Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
En Parrilla  
 
09/01/2010 | ¿Odian los socialistas a los trabajadores?

Juan Ramón Rallo

Suele decirse que a los socialistas les gustan tanto los pobres que los crean a millares. Es posible, pero el socialismo sólo está vinculado al estudio de la pobreza por aquello de la pauperización del proletariado.

 

Más interesante sería analizar cuál es la relación realmente existente entre socialistas y clase trabajadora; esto es, cuáles son las políticas que implementan los socialistas a la hora de proteger a aquellos individuos que circunstancialmente perciben la mayoría de sus rentas en forma de salarios.

En general, los socialistas guardan una relación antagónica con el ahorro y con las rentas del capital. Basta oír cómo retuercen la realidad para sostener que la crisis actual representa una oportunidad de oro para que los capitalistas rebajen los salarios e incrementen sus beneficios a su costa. Se preocupan por que el peso de las rentas del capital sobre el PIB haya aumentado, como si la ruptura de las cadenas —que haya cada vez más ricos— sea algo a restringir a unos pocos privilegios.

Sobre tales bases represivas han organizado un nefasto sistema fiscal que padecen la mayoría de los países occidentales. En el caso de esa ciénaga keynesiana llamada España, el Gobierno socialista ha incrementado para 2010 la tributación de las plusvalías desde el 18% al 21%. El resto de rentas, entre las que destacan de manera preferentes las del trabajo, tributan de manera progresiva, situándose el tipo máximo de gravamen en el 43% a partir de los 52.000 euros. Dicho de otra manera, por cada euro que obtenga un trabajador en concepto de rendimientos laborales a partir de los 52.000 euros, 0,43 céntimos se los apropia Hacienda.

El socialismo evolucionado en tercera vía se ha creído sus propias mentiras al convencerse de que la mejor manera de proteger a las clases trabajadores consiste en crear un ineficiente y carísimo Estado de Bienestar a costa de la riqueza que podrían haber acumulado a lo largo de toda su vida esas clases trabajadoras.

Pensemos que la manera más habitual de que dispone un individuo sin recursos para enriquecerse y alcanzar una cierta autonomía financiera es, primero, trabajar a cambio de un salario; segundo, ahorrar e invertir parte de esos salarios; y finalmente ir reinvirtiendo las plusvalías que nos genera la inversión pasada.

Al comienzo de la vida laboral de un trabajador, lo habitual será que entre el 90% y el 100% de sus inversiones procedan del ahorro de su salario. Al cabo de unos quince años y gracias a ese proceso cuasi mágico que representa la capitalización a interés compuesto, la inversión procedente de sus rentas del capital debería ascender a entornos del 40%-50%, hasta que, al cabo de 40 años, se sitúe ya entre el 80% y el 90%.

El siguiente gráfico representa qué porcentaje del patrimonio personal (que, descontada la inflación, pasa desde 7.000 euros al final del primer año hasta más de dos millones de euros al cabo de 50 años) debería proceder de las rentas del trabajo y cuál de las rentas del capital para un individuo que percibe un salario neto de 20.000 euros, ahorra el 30% de esa cantidad (esto es, 6.000 euros anuales) y lo reinvierte en el mercado de capitales a una rentabilidad anual media del 7%.

Vemos que a partir del decimonoveno año de inversión de nuestros ahorros, la mitad del patrimonio del trabajador debería provenir de la capitalización de sus rentas del trabajo y la otra mitad de la reinversión de sus plusvalías; momento en el que, además, las plusvalías anuales procedentes de ese patrimonio también superarían su salario anual de 20.000 euros. En otras palabras, un trabajador partiendo de la miseria más absoluta, se convertiría en un capitalista hecho y derecho al cabo de aproximadamente veinte años.

Todo ello adoptando cifras muy conservadoras, ya que muchos trabajadores pueden percibir salarios superiores a los 20.000 euros anuales (y por tanto ahorrar mucho más de 6.000 euros al año) y un inversor medianamente experimentado puede lograr con facilidad rendimientos superiores al 7% anual.

