Camino del G-20 en Seúl, jefes de gobierno con pretensiones hacen escala en Pekín para despachar con el presidente chino, el enigmático Hu Jintao, que Forbes ha colocado en el nº 1 de la lista de personas más poderosa del planeta, por delante de un Obama en horas bajas, que en su viaje a Seúl, ha parado en India para ratificar la alianza con esa potencia. India aparece como aliado de referencia de los norteamericanos, por valor económico de futuro, pero también como aviso a las aspiraciones de China, que ejerce ahora de potencia nº2 en el concierto de las naciones.

Hu Jintao actúa de potentado en divisas con capacidad para gastar sin dar explicaciones ni hacer consultas. Al presidente chino le llueven ofertas de países ansiosos por vender lo que sea. Francia firmó contratos por valor de 14.000 millones de dólares, Gran Bretaña busca algo semejante con la visita de Cameron a Pekín (con gran comitiva empresarial) y Portugal agradece a los chinos su disposición de seguir adquiriendo deuda portuguesa. Y la canciller Merkel traslada al colega chino ruego de un cambio «razonable» para el yuan, al mismo tiempo que critica la estrategia de la Reserva Federal de animar el crecimiento con «facilidades cuantitativas», más dólares en circulación que dificultarán las exportaciones alemanas.

No hay riesgo inminente de proteccionismo pero los egoismos nacionales presiden el discurso de los jefes de gobierno que se reunirán en Seúl, pero que no alcanzarán acuerdos de alcance para dar salida a la crisis financiera y cambiaria que alienta desconfianzas y resquemores.