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11/12/2009 | 'No se puede declarar la guerra a los tornados'

Diego Enrique Osorno

Jon Lee Anderson es de los periodistas que más guerras han vivido para contarlas. Además, biografías y perfiles de personajes de la historia reciente como Ernesto Che Guevara, Fidel Castro, El Rey Juan Carlos y hasta Hugo Chávez forman parte de su acervo.Nos encontramos un sábado en el antiguo Convento de Santo Domingo de Oaxaca, donde ha llegado luego de un periplo por aeropuertos iniciado hace tres días en Guinea.

 

En el país africano ha estado investigando a un dictador sobre el cual escribirá pronto un perfil para la revista The New Yorker, de cuyo mítico staff de reporteros forma parte.

DEO: En México ahora usamos mucho la palabra guerra. ¿Qué es la guerra, qué significa la palabra para alguien como tú, que la ha presenciado tanto?

JLA: Es el asesinato organizado por parte de actores políticos. Cuando un estado declara la guerra quiere decir que no va a proseguir con la política ritualizada; es decir, la política es la guerra ritualizada pero sin muertes. Cuando se van a utilizar instrumentos que causan la muerte a otros, es entonces el asesinato legitimado por la sociedad, con excusas ya sea religiosas, nacionalistas o con una combinación de las dos.

DEO: ¿Se puede declarar una guerra a un fenómeno como el narcotráfico?

JLA: Depende dónde.

DEO: Aquí en México.

JLA: Entonces es como Bush, que declaró la guerra contra el terrorismo, la guerra a un fenómeno; es un poco como declarar la guerra contra los tornados o los sauces. Los sauces probablemente podrías lograr talarlos a todos, a los tornados es más difícil, pero el tornado es un poco comparable a un fenómeno como el narcotráfico o el terrorismo. Declararle la guerra a un fenómeno es una formulación política de una intencionalidad. Lo hizo en su momento Bush con el terrorismo, después del 11 de septiembre, y hubo consecuencias desastrosas. Ya se ha hecho antes. Me olvido ahora quién fue el primer mandatario estadunidense que declaró una guerra contra las drogas, pero me perece que fue Reagan.

DEO: Tenemos en México un presidente que se viste como militar y que habla de una guerra contra el narco de manera literal. ¿Qué crees que piensan los políticos cuando usan estos términos?

JLA: Sin intentar escatimar palabras, me siento desenchufado de la realidad mexicana. Entiendo desde lejos que ha habido una escalada de violencia en México a raíz de esta ofensiva, la cual ha provocado una contraofensiva por parte de los narcotraficantes contra el Estado. O quizá sea más bien una guerra interna, es decir, entre estancias del estado corrupto; no sé, no me consta nada, no me siento capacitado como para definir los por qué ni las motivaciones de los políticos mexicanos en torno a este tema.

DEO: ¿Cómo tratar el miedo en estas situaciones de conflicto como ciudadano y periodista?

JLA: Sería de suponerse que la sociedad civil se levantaría ante tanta violencia a reclamar un estado de derecho por parte del Estado, que es lo que parece que ha fallado, ha provocado muertes y este ambiente tan nefasto que están experimentando los mexicanos. El miedo es natural. Los seres humanos somos iguales en todas partes, es decir, si somos padres de familia; lo primero en que pensamos es en cuidar de los chicos, que estén bien. Y andamos con un terror existencial mientras dura un estado de conflicto de guerra; una situación como la que está experimentando México.

Sería de suponer que en esta situación, el miedo de los ciudadanos, sobre todo en los lugares más golpeados, provocaría nuevas plataformas y corrientes políticas de personas preocupadas tanto por la incapacidad del Estado para frenar esta oleada de violencia como por una situación de guerra sin fin, sin que el estado emerja como vencedor o ganador.

DEO: ¿Qué consejo puedes darles a otros periodistas?

JLA: Esto es muy preocupante porque no solamente ocurre aquí. Los mismos narcos son hostiles a los periodistas. En la mayoría de estos casos nosotros somos vulnerables, somos los más expuestos al peligro. Sin los periodistas la sociedad se pierde, no hay estado de derecho, entonces los dos bandos, el oficial y el narco, abusan del terror ciudadano y de la ignorancia para promover cada quien lo suyo.

Comparable a esta situación está el caso de Colombia, que también experimentó su guerra de los narcos contra el Estado en la época de Pablo Escobar. O bien se compraba a los periodistas o los mataban. Hoy en día hay un presidente en Colombia que desconoce la legitimidad de la insurgencia en su país por haberse inmiscuido ésta en el narcotráfico, y los guerrilleros son reducidos a una etiqueta de narcoterroristas, la cual puede ser que sí, aunque a nadie le consta porque el colombiano promedio desconoce la realidad en la selva. Tengo un colega que es uno de los pocos periodistas colombianos que tiene las agallas para salir al monte a verificar lo que está pasando…

DEO: ¿Cómo se llama?

