Así sucedió con la captura de un dirigente guerrillero en Caracas, conducida por la policía colombiana, en el 2005, y con las famosas laptops en el 2008. En este último caso hubo corte de relaciones diplomáticas y movimiento de tropas por parte de Venezuela. Este incidente del 2010 va por un camino parecido.

Este parece ser un portazo de despedida que da Álvaro Uribe a Juan Manuel Santos, quien jura en agosto, y a Chávez. Uribe ha hecho la acusación antes de presentar las pruebas, las cuales desea entregar a una reunión especial de la OEA. El gesto va a contrapelo del deseo expresado por el presidente electo Santos de mejorar las relaciones con Venezuela.

Si para Uribe el incidente es una grande finale, para Chávez también es de utilidad. Con los problemas económicos que lo rondan y una elección parlamentaria en setiembre próximo, una temporada de bonapartismo cae de perillas. Pues si bien Chávez sigue popular (60%+), hay una visible inquietud en el ambiente.

Para Santos la perspectiva es menos cómoda. Puede inaugurar su mandato con un gesto conciliador o administrar el encargo que le deja Uribe. Chávez ya ha comunicado que el futuro de las exportaciones colombianas a Venezuela, que ya han caído más de 70% en lo que va del año, depende de cómo se resuelva este asunto.

¿Hay dirigentes FARC o ELN en Venezuela? Lo más probable es que sí. Pero en estos días Chávez no se considera un mal vecino democrático sino un Simón Bolívar vuelto a agraviar por ambiciones colombianas. Su argumento es el derecho concedido por Colombia a aviones militares de EEUU para utilizar bases colombianas en la lucha contra el narcotráfico.

El que la sangre no haya llegado al río en el 2009, cuando circularon las versiones de una situación prebélica, sugiere que a ninguno de los dos países le interesa un desenlace de este tipo. Sin embargo ambos están fuertemente armados, y han desarrollado cierto gusto por manejarse al filo del abismo geopolítico.