Susana Villarán asume la alcaldía de Lima entre dos paradigmas. Uno es el del izquierdismo moderado pero cumplidor que practicó Alfonso Barrantes en los años 80. El otro es la eficiencia tecnocrática de Alberto Andrade y Luis Castañeda en el decenio que concluye. Ambos ejemplos le dejan una valla bastante alta.
Andrade y Castañeda trajeron al municipio una larga y exitosa experiencia administrativa. Barrantes en cambio tuvo que apoyarse al 100% en los equipos tecnocráticos de la izquierda. A los tres les fue bien, cada uno a su manera. Con cada una de estas gestiones la población y el nivel de exigencia, léase los problemas, fueron aumentando.
Luego están las diferencias en el tiempo. Barrantes llegó a la cabeza de un movimiento popular amplio y estructurado, que ya había obtenido un tercio del voto en 1978. Villarán es una dirigente de izquierda que les debe buena parte de su victoria a electores con otras ideas. Hoy pocos se atreverían a llamar al izquierdismo de las encuestas o las declaraciones un movimiento popular.
Las primeras declaraciones de Villarán en el cargo han sido ambiciosas e imaginativas, y promete presentarlas de forma más estructurada este 18. Sin embargo sus críticos en la campaña creen que todavía tiene que resolver una tormenta política larvada en su concejo antes de poder ponerse a trabajar en serio.
En otras palabras, Villarán va a necesitar un pacto político post-nombramiento. En principio no parece haber nada que le impida lograrlo. Una revisión de su equipo confirma que la mayoría son cuadros más municipales que ideológicos. Los encuentros con Alan García sugieren que tendrá además la colaboración del Ejecutivo.
El otro acuerdo que va a tener que fabricar Villarán es con los municipios distritales, algunos muy poderosos, que sí podrían caer en la tentación de moverse por impulsos partidarios, sobre todo en los próximos tres meses. En verdad además de un acuerdo, Villarán necesita encontrar la manera de ejercer un liderazgo efectivo en este ámbito.
La relación con Castañeda en cambio se presenta mixta. De una parte postula una tácita continuidad, al ofrecer eficiencia, eficacia y grandes obras municipales. De otra presenta la gestión de su antecesor como un periodo cuya investigación es prioritaria. De darse esto último sin duda impactará en la campaña presidencial.
Hay algunas ofertas de Villarán que ninguno de sus antecesores pudo cumplir. La seguridad en las calles, la fluidez en las pistas, la transparencia sobre una base cotidiana, o atolladeros emblemáticos como el de la carretera central, son el tipo de solución compleja que tendremos que ver para creer.