El formato de la cita ha sido similar al de la que tuvo lugar el pasado año en Ekaterimburgo: se trata de encuentros informales al más alto nivel en los que estos cuatros países tratan de ir perfilando la agenda internacional que más conviene a sus intereses. En esta ocasión han reiterado la necesidad de una nueva arquitectura multilateral que refleje mejor la realidad que representan los BRIC y también su voluntad de buscar una alternativa al dólar como moneda de referencia. Pero un nuevo asunto ha tenido entrada en las discusiones: la seguridad nuclear.

En las actuales circunstancias, este último punto no puede disociarse de las discusiones sobre el programa nuclear iraní. Y aquí afloran divergencias que, previsiblemente, dificultarán la adopción de una posición común de los BRIC antes de que Naciones Unidas se enfrente a la adopción de un paquete reforzado de sanciones. Rusia está demasiado comprometida con Estados Unidos en el dossier iraní como para dar marcha atrás sin perjudicar sus intereses. Y, a juzgar por la cumbre celebrada en Washington, China no estaría lejos de alcanzar un acuerdo en el mismo sentido que Rusia. Brasil, por su parte, defiende prolongar el diálogo con Irán, más por abrir un espacio que acoja sus propias ambiciones de enriquecer uranio que por condescendencia hacia el régimen de Teherán.

Puede que la concertación informal de los BRIC se encuentre en algún momento con un límite insalvable, debido a las diferencias de toda índole entre los miembros de este grupo. De momento, sin embargo, han encontrado la fórmula para seguir avanzando en la concertación de sus intereses. Y el próximo año volverán a encontrarse, esta vez en China.