Finalmente Vladimir Putin se ha decidido a atacar a Ucrania. En estos momentos, la información es limitada y es imposible saber el alcance de esta operación militar ni los avatares de su ejecución. Lo iremos viendo en las próximas horas y se despejarán las dudas.
Pero, de momento, algunas reflexiones:
1.- Ucrania no es un miembro de la OTAN y, por tanto, no
hay obligación alguna de apoyarla militarmente tras sufrir una agresión. Sería
distinto si Putin hubiese invadido los países bálticos, por ejemplo. Allí, la
solidaridad aliada sí cuenta y todos los miembros de la Alianza se verían
comprometidos por su artículo 5 de defensa colectiva.
2.- Las obligaciones de la OTAN con un país no miembro
son las que estimen los aliados caso a caso. Así, la OTAN atacó a Serbia para
proteger a la población de Kosovo, fue a Afganistán en solidaridad con los
americanos y acabó con el régimen de Gadafi para evitar un supuesto genocidio
sobre Bengasi.
3.- No podemos olvidar que la OTAN, esa organización
militar permanente creada por Harry S. Truman al comienzo de la Guerra Fría,
desde que cayó la URSS en 1991 ha estado buscando desesperadamente un sentido
para sobrevivir. Ese nuevo propósito vital fue, al principio, las llamadas
misiones de apoyo a la paz, como en los Balcanes, de pacificación y
reconstrucción, como en Afganistán, o de cambio de régimen, como en Libia. Lo
común a todas ellas fue elintervencionismo aguerrido de una organización que se
había quedado sin su razón de ser -disuadir la URSS- pero que se negaba a
desaparecer. La OTAN bombardeó en los Balcanes porque lo necesitaba
burocráticamente, no estratégicamente. En Ucrania, vuelve a vivirse esta
situación: la OTAN, obsoleta según Trump y en parálisis cerebral según Macron,
vuelve a encontrar a su villano preferido, el Kremlin, y deja las chorradas
-políticamente correctas- en las que estaba derivando como la lucha contra el
cambio climático.
4.- Ucrania es un país singular y está en la encrucijada
entre la Europa Occidental y Rusia. Sólo ha disfrutado de una plena
independencia recientemente y su democracia está lejos de equipararse a las
occidentales. Precisamente la falta de una cultura democrática es lo que ha
alimentado que sus dirigentes políticos busquen objetivos maximalistas y
rechacen con frecuencia el entendimiento y la negociación. Históricamente Rusia
ha tenido mucho más interés por el destino de Ucrania que Occidente. Hasta
China nos supera con sus inversiones allí.
5.- Putin invadiendo un país soberano ha pisoteado el
principio sacrosanto del orden liberal salido de la Segunda Guerra Mundial de no
modificar las fronteras por la fuerza ni iniciar una guerra que no fuera
puramente defensiva. Estos principios recogidos en la Carta de la ONU fueron
refrendados en París en el acuerdo firmado con Rusia en 1991. Dicho lo cual,
una cosa son los principios y otra la realidad. De hecho, Rusia ha acusado a
los occidentales de olvidarse se esos principios cuando les ha convenido, como
en la ex-Yugoslavia. Allí la intervención militar de la OTAN fue de elección
voluntaria, no por necesidad.
6. Hace años, Henry Kissinger propuso acordar un estatuto
especial para Ucrania basado en el reconocimiento de su soberanía nacional y en
el sostenimiento de un régimen de neutralidad. Económicamente a Ucrania podía
relacionarse libremente tanto con la UE como con Rusia (o con quien quisiera),
pero militarmente debía permanecer neutral. Esa sería la única fórmula para que
Ucrania dejase de ser un terreno de confrontación para convertirse en un puente
entre ambos lados. Lejos de favorecer esta opción, la OTAN eligió el camino opuesto:
prometer a Ucrania una progresiva asociación con la vista puesta en la plena
participación en unos cuantos años. El sentido estratégico de una perpetua
ampliación geográfica de la Alianza es nulo, pero psicológicamente la
organización necesita ser percibida como atractiva e interesante para cuantos
más mejor. De hecho, tras la primera ola de ampliación a los centroeuropeos, la
Alianza ha dado entrada a consumidores netos de seguridad, no a contribuyentes
de nuevas capacidades, que es lo que debería haber buscado.
