¿Qué habrá recibido el gobierno mexicano a cambio de aceptar el ingreso de los miles de migrantes venezolanos que está expulsando Estados Unidos?.
La respuesta a esa pregunta quizá no la conozcamos
pronto. Al menos no de aquí al 8 de noviembre, cuando se celebre la elección
intermedia en el vecino país.
Tal vez habría que buscarla en la afirmación que hizo el
presidente Andrés Manuel López Obrador de que Washington ya había decidido no
llamar a un panel de solución de controversias para resolver el diferendo con
México sobre energía.
¿Por qué lo digo? Porque si bien la Oficina del
Representante Comercial de Estados Unidos y el embajador Ken Salazar respondieron
a López Obrador que el proceso continúa, lo cierto es que ya se rebasó por dos
semanas el plazo legal que tenían las consultas y el panel no ha sido convocado
ni el pleito se ha resuelto.
En estos momentos, México tiene algo que al presidente
Joe Biden y al gobernante Partido Demócrata les urge: la posibilidad de aliviar
en algo la crisis migratoria y ayudar a mostrar que Estados Unidos no ha sido
rebasado por las olas humanas que golpean la entrada de ese país. El que México
haya aceptado recibir a los venezolanos deportados —una medida que recuerda
mucho al programa Remain in Mexico del expresidente Donald Trump— quita a los
opositores republicanos una de sus principales banderas de campaña.
Lo que va a ser inevitable es que México ahora juegue el
papel de expulsor de los venezolanos que ya están aquí y contenedor de los que
aún buscan llegar, muy al estilo de lo que hizo con los centroamericanos cuando
Trump amenazó con imponer aranceles a las exportaciones mexicanas en 2019.
La presencia de los venezolanos en México no es sólo un
recordatorio del acuerdo con Estados Unidos, que ya fue condenado por la
Organización Internacional de las Migraciones, sino prueba del daño que
provocan las políticas populistas.
Ayer, en Imagen Radio, entrevisté al migrante Ángel
Almeida, quien dejó su natal Puerto Ordaz hace 35 días, logró llegar a
territorio estadunidense luego de recorrer seis mil kilómetros, y ahora, tras
de ser deportado, acampa frente a las instalaciones de la Comisión Mexicana de
Ayuda a Refugiados, en la Ciudad de México, esperando un permiso para quedarse
aquí, cosa que se ve casi imposible.
“Nosotros no queríamos dejar Venezuela”, me explicó.
“Pero no se puede vivir allá con tanta delincuencia y teniendo que pagar
vacunas (extorsiones) con el poco dinero que ganamos. Si un día cae ese
gobierno, volveremos, pero, mientras tanto, es imposible”.
Qué desgracia para los venezolanos: millones de ellos han
sido obligados a salir de su país por las políticas desastrosas del
maduro-chavismo —un régimen con el que el gobierno de López Obrador se lleva de
piquete de ombligo— y ahora víctimas de los arreglos entre Estados Unidos y
México.
https://www.excelsior.com.mx/opinion/pascal-beltran-del-rio/venezolanos-en-mexico/1547335