Independientemente de cuál sea el resultado en las elecciones del próximo noviembre en Nicaragua, a partir del 11 de enero del 2012 los nicaragüenses despertaran ante uno de dos sombríos escenarios políticos: Ortega gobernado desde arriba o Ortega gobernando desde abajo. Dependiendo de quien de los dos consuegros --el ex presidente Alemán o el empresario radial Gadea Mantilla-- sale mejor parado en las elecciones, el antídoto para contrarrestar a Ortega podrá ser más o menos poderoso.
En el caso más probable de que Ortega se declare vencedor --no necesariamente con más votos, tomando en cuenta la ausencia de observadores y quien los contará-- ello significará la continuación del deterioro institucional y la consolidación de un proyecto autocrático iniciado en el 2007.
Es evidente que Ortega no tiene la menor intención de abandonar el poder por la vía democrática. Justamente es con ese fin que el ex guerrillero se ha dedicado, gracias a su mecenas Hugo Chávez, a construir un poder económico que rivaliza con los grandes de la región centroamericana y un cerco amparador en todas y cada unas de las instituciones del Estado.
En el caso de que Ortega sea derrotado por una oposición consolidada, o por uno de los consuegros en una elección a tres bandas, este no titubeara en reactivar su ya tristemente famosa estrategia de ``gobernar desde abajo''. Tal como lo demostró durante los 17 años alejado de la presidencia, dedicará todas sus energías y capital político a impedirle al gobernante de turno avanzar con cualquier agenda de desarrollo, educación y de reducción de la pobreza, tan apremiantes para el país.
Hará uso de su capacidad en promover desestabilización social, reactivando huelgas, asonadas, enfrentamientos, paros estudiantiles y cualquier otro método disponible para debilitar al gobierno. Se mantendrá fabricando crisis que obliguen a incluirlo como un jugador indispensable en la conducción política y social del país.
Ante esta ineludible realidad, quien se convierta en líder opositor en el caso que Ortega gobierne desde arriba, o en presidente con Ortega gobernando desde abajo, adquirirá ante los nicaragüenses un difícil encargo y una responsabilidad de históricas proporciones. Es entonces imperativo preguntarse cuál de los consuegros sería la opción más calificada para resistir los embates orteguistas, ya sea como líder de la segunda fuerza política y lógicamente de la bancada opositora en la Asamblea Nacional o como jefe del ejecutivo y por consiguiente comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
Dada la trayectoria pactista del ex presidente iniciada con la reforma constitucional del 2000, torpemente concediéndole poderes a Ortega que hasta el día de hoy acarrean funestas consecuencias al país, es difícil pensar que pueda convertirse en el adalid que Nicaragua demanda. Aunque él y la cúpula de su partido aparentan ser convencidos antiorteguistas, las evidencias son abrumadoras en el sentido de que el entendimiento con Ortega continuará.
ientras tanto la larga e independiente trayectoria empresarial de Fabio Gadea Mantilla, su reconocido apoyo a las causas democráticas, su identificación con el sector rural y sobre todo la ausencia de impugnaciones en su historial político, lo convierten en una opción más calificada para contrarrestar cualquiera de los gobiernos de Ortega. Si bien su avanzada edad, relativamente poca experiencia como dirigente político y respaldo de un partido internamente dividido son debilidades que no pueden ignorarse, ellas pueden ser superadas con una estrategia y un equipo de campaña inteligente.
Es un hecho comprobado que en una contienda electoral es el candidato, más que el propio partido, el que conquista votos. Quienes creen que el partido es el que garantiza el triunfo, independiente de quien sea el candidato, cometen una superlativa equivocación.
Ex cónsul de Nicaragua en Miami.