El EPR, junto con las FARC, es el grupo guerrillero más antiguo de América Latina. Ha librado, a la par de su guerra contra el Estado, otra contra sus propios camaradas. Este es el testimonio de sus fundadores.
Al sur
de México, en la Oaxaca de los años sesenta, a un pequeño grupo de jóvenes que
por la mañana trabajaban como burócratas en la Secretaría de la Reforma Agraria
y por la tarde formaban parte de la Liga Leninista Espartaco (LLE), los sueños
revolucionarios de la década se les metieron en la cabeza. Buscaron campesinos
para asesorarlos en la lucha por la tierra, reclutaron estudiantes para tareas
de agitación y empezaron la organización de obreros y colonos inspirados en los
aires de la doctrina de liberación nacional, que por entonces recorrían América
Latina. El triunfo de la revolución cubana en 1959 y la guerra estadunidense
iniciada en Vietnam en 1964 fueron el telón de fondo para la creación de su
organización clandestina que, casi medio siglo después, continúa operando bajo
el nombre de Ejército Popular Revolucionario (EPR), el grupo guerrillero más
antiguo de México y del continente americano junto con las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC).
En sus
47 años de historia, la organización político-militar que, en contraste con el
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), fue definida por el gobierno
del PRI e incluso por analistas independientes como “la guerrilla mala”, tuvo
otros dos nombres antes de usar el de EPR. Los jóvenes que fundaron el grupo
—en buena parte miembros de la familia Cruz Sánchez, originaria del centro
histórico de la ciudad de Oaxaca— inicialmente lo nombraron Organización Revolucionaria
Clandestina (ORC).
UN POCO
DE HISTORIA
Un
extenso e inusual documento emitido por la Comandancia General del grupo,
titulado “Un poco más de historia”, relata el origen y el transcurrir de la
agrupación armada, cuyo histórico hermetismo le ha permitido seguir operando en
el país, como sucedió de forma notoria en 2007 y 2008, cuando realizó una serie
de actos de sabotaje contra instalaciones de Pemex sin que, hasta la fecha y
pese a los amagos públicos del presidente Felipe Calderón, haya sido detenido
uno solo de los participantes. En la acción exigían la presentación de sus
militantes desaparecidos, Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Cruz Sánchez, éste
último hermano de Tiburcio Cruz Sánchez, fundador y actual líder eperrista.
Los
otros fundadores del grupo armado, que hoy tienen poco más de 60 años, desde
sus primeros días guerrilleros tuvieron como táctica relacionarse con la mayor
cantidad posible de luchas sociales del sur del país, aunque desde entonces
preferían permanecer detrás de los reflectores, “o sea sin aspavientos ni
actitudes histriónicas, sin importar que los que estaban a la cabeza de sus
organizaciones se llevaran el prestigio y las palmas”. Su objetivo era sembrar
las semillas de la revolución al organizar el descontento que existía. El grupo
comisionaba a ciertos militantes para estar en cualquier movimiento que
surgiera, sin importar que fuera del Partido Comunista Mexicano (PCM), la LLE u
otras organizaciones.
Uno de
sus primeros éxitos dentro del mundo de la izquierda subterránea fue el haber
impulsado la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), en
Guanajuato, estado en el que, debido a la importante ascendencia de los
cristeros, algunos dirigentes comunistas del Distrito Federal creían que no se
podía hacer nada.
Sin
embargo, el núcleo eperrista pudo hacer mítines, manifestaciones, recolectar
dinero por medio de boteo y ayudar a que crecieran organizaciones juveniles de
izquierda en el Bajío, algo tan sobresaliente como ver orquídeas en el
desierto. En otros estados pudieron adquirir posiciones de influencia en
federaciones estudiantiles, donde reclutaron a nuevos miembros que aunque
públicamente se asumían como priistas les decían a los eperristas que ellos
iban a transformar al PRI desde dentro, lo cual hizo que se ganaran el apodo de
Los dentristas.
