¿Por qué en campaña electoral Calderón nunca mencionó ni siquiera una sola vez que en caso de ganar las elecciones haría de la guerra contra el narco su prioridad como Presidente?

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“Los 16 mil muertos” no son tan sólo una cifra impresa en cientos de notas periodísticas. “Los 16 mil muertos” tampoco son extraterrestres, son personas que surgieron de esta sociedad en la que vivimos tú y yo, y en algún momento cruzaron cierta línea. ¿Por qué lo hicieron? Fueron ellos, pero realmente pudo haber sido cualquiera.

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La de Calderón es una “guerra fallida” por donde se le vea. Una prueba contundente del fracaso es Ciudad Juárez. A principios de año llegaron casi diez mil soldados y policías federales, y hoy la violencia y los asesinatos están peor que nunca en la historia de esta ciudad fronteriza. Jamás se acabará el narco si solamente se piensa en atacarlo con policías. No se trata de que el Gobierno deje de combatir al crimen, sino de que empecemos a discutir soluciones de fondo a un problema tan grave como el del narcotráfico.

Hay que salirnos de esta trampa retórica en la que nos encontramos ahora.

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Antes de que llegara Calderón a la Presidencia no había tanto miedo como lo hay hoy en muchos lugares del país. A los gobernantes que son sumamente cuestionados les gusta que los ciudadanos tengan miedo. Tras su vergonzosa toma de protesta el 1 de diciembre de 2006, Calderón ha usado el miedo para que la sociedad lo trate con respeto. Tarde o temprano el Presidente deberá asumir los graves costos de usar el miedo para legitimar su Gobierno. Nosotros los estamos padeciendo ya. A mí no me gusta vivir en un país con miedo.

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A pesar de todo, antes de que Calderón tomara las riendas del país había una situación más esperanzadora en México.

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La propaganda oficial nos convierte en tontos del poder. Por fortuna, hoy va creciendo la percepción crítica de que detrás de esta “guerra contra el narco” hay más oportunismo y cinismo político que una auténtica decisión de Estado por solucionar una problemática. Hace dos años, cuestionar la estrategia gubernamental equivalía a ser considerado aliado de los narcos o traidor a la patria.

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La historia dice que gobernar con la sangre siempre acaba mal.

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Es posible que el gobierno de Calderón acabe como el de Salinas de Gortari, quien tras los cuestionados comicios de 1988, se legitimó mediante varios golpes mediáticos como el de la detención de Joaquín Hernández Galicia La Quina. El Quinazo de Calderón es la “guerra contra el narco”. Esas cosas sirven a corto plazo, pero a la larga cobran facturas. ¿A quién haremos responsable del desastre que ha dejado la actual guerra contra el narco?

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A unos días de iniciado su Gobierno, en Michoacán, Calderón se puso camisola y gorra militar por la mañana, y en la tarde de ese mismo día se puso la camiseta de las Chivas. Si se trataba de legitimarse a como diera lugar, mejor hubiera usado a las Chivas en lugar del Ejército. Habría menos sangre esparcida.

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Hay que parar esta carnicería, esta ebriedad suicida. No hay que acostumbrarnos a vivir en un país con miedo. Recuperemos la esperanza.

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