Pero el proceso es alambicado, con idas y vueltas no siempre perceptibles. Aquí una lista informal de posibles mecanismos:
° Los electores no miran las encuestas para decidir por quién votar, sino sobre todo para ver cómo le va a su candidato. La decisión del voto tiene muchísimos elementos más que la ubicación en la encuesta.
° En el fondo la pugna es siempre en las alturas, y los candidatos pequeños solo tienen una oportunidad, que no siempre logra ser aprovechada.
° Cuando un candidato con alta intención de voto empieza a decir cosas que desaniman a una parte de sus seguidores, estos cambian de candidato.
° El candidato puntero es un poderoso imán para atraer votos, pero su polo cambia cuando deja de encabezar la carrera, y entonces su pérdida de votos más intensa que entre los demás.
° Las revelaciones de culpas atroces del candidato en el fragor de la campaña han demostrado tener mínimo efecto, ya que toda acusación es vista llegando desde el campo enemigo.
° El proceso de pérdida de la intención de voto tiende a ser gradual, mientras que los crecimientos son concentraciones que vienen de varios lugares y que van bastante rápido.
° Un candidato fuerte que empieza a caer suele beneficiar con su hemorragia sobre todo a otros candidatos fuertes, y no tanto a los pequeños.
° Un candidato atractivo pero con poco reconocimiento de su figura sube a medida que más electores lo van conociendo por su campaña. El problema aquí es que no siempre hay tiempo suficiente para llegar a la meta.
° Un candidato chico puede gustar más allá de su intención de voto, pero no logra convencer a los electores de que votar por él es participar en el juego grande donde se definirá la victoria.
° Un candidato atractivo como figura presidencial pierde votos en aquellas localidades donde su candidato parlamentario es débil o tiene resistencias, y eso le va restando.
° Los candidatos chicos aumentan sus posibilidades de dar un golpe sorpresivo cuando la pugna entre los candidatos grandes se vuelve frontal y desanima a todos sus votantes.
° La experiencia sugiere que las campañas intensas sirven para lanzar al candidato a la atmósfera electoral, pero no sirven realmente para mantenerlo en una buena ubicación a lo largo del proceso.
° Una parte de los votantes simplemente se aburre de simpatizar por un mismo candidato durante largos meses, y empieza a hacer turismo electoral. Son los famosos decididores de última hora.