Los
jóvenes guerrilleros viajaban por todo el país y se sumaban a luchas en las que
veían la posibilidad de esparcir la semilla revolucionaria. El primer
movimiento importante en el cual participaron fue uno acontecido en la
Universidad Nicolaíta de Michoacán, donde pudieron establecer nuevos contactos
en escuelas normales rurales y universidades públicas. En esos días, el líder
Efrén Capíz fue aprehendido, por lo que los eperristas, mediante la CNED,
organizaron una Marcha de la Libertad que partió de Dolores Hidalgo,
Guanajuato, en la que demandaban su libertad. Los manifestantes avanzaron hasta
Valle de Santiago, donde el Ejército los esperaba. Los soldados se abalanzaron
sobre ellos y los subieron a decenas de autobuses. Los trasladaron a cuarteles
militares y, entre amenazas y cachetadas, les tomaron sus datos y luego los
dejaron en libertad.
En esa
ocasión, los eperristas fueron reprimidos no sólo por los soldados, sino
también por sus propios compañeros de marcha, quienes los increparon por repartir
las tesis de Ernesto Che Guevara entre los manifestantes. Tras abandonar la
prisión, los jóvenes eperristas sostuvieron una reunión con la cúpula del PCM,
en la cual los dirigentes se burlaron de ellos llamándoles
anarco-castro-guevara-aventureros. La separación de los eperristas de los
sectores de la izquierda más conocida (que hoy forman parte del PRD o apoyan al
EZLN) comenzó allí, y se ahondó luego de Tlatelolco en 1968, cuando los
eperristas ya eran catalogados como “ultras”. El núcleo se refugió en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), y trató de aumentar su presencia en las universidades de Oaxaca,
Guadalajara, Morelia y Sinaloa. Cuando se incrementó la represión tras 1968,
los eperristas tuvieron que dejar las universidades y se fueron a trabajar en
pequeñas comunidades rurales, en muchas de las cuales aún cuentan con un
respaldo que ha permitido que ninguno de sus dirigentes fundadores sea
detenido.
LOS
SETENTA: LA ORCUP
En los
años setenta, el núcleo eperrista se alió con otro pequeño grupo de nombre
Unión del Pueblo, en el que había jóvenes que se pronunciaban por la lucha
armada. La Organización Revolucionaria Clandestina pasó a ser la: Organización
Revolucionaria Clandestina-Unión del Pueblo (ORCUP). En esta nueva fase formó
el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y enfocó su trabajo en repeler
organizadamente a grupos paramilitares de la Federación de Estudiantes de
Guadalajara (FEG) y en la creación de bufetes jurídicos populares para asesorar
legalmente a campesinos. En ese entonces, en el mundo de la izquierda
subterránea, los eperristas ya no eran tildados de “ultras”, sino como
“policías de la CIA”. Un grupo llamado Movimiento de Acción Revolucionaria
(MAR) formó un comando para asesinar a los fundadores eperristas, aunque nunca
lo consiguió. Ante la persecución gubernamental y la de otros grupos
subversivos, los eperristas apuntalaron todavía más su vida clandestina: sus
integrantes fueron acusados de ser miembros infiltrados del ORCUP, como si
efectivamente fueran agentes enemigos pertenecientes a la CIA.
La Liga
Comunista 23 de Septiembre, la agrupación más consolidada de esa década,
determinó en su momento que los eperristas tenían que ser ajusticiados por ser
una tendencia “campesinista” y por colaborar con la policía. Para revertir
esto, los eperristas buscaron al dirigente de la Liga, Ignacio Salas Obregón,
Oseas, con quien fumaron la pipa de la paz.
A la
par, mediante el nombre de ORCUP los eperristas alentaron el desarrollo de
escuelas populares. Entre los militantes más destacados que murieron en esa
década se encuentra Joel Silva Aréstegui, apodado El Panterita, torturado,
asesinado y desaparecido. Otros fueron Gastón Erudiel y Ricardo Pérez
Hernández, muertos en diferentes circunstancias. Fue en estos años cuando los
eperristas montaron la mayoría de sus escuelas de educación política militar, a
donde asistían tres o cuatro organizaciones y grupos.