7.- No cabe duda alguna de que la actual situación la ha
generado el Kremlin ni de su disposición a defender sus intereses incluso con
el uso de la fuerza. Pero es más que probable que se hubiera podido desactivar
diplomáticamente si Estados Unidos y Europa hubieran reaccionado de otra manera
y no con una retórica belicista y agresiva. De hecho, se puede afirmar que la
reacción inicial de la Casa Blanca tiene que ver más con la caída de la
popularidad de Joe Biden que con la seguridad de Ucrania. Y la UE ha
reaccionado desde el puro seguidismo a Joe Biden y sin reflexión estratégica
alguna. El problema de la retórica occidental es que ha resultado hueca. Las
palabras valen poco contra los carros de combate.Y ya sabemos que, encuesta
tras encuesta, ni los americanos ni los europeos están dispuestos a morir por
Kiev. El problema es que el recurso a las sanciones, el arma de quien no quiere
tener que recurrir a las armas de verdad, nunca ha dado resultados en el
espacio de tiempo adecuado. Al contrario, suelen agravar y enquistar la
situación. La amenaza de castigar personalmente a Putin en su bolsillo no le ha
detenido, sino que ha acelerado la puesta en marcha de sus planes.
8.- Los objetivos de Putin son políticos y estratégicos:
desde lograr la independencia de las provincias rusas del este de Ucrania a
instaurar un gobierno en Kiev más sensible a sus intereses. Estratégicamente,
impedir la otanizacion de Ucrania y dejar claro que Rusia tiene una zona de
influencia donde los occidentales poco pueden hacer o decir. Y mucho menos
promover el cambio de régimen como en Bielorrusia.
9.- ¿Y ahora qué? Mucho depende de cómo se desarrolle
esta operación militar, del tiempo que se lleve y del número de bajas que se
produzcan. Pero asumiendo una victoria relativamente rápida de las tropas
rusas, lo único que puede y debe hacer la OTAN es dejar claro que sus fronteras
son seguras y que Putin no puede provocar un efecto dominó en los países que
una vez estuvieron bajo la bota soviética. Pero poco más.
10.- En España, Pedro Sánchez quiere la inmortalidad de
su foto de las Azores. Aunque dicha foto tenga que ser en los baños de la OTAN
si con ello logra estar al lado del presidente americano 30 segundos. Su
interés por el respeto al derecho internacional ya lo dejó claro con la visita
ilegal de Delcy Rodríguez a nuestro suelo. El hasta ahora llamado líder de la
oposición, Pablo Casado, no dudó ni un nanosegundo en solidarizarse con el
ardor guerrero y Atlantista de Sánchez. Es de suponer que su sucesor seguirá
sus pasos en esto. Y, sin embargo, España debería mantenerse neutral ante el
conflicto en Ucrania.
11.- En primer lugar, porque nuestros intereses
nacionales directos no están en entredicho; en segundo lugar, porque nuestra
responsabilidad con los aliados de la OTAN no nos exige ninguna contribución
militar directa. Ni siquiera aunque se invocase el artículo 5, que solo
establece que los estados miembros auxiliarán al agredido de la forma en que
estimen conveniente; y tercero, porque devolver a Ucrania al status que tenía
está muy por encima de nuestras capacidades. El único terreno donde podríamos
jugar algo sería el político. ¿Estamos dispuestos a perder nuestras relaciones
con Rusia por Ucrania? Alguien tendría que preguntárselo y responder con sinceridad.
12.- La OTAN y Occidente se equivocaron profundamente al
final de la Guerra Fría. Se creyeron que la habían ganado aunque la realidad es
que lo que sucedió fue que la URSS implosionó. No fueron los alemanes
occidentales quienes derrumbaron el Muro de Berlín, sino los del Este. Por Bonn
todavía seguiría viva la URSS. El pecado Atlántico fue considerarse vencedores
absolutos y, en la estela de la mayoría de vencedores, despreciar al derrotado.
Lejos de integrarlo, se optó por su sumisión. Solo que esa sumisión era
humillación para los gobernantes rusos. Y como cualquier humillado, el rencor y
la venganza pasa a ser un objetivo central en sus vidas.
13. El problema no es Ucrania, sino Rusia. Occidente pasó
de la confrontación y la disuasión al desprecio y a la falta de atención.
Generosidad y entendimiento estaban fuera de lugar. El mundo era unipolar y los
valores occidentales, de aplicación universal. Pero ya sabemos que eso fue un
espejismo y que hoy estamos en un orden multipolar y caótico a nivel mundial.
Si volvemos a la confrontación, lo que nos espera es la jungla y la ley del más
fuerte, porque Occidente, simplemente, ya no es lo que era. El único intento
reciente de recomponerlo, fortaleciendo la identidad nacional (de Donald
Trump), fue derrotado por nosotros mismos. Desarmados, material y
psicológicamente, malamente vamos a triunfar en un mundo en el que la fuerza se
impone. De ahí que tengamos que dar cuanto antes con un nuevo marco de
principios que todos, incluido Putin, respeten. Aislar a Rusia es arrojarla en
los brazos de China y eso es algo que todavía nos interesa menos.
14.- España no debe sobre reaccionar ante esta agresión,
sino con la mesura que nuestros intereses nos aconsejan. Una política de
neutralidad, hoy por hoy, es lo más sensato y lo que menos nos perjudica a
medio y largo plazo.