JLA: Se llama Hollman Morris, es documentalista; ir al monte le ganó una reprimenda pública por parte del presidente Uribe, quien le dijo cómplice del terrorismo, lo cual le ha valido una especie de condena por parte de organizaciones de derechos humanos a Uribe, pero estas organizaciones tampoco amparan a los periodistas. La verdad es que sabiendo lo que ha hecho el Estado colombiano a través de los años en su afán de acabar con su problema insurreccional, un periodista colombiano sí tiene por qué sentir miedo y debe saber cómo cuidarse la espalda. No hay un ambiente de claridad en torno a si es posible o no cruzar la raya y cubrir el otro lado.

Yo como periodista amigo de periodistas de otros países considero que es sumamente importante saber lo que está ocurriendo en un conflicto, porque sin los elementos de juicio para valorar en dónde están los ciudadanos, ¿cómo van a opinar éstos? ¿Cómo van a presionar a sus mandatarios para que atenúen políticas que han llevado a la guerra? La voz del ciudadano se apaga si nosotros somos apagados o si nos cohibimos.

Algo que quiero agregar es que una cosa particular es hablar como periodista internacional. A mí a lo mejor me vendría más fácil entrar y salir de México o de Colombia, pero para un reportero mexicano es más difícil estar en su propio país. El periodista está expuesto a que uno u otro bando le consideren parte del conflicto y por ende matable.

DEO: El gobierno, a su manera, presiona para que el periodismo asuma su voz en un momento como éste.

JLA: Y así asume un papel en lo que es la guerra psicológica de un bando.

DEO: En Colombia se piensa que los narcotraficantes tenían cierto interés en salir bien políticamente; Pablo Escobar fue diputado, muchos escribieron libros, pero aquí prácticamente no sabemos qué pasa en ese mundo que retratamos, ¿cómo podemos hacerlo desde el punto de vista periodístico, qué se puede hacer para equilibrar la información en torno al narco?

JLA: Quizá explorar las secuelas del fenómeno en la sociedad misma, buscar formas periodísticas innovadoras para explorar la situación y explayarla ante la ciudadanía, porque meterte en el monte donde operan los narcos sin su visto bueno es casi una crónica de una muerte anunciada, y hacer un acuerdo previo con ellos probablemente es similar a lo que hacen los periodistas que lo único que siguen es la orientación del gobierno. Es decir, servir a sus intereses. El periodista está en una situación muy difícil porque puede terminar como mensajero de los bandos en conflicto. Yo buscaría formas más narrativas de explorar lo que está ocurriendo en la sociedad. Ir más allá de los actores, quizá con la gente afectada, ver la forma en que la sociedad va cambiando a consecuencia de la guerra; pero no hay una solución, las guerras imponen dificultades, no soluciones.

Cada guerra impone su patología y en ciertos aspectos la situación mexicana es parecida a la posición de la mayoría de los periodistas en el mundo en torno a Al Qaeda: a los gobiernos occidentales no les gustaría que entrevistáramos a terroristas de Al Qaeda, aunque no nos condenarían si lográramos una entrevista con Bin Laden. A la vez, Al Qaeda no nos busca para dar entrevistas, tienen algunos “gatos” a quienes entregan entrevistas de vez en cuando y uno queda después con un sabor amargo.

Por algo Al Qaeda decidió escoger al canal árabe Al Jazeera para entregar los videos snuff de la decapitación de rehenes. Al Jazeera se quedó diciendo “nosotros no estamos aquí para informar”, y con un guiño a los parientes de las víctimas, decidieron no mostrar el momento de la decapitación, pero sí los momentos previos de su angustia. Es preocupante, no hay una respuesta fácil a estas situaciones que estamos viviendo.

DEO: ¿Qué historia te gustaría contar de México?

 

JLA: Nunca he reporteado en México. Para mí México, la política mexicana, es lo complejo, lo difícil, lo subterráneo, lo escondido; es un poco como el Kremlin de la época de la URSS o quizá también de hoy en día. Es decir, es un país donde uno ve la consecuencia de la política: los gobernadores mexicanos siempre están declamando en público, el presidente también, pero hay una política subterránea en México que hace brotar cosas inverosímiles y muy violentas, que siempre me han hecho pensar que aquí hay arena movediza; aquí el Estado sí tiene la cabeza fuera pero el cuerpo escondido. Los lazos entre lo legítimo y lo ilegítimo en México siempre me han parecido demasiado entrelazados y esta guerra así lo demuestra.

Milenio (Mexico)

 


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