A
finales de los setenta, los eperristas se reunieron con otro grupo de guerrilleros
que habían estado al lado de Lucio Cabañas cuando éste cayó durante un
enfrentamiento con el Ejército en las montañas de Guerrero. Aunque habían
militado en las filas del grupo de uno de los líderes míticos de la guerrilla
contemporánea en México, los integrantes del Partido de los Pobres desconocían
lo que era un lineamiento político y el estudio de la filosofía marxista. De
acuerdo con los fundadores eperristas, les dieron sus documentos para que los
leyeran y discutieran un proyecto en común. Al final, varios de los
guerrilleros campesinos se sumaron al núcleo eperrista.
LOS
OCHENTA: PROCUP-PDLP
En 1981
se dio la integración formal de los colaboradores de Lucio Cabañas al EPR. Esto
se dio a conocer en una entrevista con el periodista Mario Menéndez Rodríguez,
de la revista ¡Por esto!, en la cual los eperristas se presentaron ya no como
una organización sino como un partido. Así como aumentaba el número de sus
integrantes, crecían las siglas que los identificaban: Partido Revolucionario
Obrero Clandestino-Unión del Pueblo-Partido de los Pobres (PROCUP- PDLP).
Pero
siguieron siendo satanizados. “Decían que no existíamos, haciendo eco de ello
la mayoría de los medios de difusión conjuntamente con los articulistas; los
que nos calumniaban no sólo nos difamaban sino también destruían nuestra
propaganda en las manifestaciones, acusándonos hasta de sus propias desgracias
personales; pero ahí estábamos”. En este proceso, los eperristas acusaron al
resto de los miembros de la izquierda radical de oportunistas. “Muchos de ellos
lo fueron y el tiempo nos dio la razón”.
Durante
las insurrecciones de Nicaragua y El Salvador, los eperristas apoyaron no sólo
con presencia sino también discutiendo con sus representantes sobre estrategia
y táctica militar y política. Pero también exportaron a Centroamérica sus
desencuentros con la izquierda. En El Salvador se pelearon con las Fuerzas
Populares de Liberación debido al asesinato de Mélida Anaya Montes, la
Comandante Ana María, y del suicidio de Salvador Cayetano Carpio, el Comandante
Marcial, así como por el nombramiento de un miliciano de nombre Pedro en la
Agencia de Noticias Salvadoreña SalPress.
LOS
NOVENTA: EPR Y SUS DIÁSPORAS
A
principios de los noventa, los eperristas decidieron concentrar sus esfuerzos
revolucionarios en Guerrero. Militantes de distintas partes del país fueron
enviados a reforzar la lucha que se daba ahí, y lo que encontraron fue una gran
falta de trabajo político en las zonas rurales, así como violaciones
sistemáticas de los lineamientos del grupo por parte del comisionado nacional y
de un dirigente del comité estatal. De acuerdo con los fundadores eperristas,
las comunidades no estaban estructuradas, las columnas guerrilleras estaban
separadas de las comunidades y pocas familias colaboraban con ellos. Durante
esta etapa se empezaron a dar choques entre los eperristas enviados y los
locales de Guerrero, que de acuerdo con los fundadores fueron “resultado de una
forma sociológica de ser y del nulo trabajo de formación política e
ideológica”.
Pese a
ello se empezó a levantar el trabajo y se fue desarrollando el lineamiento de
la comandancia eperrista, a la vez que se organizó a pueblos enteros y se implementaron
normas estrictas de clandestinidad. El primero de enero de 1994, el alzamiento
del EZLN en Chiapas no tomó por sorpresa a los eperristas, ya que desde años
anteriores los zapatistas ya eran conocidos por la base del EPR. Proletario, el
periódico clandestino del grupo, se repartía en comunidades indígenas y, según
los fundadores eperristas, fueron unos militantes de la organización los que
derribaron la estatua de Diego de Mazariegos en Chiapas, conocido como el gran
acto público que precedió el alzamiento armado de los zapatistas.