El camino más fácil y universal para que los trabajadores dejen de serlo y pasen a ser capitalistas —tanto los propios trabajadores como sus generaciones futuras, si la prodigalidad de éstos o los impuestos de sucesiones no lo impiden— consiste en que ahorren todo lo que les sea posible de sus salarios y lo reinviertan a tasas elevadas en los mercados de capitales.

Pero hete aquí que la fiscalidad promovida por los socialistas realmente existentes se fundamenta en la necesidad de imponer tramos progresivos y de incrementar con el tiempo el gravamen de las rentas del capital; dos propuestas que atentan de lleno contra las justas expectativas de los trabajadores de abandonar su precario modo de subsistencia.

La fiscalidad progresiva corta las alas a las posibilidades de ahorro de aquellos trabajadores que durante unos pocos años obtienen unos rendimientos extraordinarios en su empleo. Imaginemos un vendedor que obtiene unas grandes comisiones por unas ventas extraordinarias y tal vez irrepetibles durante un par de ejercicios; o pensemos en aquellos jóvenes que pudieran optar por incrementar su jornada laboral durante un tiempo para conseguir salarios más elevados derivos del pluriempleo. Todos ellos podrían lograr unos ahorros inusuales durante unos pocos años y así permitirse una rápida capitalización de su patrimonio. Pero gracias a la fiscalidad progresiva, cuanto más ingresa un trabajador, mayor porcentaje de sus rentas va a parar a las voraces arcas del Estado.

Lo mismo podría decirse de la creciente tributación de las rentas del capital. Con un gravamen del 20%, las plusvalías que pueden reinvertirse y capitalizarse se reducen precisamente en ese porcentaje, de modo que la capacidad de ahorro y crecimiento patrimonial también se ve severamente lastrada.

En definitiva, el socialismo condena al proletariado a seguir malviviendo durante toda su vida con unas exiguas rentas laborales a cambio de las migajas que caigan de cortar el pan. Odian tanto a los trabajadores como para impedirles prosperar y abrirse camino. Será que nunca han comprendido cómo funciona realmente el mercado y por eso contemplan la Bolsa no como la esencia misma del capitalismo, sino como un casino lleno de especuladores. Pobres de ellos… y de nosotros.

El Cato (Estados Unidos)

 



Otras Notas del Autor
fecha
Título
05/11/2018|
21/07/2018|
06/07/2018|
02/03/2018|
22/12/2017|
26/11/2017|
19/11/2017|
17/11/2017|
26/06/2017|
23/03/2017|
18/03/2017|
26/01/2017|
27/12/2016|
07/12/2016|
01/09/2016|
10/07/2016|
26/06/2016|
26/05/2016|
14/04/2016|
08/02/2016|
24/08/2015|
14/10/2014|
10/07/2014|
10/01/2014|
18/11/2013|
27/08/2013|
01/04/2013|
25/03/2013|
10/03/2013|
27/02/2013|
01/09/2012|
07/08/2012|
20/07/2012|
18/06/2012|
23/03/2012|
23/03/2012|
07/10/2011|
27/09/2011|
15/09/2011|
20/08/2011|
04/08/2011|
02/08/2011|
17/07/2011|
17/07/2011|
16/06/2011|
16/06/2011|
09/06/2011|
09/06/2011|
02/06/2011|
02/06/2011|
25/05/2011|
26/04/2011|
26/04/2011|
19/04/2011|
19/04/2011|
08/04/2011|
24/03/2011|
21/02/2011|
21/12/2010|
11/12/2010|
18/10/2010|
29/08/2010|
29/08/2010|
12/08/2010|
22/06/2010|
19/06/2010|
01/06/2010|
22/04/2010|
17/04/2010|
11/04/2010|
11/03/2010|
03/03/2010|
29/01/2010|
31/12/2009|
24/12/2009|
19/11/2009|
19/11/2009|
23/10/2009|
10/10/2009|
08/10/2009|
01/09/2009|
14/08/2009|
14/08/2009|
12/11/2008|
12/11/2008|
26/02/2008|

ver + notas
 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House