Nunca me ha gustado la arrogancia en la política. Pero el desprecio al adversario, fruto de la arrogancia de creerse mejor que ninguno, me parece un error letal. Tras la caída de la URSS en 1991, todos los liberales corrieron a sentenciar la muerte del comunismo, huérfano de patria, con una China camino del capitalismo de Estado, se decía, y con unos partidos políticos que no convencían a nadie medianamente sensato.
Pero aquí estamos, con un ministro como Garzón, a quien
se debería juzgar por traición a España, que no puede ser cesado precisamente
porque es comunista y los comunistas tienen una importante cuota en el gobierno
de Pedro Sánchez. Por no mencionar otros avances de la izquierda, sobre todo en
las Américas, de Norte a Sur. Y, desde luego, China no ha evolucionado hacia
una democracia liberal. Al contrario, al amparo de la pandemia, las democracias
liberales se parecen cada vez más a la vigilante y totalitaria China.
Al comienzo de la crisis de 2008, los neoliberales
afirmaban que no había que exagerar, que su alcance y profundidad no se podían
comparar al crack del 29, pero al final tuvieron que recular y abogar por
medidas de intervención estatales nunca antes vistas. El famoso Quantitative
Easing, esto es, imprimir y repartir dinero a mansalva para mantener a flote el
tejido financiero no sólo iba contra la lógica liberal de la responsabilidad
empresarial, sino que otorgaba nuevos poderes al Estado vía sus bancos centrales.
Es más, buena parte de la inflación que se acumula en estos momentos, si nos
atenemos a la teoría clásica, se debe al exceso de dinero en circulación. Y
todo arranca de haber subestimado la crisis en sus comienzos.
Por no hablar de la pandemia. El desconocimiento inicial
sumado al miedo que se esparcía desde el gobierno a través de los medios de
comunicación llevó a un estado de shock paralizante que, mientras ha durado,
fue aprovechado por todos los dirigentes para imponer políticas y medidas que,
en la mayoría de los casos, poco tenían que ver con la preservación de la salud
pública y sí con el deseo de mantenerse en el poder a toda costa. El caso
español resulta paradigmático. Iglesias se colaba en el CNI, Sánchez violaba la
Constitución para que el Parlamento no pudiera controlar sus actos, La Moncloa
discriminaba -y sigue discriminando- a Madrid, isla de relativa libertad y polo
de oposición al gobierno socialcomunista de España, y la post-verdad, de la que
tanto se acusaba a Trump, pasa a ser mentira descarada y permanente, al
servicio de Sánchez. El no se atreverán, de los bienpensantes
constitucionalistas, se ha visto barrido por todas las tropelías que Pedro
Sánchez está dispuesto a cometer para seguir disfrutando del Falcon el mayo
tiempo posible. Porque, como decía el anuncio, él cree que se lo merece. Y es
que la derecha española es sumamente ingenua frente a la crueldad y desfachatez
histórica de la izquierda.
Por eso me veo en la obligación de traer a colación al
general y genio de la estrategia chino, Sun Tzu, autor de su magnífico “Arte de
la Guerra”. De Clausewitz siempre se
conoce aquello de “la guerra es la política por otros medios”; de Sun Tzu,
“Conoce a tu adversario y a ti mismo y serás invencible. Si no te conoces a ti
mismo ni a tu oponente, serás derrotado en cada batalla.”. ¿De verdad conocemos a nuestros adversarios?
A nivel internacional, rotundamente no. Y a nivel doméstico, me temo que
tampoco. Y esa es la razón por la que nos van ganando. Para nuestra izquierda actual,
la política es la guerra por otros medios, invirtiendo a Clausewitz. Su
objetivo es la derrota y eliminación total de cualquier adversario, por los
medios que sea. Por eso se acusa de anticonstitucionalismo e incitación al odio
a la fuerza política más constitucional que hoy existe, Vox. Por eso amenazan
con ira y fuego e incendiar las calles si perdiesen las elecciones. Y por eso
manipularán lo que haga falta para no resultar vencidos en las urnas. Si no
tenemos en cuenta su verdadera naturaleza y les miramos por encima del hombro,
convencidos de que les vamos a ganar jugando como señores, jamás echaremos a
estos truhanes del poder.