasta el momento: se
pondrá fin a la dependencia, pero tendrá que ser gradual. “Trabajaremos duro
para poner fin, paso a paso, a nuestra dependencia del petróleo y el gas rusos.
Haremos todo lo que sea necesario para separarnos de Rusia y aislar al gobierno
ruso y a su presidente en todos los sentidos”, ha asegurado.
Gabrielius Landsbergis, ministro de Exteriores de
Lituania, advirtió en la mañana del lunes, antes del inicio del encuentro, del
riesgo de que la Unión Europea se “canse” de las sanciones y sufra de “fatiga”
a la hora de tomar acciones. Los Veintisiete ya han lanzado buena parte de su
arsenal sobre la economía rusa y cada vez le quedan menos posibles medidas en
su caja de sanciones. De hecho, Borrell ya señaló que era el momento de
asegurarse de que las que estaban aprobadas se implementaran bien, antes de pensar
en nuevas medidas. En cualquier caso, la semana pasada se aprobó el cuarto
paquete, que es en realidad una profundización de las sanciones ya adoptadas.
Pero sin muchas nuevas ideas sobre la mesa, porque tarde o temprano ese debate
siempre acaba chocando con la cuestión de la energía. Por eso, Landsbergis ha
sido claro: se trata de un debate “inevitable”, y habrá que abordarlo tarde o
temprano. Ivan Korcok, ministro eslovaco, ha admitido que con la compra de
energía rusa se siguen “proporcionando fondos a Rusia”. “Esto debe detenerse”,
ha asegurado, a pesar de admitir que su país necesita tiempo porque el 85% del
gas que consume es ruso.
El este está intentando marcar el ritmo al resto de sus
socios europeos y lleva semanas intentando llevar el debate a la cuestión de la
energía. La visita el pasado martes de los primeros ministros de Polonia,
Eslovenia y República Checa a Kiev, la capital de Ucrania, ha marcado un nuevo
hito en el intento de este grupo de países de empujar a la Unión a tomar
medidas más duras lanzando el mensaje de que están dispuestos a sufrir las
consecuencias de sus medidas, a diferencia de otros socios europeos: viajan a
una ciudad bombardeada, reciben a cientos de miles de refugiados y están
dispuestos a cortar el suministro energético aunque ellos sean algunos de los
más afectados. Ese es el argumentario que vienen defendiendo desde hace días y
en el que van a seguir insistiendo.
Borrel ha señalado en una rueda de prensa posterior al
encuentro de ministros de Asuntos Exteriores que no hay previsto ningún nuevo
paquete de sanciones, y ha dado por hecho que el siguiente paso será que los
jefes de Estado y de Gobierno debatan qué tipo de medidas deberían adoptarse en
el futuro. Serán ellos los que marquen el camino en una cumbre que se celebra
este jueves y viernes y en la que estará presente Joe Biden, presidente de los
Estados Unidos, que ha dedicado esfuerzos diplomáticos para conseguir que la
Unión sea también dura en la cuestión energética. “Los líderes volverán a
considerar qué se puede hacer en el campo de las sanciones”, ha explicado el
jefe de la diplomacia europea.