Se podría llamarle un enroque. Los nuevos rumores sobre que la precandidatura de Luis Castañeda es un hecho coinciden con los nuevos rumores sobre que Lourdes Flores estudia candidatear a la alcaldía de Lima. Los signos de que Castañeda está pensando y actuando más allá de la capital están allí, pero todavía no completan la imagen de un político en campaña.
Los números favorecen a Castañeda: segundo en las encuestas de intención de voto nacionales, y solo un 3% de negativa a votar por él. En cambio la precandidata puntera tiene un 30% de negativa. Quizás la cifra que más lo puede preocupar es el 57% de intención de voto que mantiene para la alcaldía de Lima.
Lo de las mínimas resistencias a votar por él le abre una amplia perspectiva de alianzas con varias tiendas políticas. La buena disposición de Alan García es una versión que circula mucho, pero Castañeda también tiene una historia de buena circulación entre la izquierda. Hoy parece, en efecto, un hombre para todas las estaciones.
Parte de toda esa buena voluntad se encogerá el día que anuncie su decisión de ser candidato, por lo cual es probable que posponga ese momento todo lo que pueda. Sin embargo esa demora no puede ser indefinida, pues tiene más de un competidor en la cancha de la centro-derecha no contaminada en los años 90.
Su principal rival es Alejandro Toledo, que en algunos aspectos le pisa los talones. Toledo genera mucha más resistencia, pero ha sido presidente, tiene experiencia en hacer campaña nacional y un estilo de comunicación reconocible por el público. Su principal handicap va a ser la tirria del aprismo, la cual se ha ganado a pulso.
El mayor activo de Castañeda es la asociación de una buena gestión con un bajo perfil político. Esto último hace que muchos vean en él aquello que desean ver, y nada más. Es una imagen que vale oro en elecciones como las peruanas, donde los valores ideológicos casi no participan. El mejor candidato es una pantalla sobre la que cada uno puede proyectarse.
Castañeda tiene algunos handicaps personales: la falta de un estilo de oratoria interesante o de una imagen televisiva eficaz, algunos rumores le atribuyen una salud frágil que influye en algunas de sus decisiones. En su paso por la alcaldía no ha formado, que se sepa, un equipo con proyecciones nacionales.
Todo lo cual sugiere que todavía le falta recorrer un tramo complicado: el paso de alcalde a candidato presidencial sobre el terreno. Sobre todo un candidato del que sus seguidores esperarán garantías de que podrá derrotar en un mismo movimiento a sus actuales rivales de los dos extremos, Ollanta Humala y Keiko Fujimori.