Cuestionado por una reportera en su conferencia matutina del viernes, el presidente Andrés Manuel López Obrador se enredó al tratar de justificar que el Ejército haya intervenido varias conversaciones del responsable del Comité de Derechos Humanos de Nuevo Laredo, Raymundo Ramos Vázquez, cuyo teléfono celular había sido infectado por el sistema de espionaje Pegasus, adquirido por el gobierno el sexenio pasado, pero que, a decir del propio López Obrador, no se ha usado en esta administración.
Bueno, se tiene que hacer investigación, que no
espionaje, que es distinto. Y el instituto de inteligencia del gobierno hace
investigación, porque nosotros sostenemos que es muy importante hacer la
investigación, inteligencia, para no usar la fuerza”, afirmó. Y agregó: “Nada
más que le quede claro: nosotros no espiamos a nadie (…) El caso que está
mencionando de este defensor de derechos humanos fue aquí denunciado por un
compañero de ustedes, señalándolo que tiene vínculos, presuntos vínculos con
grupos de la delincuencia en Tamaulipas”.
El Presidente aprovechó el intercambio para arremeter
nuevamente contra los medios, pero, en los hechos, confirmó lo que periodistas
encontraron entre los documentos hackeados a la Secretaría de la Defensa
Nacional por el grupo Guacamaya: que Ramos había sido espiado por militares.
“Sí hay inteligencia –insistió el mandatario–, porque, si no, ¿cómo se enfrenta
a los delincuentes?”.
En diferentes ocasiones he argumentado en este espacio
–desde el periodo del presidente Felipe Calderón– que dejar las labores de
seguridad pública en manos de las Fuerzas Armadas, sometería al Ejército,
Fuerza Aérea y Armada a un peligroso deterioro de su prestigio. Los tres
anteriores secretarios de la Defensa Nacional habían expresado, en distintos
tonos y en conversaciones privadas, sus reservas sobre incrementar las
responsabilidades de los soldados en esas tareas, pero, lamentablemente,
ninguno de ellos consiguió que su jefe –el comandante supremo de las
FA—admitiera sus argumentos.
En el actual gobierno, cualquier duda en ese sentido ha
quedado diluida en el mar de encomiendas que el presidente López Obrador ha
dado a los militares. Igual que en sexenios anteriores, la participación
castrense en las tareas de seguridad pública ha suplido la ausencia o mala
capacitación de policías municipales y estatales.
Con la creación de la Guardia Nacional y su
encuadramiento en la Sedena –violatorio de la Constitución, a decir de
numerosos expertos que he entrevistado–, la intervención ha ido más allá de los
antecedentes. Y eso ha dado lugar a dos situaciones muy negativas para los
militares: que sean hostigados e incluso perseguidos por civiles que –por las
razones que sean– resienten su presencia en sus comunidades, o que cometan
abusos de fuerza en el curso de sus operaciones.
La captura de Ovidio Guzmán, el 5 de enero pasado, parece
haber marcado un antes y un después entre un Ejército sometido a humillaciones
y uno que no duda en disparar, incluso cuando no está amenazado. Así lo muestra
el asesinato de cinco civiles en Nuevo Laredo, a manos de soldados, el 26 de
febrero. Como ciudadano que respeta a nuestras Fuerzas Armadas y reconoce la
lealtad que han tenido a las instituciones del país, no me gusta ver a nuestros
soldados y marinos en ninguno de esos escenarios.
Tampoco me gusta saber que espían a los gobernados sin
tener la orden de un juez. Por más desesperados que estemos con la falta de
seguridad que padecemos, esa conducta claramente ilegal no se debe tolerar. No
basta que se diga en la mañanera presidencial que el señor Raymundo Ramos tiene
vínculos con delincuentes. Si existen, éstos tienen que probarse en un proceso
penal. No se vale espiar y luego viriguar.
La participación de los militares en tareas de seguridad
pública debe ser excepcional y acotada. Y ser sustituida cuanto antes por la de
policías civiles. Ojalá soldados y marinos comprendan el riesgo que implica
para ellos mismos prolongar este estado. Los necesitamos en lo suyo: la defensa
del país de amenazas del exterior.
https://www.excelsior.com.mx/opinion/pascal-beltran-del-rio/las-fuerzas-armadas-que-necesitamos/1575352