Como
dictaba la línea original eperrista, el grupo hizo algunas acciones armadas en
apoyo a los zapatistas con el fin de detener la ofensiva militar del Ejército
mexicano, pero en los meses siguientes el subcomandante Marcos se desmarcó del
grupo. “¡Oh, paradoja! nuestra solidaridad no fue bien recibida; tampoco nos
quisieron, nos regañaron, y como perritos pateados, para no provocar un mayor
ensoberbecimiento en su actitud, no continuamos, porque como siempre —y ya tendrán
la oportunidad de leerlo en las entrevistas— a veces nos hemos pasado de...
bondadosos”. Cuando los zapatistas convocaron a la Convención Nacional
Democrática, algunos eperristas que llegaron a Chiapas no fueron bienvenidos.
Se les acusó de lucrar con el nombre del EZLN.
Al año
siguiente, los eperristas aceleraron el proceso de organización en Guerrero,
luego de que la policía estatal asesinó, el 28 de junio de 1995, a 17 miembros
de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), que no eran militantes
pero que simpatizaban con la causa.
Poco
tiempo después el grupo cambió de nuevo su nombre: de Partido Revolucionario
Obrero Clandestino Unión del Pueblo-Partido de los Pobres (PROCUP-PDLP), se
convirtió en el Ejército Popular Revolucionario (EPR). Algunos consideraron que
era la oportunidad de intentar borrar la historia negra del grupo y estar en la
cresta de la ola, en los medios, con los intelectuales, analistas y académicos;
otros argumentaron que habían quedado en la orfandad supuestamente teórica
desde la caída del muro de Berlín y de la URSS, y decían que no debía
mencionarse la palabra “socialismo”.
Lo que
sí acordaron fue el cambio de nombre, con el objetivo de “engañar al enemigo y
para que el pueblo creyera realmente lo que estábamos planteando”. De acuerdo
con los fundadores eperristas, se inventó que el EPR era la alianza de 14
organizaciones, cuando en realidad eran las estructuras del PROCUP-PDLP.
El 28 de
junio de 1996, un año después de la masacre de Aguas Blancas, se hizo la presentación
pública del EPR, y el 28 de agosto de ese mismo año el EPR lanzó una ofensiva
fracasada en Oaxaca y Guerrero. Para justificar esta derrota, que provocó
detenciones y represión en regiones donde tenían amplia base social, los
fundadores eperristas literalmente dicen: “En el transcurso del desarrollo de
los planes partidistas se empieza a descubrir que algunos responsables de los
estados mentían porque —dentro de su lógica— según la cantidad de supuestos
cuadros que tenían eran sus necesidades y las teníamos que satisfacer, se
descubrió que algunos de éstos estaban satisfaciendo sus necesidades personales
y que no vivían de una manera austera o como algunos otros compañeros que casi
vivían miserablemente, sino que su vida la satisfacían con la francachela, amén
de otras situaciones de corrupción. Eso va agudizando la crisis porque para
esconder todo esto se amparaban en una supuesta posición política, por la
facilidad que había dado el partido de ampliar el comité central, pero la
mayoría de los integrantes no respondía a tener la capacidad ni la disposición
de serlo, creyendo que al serlo iban a tener prebendas y desahogos económicos,
pero al estar dentro del CC, ven el trabajo, el esfuerzo, la discusión y la
disposición de trabajo y se amparan en una supuesta intención de horizontalidad
para poder hacer, sin consultar a nadie, situaciones que se podían hacer,
siempre y cuando participara la seguridad del partido (su inteligencia), y va
haciendo cada quien lo que le satisface personalmente, violando principios
hasta llegar a ‘ajusticiar’ a personas que creyeron eran policías”.
El
fracaso de la ofensiva derivó en una crisis interna y en la primera diáspora
importante del eperrismo: Jacobo Silva Nogales, el Comandante Antonio, abandonó
la organización junto con otros dirigentes eperristas de Guerrero, con quienes
fundó el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), el cual se quedó
con el control de comunidades guerrerenses y oaxaqueñas. El siguiente éxodo
importante del eperrismo empezó en 1999, cuando un grupo de los militantes
mejor entrenados militarmente decidió crear una corriente independiente dentro
del EPR bajo el nombre de Tendencia Democrática Revolucionaria (TDR); pero en
los dos años siguientes la tensión aumentó y el grupo, conformado por cerca de
50 miembros conocidos en la izquierda subterránea como Los Rambos de la
guerrilla, dejó definitivamente el eperrismo.
