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26/02/2010 | El micromundo de la guerra

Mónica G. Prieto

Todo asemejaba la típica y plácida estampa de Oriente Próximo que abruma al turista. Un sol radiante reflejado sobre las dunas kuwaitíes, nebulosas por la capa de polvo, un cómodo taxi con aire acondicionado recorriendo la desierta carretera que lleva a la base norteamericana de Ali al Salem a escasa velocidad, la hipnótica música árabe escapándose por las ventanas... Y de pronto gritos en inglés. En pocos segundos, la sensación de haber retrocedido en el tiempo y el espacio al Bagdad de 2004.

 

-¡Alto! ¡Alto o disparo! ¡Frene, no se muevan del coche!

Las armas de dos uniformados norteamericanos con la constitución física de deportistas de elite apuntaban a nuestras personas. Me había cerciorado de que el conductor, que no hablaba inglés, fuese por la vía señalada para vehículos civiles. No pasaba de 40 kilómetros por hora. Lentamente, abrí la puerta del vehículo y me dispuse a salir exhibiendo una radiante sonrisa.

-¡Usted, salga del coche! Vamos, cariño, venga conmigo, usted parece segura. Déme su documentación, cariño. ¡Y usted no se mueva! �procedieron a gritar al taxista, que a esas alturas ya había entrado en pánico y había salido del coche despavorido rumbo al maletero, de donde sacó la mochila y la tiró en el polvoriento suelo murmurando con una risa nerviosa "¡No english, no english!".

-¡Me da igual que no hable inglés! Si vuelve a entrar a esta velocidad por esta carretera, boom booom. ¿Me entiende ahora? Boom boom.

No sé qué me chocó más de todo. Que el oficial se dirigiera a mí con el apelativo de 'cariño' �admito que no se ha repetido en tres días de estancia en Ali al Salem, pero nunca antes un militar lo había empleado para llamar mi atención-, que amenazase con disparar contra un vehículo civil de un país aliado que presta su territorio para albergar bases norteamericanas o que, una vez que llegué al recinto de entrada, no registrasen mis pertenencias.

Luego entendí que están habituados a la presencia de civiles en las bases, y que la diferencia se hace entre 'nosotros' �los occidentales, marcados por el color de la piel, individuos 'seguros'� y 'ellos', los árabes, poco fiables ya sean amigos o enemigos. ¿Y los atentados contra bases militares protagonizados por personal autorizado?

-Bueno, imagino que tenías tus papeles en regla y estaban avisados de tu llegada �razonaba un alto oficial al que le expliqué mi turbación por lo fácil que podría haber resultado entrar con material explosivo.

En el micromundo de la guerra que simboliza Ali al Salem todo es sorprendente. Los uniformes se mezclan con ropas civiles, pero a todos �ellos y ellas- les une el mismo cometido: guerras comunes en las que trabajar, una 'misión' que cumplir y en la que creer, aunque sea por su propio bien.

Los contratistas son tan numerosos �en 2006, el Pentágono admitía estar empleando 100.000 trabajadores privados para cumplir labores de los militares, estimados entonces en 150.000 � que resulta habitual la presencia de civiles en las bases.

Ellos pueden disfrutar, como los uniformados, de todas las ventajas que ofrecen lugares como Ali al Salem: desde gimnasios hasta recintos de recreo pasando por la zona de restaurantes y las gradas donde cada noche, a las 07.00, se celebra algún tipo de evento para distracción de la tropa militar y civil. Anoche, cinco chicas soldado bailaban como animadoras, la noche anterior tocó grupo musical en vivo, otros días es karaoke y otros, competición de poker.

Las horas transcurren con una lentitud exasperante en Ali al Salem, gracias a los continuos retrasos y cancelaciones de vuelo, el único motivo que lleva a parar en esta base a quienes hacen la guerra. Eso facilita el diálogo, especialmente porque he sido generalmente aceptada como contratista.

Un soldado de Oklahoma rememora para mí los "grandes momentos" de la invasión de Irak, en la que participó. "Nuestra aviación dio un verdadero espectáculo. Fue grandioso", dice sobre los bombardeos de la operación 'Conmoción y Espanto'. "Nuestro único temor eran los Scud de Sadam: nunca sabíamos de dónde venían". De las letrinas es posible sacar comentarios que ningún soldado confesaría a un periodista. "Verdadera misión en Afganistán: Golpea y Destruye", dice uno en referencia a la operación 'Libertad Duradera'.

Hay quien confiesa, siempre desde el anonimato, el grave error que fue la ocupación de Irak. "Ni siquiera se entiende por qué vinimos hasta aquí"

Mi tiempo terminó esta madrugada, cuando por fin tomé un vuelo militar que me ha dejado en Bagdad. Otros se quedaron a la espera, muchos de ellos felices por retrasar el momento de encontrarse con su misión y, en cierta forma, con su destino.

El Mundo (España)

 


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