Gerard de Villiers escribió hace unos meses una de sus novelas de espionaje, sexo y acción que hizo mucha mella en Beirut. La lista Hafriri fue retirada al principio de las librerías y más tarde volvió a ponerse a la venta. Publicada a los cinco años del espectacular y enmarañado atentado que mató al ex primer ministro suní, el famoso escritor francés hace gala en sus páginas de una fórmula estilística de intrigas, eróticas escenas con despampanantes mujeres, su gusto por un vibrante cosmopolitismo con el morbo, esta vez, provocado por Hizbulah. 

En un ambiente de precisas descripciones urbanas y paisajísticas, con un conocimiento del actual estilo de vida beirutí, bien documentado sobre el complejo trasfondo político, narra las peripecias de Marko, un agente de la CIA enviado en misión especial para esclarecer el asesinato de un colega que investiga aquel magnicidio. Sus tentativas de dar con el misterioso informador le precipitan a tenérselas que ver con la poderosa organización radical chií, que está a punto de secuestrarle en el laberinto de callejuelas de los suburbios cabe el aeropuerto. 

Ni que decir tiene que Hizbulah es descrito como un grupo tenebroso al que - y esta fue la razón de la prohibición del libro-hace responsable del asesinato del potentado político Rafic el Hariri. Tampoco quedan bien parados los dirigentes de Siria ni sus servicios secretos subordinados de Líbano, considerados como los que instigaron el magnicidio. 

El atentado - que fue un vuelco histórico para este país yque provocó violentos acontecimientos en cadena enfrentando a una parte de los libaneses con Siria, y que agravó hasta la exacerbación las relaciones entre ambos gobiernos-aún no ha sido esclarecido por el Tribunal Internacional formado ex profeso, con sede en La Haya. Su fiscal no ha podido establecer un acta de acusación contra nadie pese a las prematuras sospechas. 

El título del libro evoca la lista de los diez hombres de Hizbulah que, según la imaginación del autor, llamaron misteriosamente a través de sus teléfonos móviles poco antes de que tuviese lugar el atentado que retumbó en toda la capital. Bajo las órdenes de un poderoso general sirio, el jefe del servicio de inteligencia de Hizbulah es forzado a eliminar uno a uno a sus leales combatientes del partido, pero el último puede escapar de la captura salvado por la CIA para dar su testimonio ante el tribunal... Cuando el avión Falcon en el que huía de Beirut alcanzar su altitud de crucero, estalló una bomba. 

Ahora, una vez más, la ficción está a punto de suplantar la realidad. Este tan controvertido tribunal internacional, muy criticado por los dirigentes de Siria y de Hizbulah, podría en otoño publicar su acta de acusación comprometiendo a algún miembro del Partido de Dios. 

En este ambiente de expectativas inciertas ha vuelto a detenerse, en poco tiempo, un tercer espía que trabajaba en Líbano por cuenta de Israel. Se trata de otro técnico empleado por la compañía de comunicaciones ALFA, que había instalado en diversas regiones antenas parabólicas que permitieron aumentar la capacidad de los sistemas de escucha del Estado judío. El año pasado hubo también detenciones de agentes en uno y otro lado de la frontera, que trabajaban para Israel o para Hizbulah. El jeque Nasrala relacionó el viernes estas detenciones de espías con el tribunal de la Haya. Afirmando que es patente que Israel ejerce el control absoluto sobre la red de telecomunicaciones de Líbano, internet y teléfonos móviles incluidos, ha advertido que esta infiltración repercutirá en las investigaciones del tribunal poniendo en entredicho la base de sus datos obtenida gracias a las llamadas registradas con teléfonos portátiles poco antes del atentado, sobre el que trabaja este órgano internacional. 

Nasrala acusa a grupos políticos libaneses y a Israel de querer explotar la acción del tribunal para fomentar conflictos internos y reavivar la contienda civil. Cuando llegue septiembre, los libaneses, que gozan de un plácido verano y del maná de los turistas árabes que vienen a disfrutar de su ambiente de libertad, de sus playas yde la frescura de sus montes, volverán a especular sobre su inmediato futuro.