EL NUEVO
SIGLO: “NO SOMOS ABSOLUTAMENTE PUROS”
Conforme
ha pasado el tiempo, tanto el ERPI como la TDR se han acercado más a las
posiciones del EZLN y el poder popular, al grado de que en 2006 anunciaron que
se sumarían a “La otra campaña”. En tanto el EPR, en diversos comunicados
emitidos en 2005 y 2006 y de cara a los comicios presidenciales, expresó un
reconocimiento especial a Andrés Manuel López Obrador y se pronunció a favor de
que los grupos guerrilleros estuvieran en donde están las masas. Pero una de
las diferencias notorias entre los eperristas y la TDR es la realización de
asaltos y secuestros como parte de la táctica guerrillera: mientras que los
eperristas rechazan en sus documentos estas acciones, el grupo escindido las
reivindica, e incluso se le atribuyó el plagio de Diego Fernández de Cevallos,
lo que provocó que el último comunicado emitido por el EPR en 2010 fuera una
crítica indirecta a la TDR por el uso de dicha táctica.
Gloria
Arenas Agis, quien formó parte del EPR y luego de la fundación del ERPI, relata
en el libro de John Gibler México rebelde —que publicará Random House-Debate en
julio de este año— que la escisión eperrista se debió, entre otras razones, al
discernimiento entre “grupo” y “movimiento” armados. Arenas, quien llegó al EPR
como parte del grupo que trabajaba en Guerrero, equipara lo vivido por su
equipo con lo que el subcomandante Marcos dice sobre el EZLN: “Uno llega de
vanguardia a elevar la conciencia de la gente, y la gente se va a unir a ti, tú
eres la vanguardia; tú vas a guiar a la gente y a tomar el poder. Esto choca
con las comunidades indígenas y sus tradiciones de democracia comunal, y
también choca con los movimientos sociales que han enfrentado asesinatos y
desapariciones y que ‘siguen’ peleando sin doblegarse ante el miedo. Teníamos
que cambiar nuestra idea de que los movimientos sociales son formas inferiores
de lucha y que los movimientos armados son formas superiores de lucha; y
teníamos que cambiar nuestra idea de que los movimientos armados iban a
aparecer en escena para guiar a los movimientos sociales”.
Sobre
sus antiguos aliados, los eperristas anotan: “La unidad fortalece, pero esa
unidad es sobre discusiones, sobre argumentos, porque no podrá ser por
rencores, y eso que nos han tratado de lo peor, porque también tenemos muchos
compañeros asesinados, porque nuestros indígenas no desean que les paguen el
maltrato o el racismo, ellos se han estado ganando un lugar con sus principios
y con sus capacidades para que sean respetados, porque se han dado cuenta que
no todos sus usos y costumbres son adecuados, que aunque hayan sido catequistos
—como decimos entre nosotros— no son ángeles ni querubines porque no somos
absolutamente puros, ya que estando dentro de un sistema como el nuestro,
también existen los que se enriquecen a costa de su propia gente, abigeos y un
sin número de actos delincuenciales porque se les ha hecho más fácil adoptar
los vicios del capitalismo que luchar contra él”.
En uno
de los tramos finales de su escrito “Un poco más de historia”, los eperristas,
“la guerrilla mala”, destacan: “Violamos un principio fundamental de nuestro
lineamiento político porque antes de tener una actitud ante el enemigo,
valiente y capaz, debemos tener una actitud ante la vida, para transformar al
mundo tenemos que transformarnos nosotros mismos en cada uno de nuestros actos
de la vida cotidiana, y eso intentamos, y decimos intentamos porque el
revolucionario solamente se sabrá si lo es o lo fue, hasta el último suspiro de
su vida”.
Esta
nueva guerra entre eperristas y sus antiguos camaradas podría añadir más
violencia a la que existe actualmente.