Las escaramuzas, aunque ruidosas y estridentes, transcurren en silencio en poblados de Tamaulipas y Nuevo León. Un elemento de una corporación federal colaboró para el crimen organizado en la frontera noreste del país durante varios meses. Ahora es informante gubernamental que relata a las autoridades los pasajes de su vida mafiosa con el fin de ayudar a entender la situación de guerra que se vive a causa del enfrentamiento entre El cártel del Golfo y Los Zetas.
De viva voz, este es su relato:
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Sí. Lo que ustedes los periodistas de México escriben está bien, pero siempre me queda un sabor de boca raro después de leerlos. Como que les falta conocer mejor el Golfo. Leo lo que han hecho de Sinaloa, pero de ese cártel no sé mucho. Del otro cártel la historia si me la sé y para allá vamos.
Lo primero que le voy a decir es que hay autoridades que hacen su trabajo y otras que no lo hacen. Yo soy de los que no lo hizo. Y me costó, como se dice en el otro lado, “one egg and half the other”. Yo apoyo la guerra del presidente Calderón y hay muchos militares que son honestos, pero hay otros hasta adentro. También hay militares que protegen a la gente sin saberlo. Solo atienden órdenes de sus mandos. Eso ya se sabe.
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Cuando el informante habla de Ciudad Miguel Alemán o Matamoros, se refiere como “el rancho”. Dice “la gente” y se refiere a los narcos. Platica de un zeta apodado “El 12”. Era tranquilo pero le encantaba el perico (cocaína), lo define. Tenía cuerpo atlético y tez blanca. Estaba joven y era galán, andaba de novio con la hija de un alto funcionario estatal. A “El 12” le sabe de un muerto que dejó tirado en el Rancho El Nogalito, a 5 kilómetros de la cabecera de Miguel Alemán. El cadáver se quedó varias horas hasta estar tieso como el cuero. No lo mató por asuntos de trabajo. Lo hizo porque metió de novio con su hermana, relata el informante.
Pero el muerto trabajaba como escolta de uno de los jefes de El Cártel del Golfo. Era una madresota, un peladón de casi dos metros, lo describe. Su muerte fue una de las tantas que hicieron crecer el odio entre la gente de Los Zetas y la de El Cártel del Golfo, hasta que estalló la guerra entre ambos grupos.
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No todos los zetas ni todos los cártel adoran a la Santa Muerte. Algunos son católicos. Había uno que cuando salía a matar decía: “Si dios está con nosotros, ¿quién está contra nosotros”.
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Los asesinatos que un sicario comete por cuenta propia a veces son castigados por algunos jefes zeta. Jaime González Durán, El Hummer, era muy estricto, antes de que lo detuvieran. Uno de sus hombres mató a un tipo porque pensaba que estaba enamorando a su esposa. Le dio cinco balazos, el último en la garganta, y después lo colgó castrado en la entrada de una ranchería.
Según el informante, a los jefes zetas y a los del Golfo, no les gusta dejar cadáveres regados por ahí. Prefieren desaparecerlos. Los Zetas llevan los cuerpos al Río Bravo y los del Golfo prefieren hacerlo en la presa Falcón.
El Hummer castigó a su pistolero por matar y colgar a un “equis” que confundió como amante de su esposa. Lo mandó tres meses a “la hielera”, como le llaman a las casas de seguridad en donde son encerrados las personas bajo investigación, los enemigos capturados o los infractores internos.
Luego salió. Por ahí andará, estima el informante.
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Bueno, no a todos los cadáveres los desaparecen. Hubo uno que había ido a denunciar la existencia de Los Zetas en sus inicios y cuando lo descubrieron, lo mataron y tiraron su cuerpo en la puerta principal del cuartel militar de la presa Falcón. A ese pobre lo mató la inocencia. Días antes había ido a la base de Linda Vista, en Miguel Alemán, Tamaulipas, para dar datos sobre la gente. Pero la gente sabe todo. En una casa vecina al cuartel había un centro de espionaje, desde donde se miraban las entradas y salidas, y estas eran registradas.
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La captura del Deborah, fue un golpe importante para la expansión de Los Zetas. Tuvieron que empezar a reorganizar desde los compradores, narcomenudistas, el tráfico de indocumentados, la compra de autoridades, la reinstalación de la guardia y lo demás que ya había hecho allá en el sur. La guardia consiste en un equipo de personas que se encarga de la seguridad de los jefes, de cuidar los puertos y las entradas por carretera. Se les encomienda esto a policías pero siempre debe haber un guardia a cargo.
Deborah estaba obsesionado con abrir una ruta desde Tabasco, desde Tenosique hasta Ciudad Cuathémoc o Tapachula, Chiapas. Los Zetas llegaron a operar toda la carretera que va desde Matamoros hasta Cancún. Ellos saben dónde están todas las brechas de ese camino e hicieron algunas ellos mismos para operar en donde no podían. Tenían instaladas antes de radio de largo alcance y varias repetidoras.
Expandir, en lenguaje zeta significa llegar a una ciudad, controlar a las bandas locales, hacer ruta para el tráfico iegal, caerle a la contra, los enemigos. Contracción le dicen a poner guardias, montar una red de comunicación por frecuencia y organizar las casas de seguridad
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La mafia ha existido siempre. Desde El Tigre de Santa Julia hasta ahorita.
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