En Rusia, pero también en el extranjero, no faltan los nostálgicos del marxismo-leninismo que añoran los tiempos de la Unión Soviética y culpan de su estrepitoso derrumbe en 1991 al recientemente fallecido Mijaíl Gorbachov.
La realidad es muy distinta: el acabose de la URSS —el
país más extenso del mundo— no fue propiciado por un hombre, sino por las
disfunciones de su sistema económico centralizado, que había creado un mercado
negro equivalente al 10% del PIB; el manejo fiscal desastroso que desató una hiperinflación;
la corrupción que carcomía todo el cuerpo social, y el gasto militar desbocado,
entre otras razones.
Pero dejemos que sea el propio Gorbachov quien explique
lo que encontró cuando tomó las riendas del Partido Comunista de la Unión
Soviética, en marzo de 1985, y lo condujo a aplicar sus políticas de glasnost
(apertura) y perestroika (reestructura).
En sus memorias, publicadas en 1995, relata que comenzó a
enterarse del estado calamitoso en que se encontraba el país cuando el entonces
líder Yuri Andrópov le encargó a él y a Nikolái Ryzhkov (el entonces
vicepresidente de Gosplán, la agencia soviética de planificación) un estudio
profundo de la economía. El dramático panorama se hizo incluso más claro para
él, dice, cuando fue nombrado secretario general.
“Nos enteramos que el gasto militar no representaba 16
por ciento del presupuesto estatal, como se nos decía, sino 40 por ciento, y
que, de los 25 mil millones de rublos que se destinaban a la ciencia, 20 mil
millones se iban a las fuerzas armadas para investigación técnica y
desarrollo”, escribe.
“La economía consumía más de lo que producía”, continúa.
“El costo laboral, el combustible y la materia prima por unidad de producción
eran de dos hasta dos veces y media más altos que en los países desarrollados,
mientras que en la agricultura eran diez veces más elevados”.
En los años 60 y 70, describe Gorbachov, las tendencias
negativas de la economía soviética se equilibraron con los altos precios del
petróleo. “Nos pusimos a extraer crudo febrilmente de los campos de Siberia
occidental sin pensar en el futuro y, cuando cayeron los precios, no estábamos
mejor que antes. El crecimiento económico se detuvo a principios de los años
80. El ingreso per cápita real de la URSS estaba entre los más bajos de los
países socialistas, sin mencionar a los países desarrollados de Occidente”.
A mediados de esa década, la Unión Soviética se
enfrentaba a un declive social y económico, relata. “Las finanzas eran un
desorden. La economía estaba en déficit. Había escasez no sólo de comestibles y
bienes industrializados, sino de metales, combustible y materiales de
construcción. La inflación, suprimida oficialmente, mostró su verdadero rostro
en el mercado negro. La especulación floreció. Los vínculos económicos estaban enmarañados
en una densa red de ‘relaciones extraoficiales’ (extorsiones, regalos,
sobornos, exageración de resultados, malversaciones). La propiedad estatal se
usaba para la ganancia personal en escala masiva”.
Al estudiar las razones del declive de la nación
concebida por Lenin, Gorbachov concluyó que “el problema no sólo residía en
errores y en subestimar la ciencia y la tecnología, sino en la naturaleza
arcaica de nuestros mecanismos económicos, en la rígida centralización de la
administración, en el exceso de confianza en la planeación y en la falta de
incentivos económicos genuinos”.
Cuando se preguntó por qué los expertos no habían
advertido lo que estaba pasando, la respuesta fue que éstos se pasaban el
tiempo “comentando (o, más bien, alabando) las decisiones del Partido y los
discursos de los líderes y apoyando el dogma ideológico oficial”.
Ésas fueron, según Gorbachov, las razones por las que
cayó la Unión Soviética. Debieran ser motivo de reflexión para todos aquellos
países que se dejan guiar por el iluminismo.
Afortunadamente, remata, incluso en ese tipo de regímenes
autoritarios, donde se castiga el pensamiento crítico, subsisten bolsones de
ideas independientes, que pueden entrar en juego en momentos de crisis.
https://www.excelsior.com.mx/opinion/pascal-beltran-del-rio/cuando-el-iluminismo-oculta-sus-desastres/1536772