En representación de la Universidad de Brasilia, he participado de la misma, encontrando, sin embargo, un clima totalmente distinto al que se esperaba.

En vez de proponerse a recibirla, los empresarios brasileños querían prestar ayuda internacional. Para espanto de los organizadores de la región, que no tenían idea de cómo practicar esta inversión.

Me acuerdo haber sugerido en esta oportunidad algo que he repetido desde entonces en varias reuniones sobre el tema: habría que proponer un sistema triangular de cooperación internacional. Los países centrales pondrían la plata, los países subdesarrollados propondrían los programas de ayuda y los países en desarrollo, como Brasil, entrarían con los técnicos y en gran parte el proyecto.

Estas tesis encontraron apoyo entre responsables de la cooperación japonesa y europea, pero no se han convertido en políticas oficiales.

Una razón muy fuerte para esto es el hecho de que las políticas de cooperación son criadas en general para proteger los científicos, humanistas y técnicos de los países patrocinadores de la ayuda. Se trata de valorar sus propios cuadros, ayudar a su propia gente para difundir la cultura, los hábitos, las especificaciones técnicas que crean demanda de los productos de la economía conocida del técnico, las preferencias de mercado de los países centrales.

Desde la Segunda Guerra Mundial los países colonizadores y centrales en general descubrieron teórica y prácticamente las ventajas de la ayuda internacional como instrumento de desarrollo de sus propias economías. El punto 4, el Plan Marshall, el Exibank, fueron aparatos creados con esta tarea. Posteriormente, organizaciones multilaterales como el Banco Mundial y el FMI se mostraron también eficaces motores de divulgación, expansión y venta de productos. Los préstamos condicionados a la compra de productos en determinados países fueron objeto de largas disputas en los años 50 y 60, hasta ser asimilados definitivamente como práctica "legítima" en las organizaciones internacionales.

En el momento actual, los países periféricos de desarrollo mediano o semiperiferias se encuentran en una situación privilegiada para ocupar el rol de los países centrales en el sistema de ayuda internacional.

De un lado, como lo hemos visto, ellos se encuentran en este momento con recursos financieros mayoritarios en la economía mundial. Si consideramos a China, tendremos más de un trillón (o billones en español ) de dólares a disposición de estos países hoy paralizados bajo la forma de reservas internacionales de bajísima remuneración.

Un aumento de la ayuda de estos países abriría camino para la toma de créditos en estos países o en bancos multilaterales como el Banco Sur que planean crear Venezuela, Argentina y ahora Brasil.

En segundo lugar, la tecnología mediana, como la ingeniería civil, se ha deteriorado en los países centrales y aún tiene fuerte tradición en países como Brasil. La aviación de pequeño porte ha desaparecido del centro de preocupaciones de las economías competidoras en el sector de la construcción aérea, tecnologías medianas de varios tipos granan desarrollo en los países semiperiféricos, creando excelentes oportunidades de cooperación tecnológica.

En tercer lugar, países como Cuba han sabido convertir sus desarrollos como prestadores de servicios sociales (sobre todo en medicina social y en educación), a base de intercambio. Además de los varios casos de cooperación unilateral que ofrece Cuba a países que necesitan su conocimiento y asistencia para los mismos, han realizado acuerdos a base de intercambio con Venezuela, que cambia petróleo por asistencia técnica cubana. Los venezolanos están desarrollando técnicas parecidas, utilizando sus divisas pero cobrando muchas veces a precio más bajo que el mercado mundial.

Están surgiendo pues varias modalidades de ayuda internacional, sobre todo sur-sur, que pueden ser sistematizadas y convertidas en una neuva fase de la cooperación internacional. Quién sabe y estamos asistiendo a una vuelta completa en este fenómeno tan importante de la economía mundial.

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