Más tarde, el diccionario kirchnerista añadió las acepciones de vendepatria o cipayo (mercenario a la orden de fuerzas colonialistas). Por último, el saber popular resumió todas las definiciones en una: gorila.

Así es como el concepto de liberalismo a la argentina no tiene nada que ver con el que sustenta a las democracias europeas ni con el progresismo estadounidense que se identifica con el Partido Demócrata. Tampoco tiene que ver con el liberalismo económico clásico de Adam Smith. En el río de la Plata es como si nunca hubiese existido el liberalismo decimonónico y el mundo hubiese surgido ya en el neoliberalismo, esa corriente que hundió en la miseria al grueso de los latinoamericanos en los noventa y cuya receta se aplicó de forma ortodoxa en Argentina.

La Unión de Centro Democrática (UCeDé), el llamado partido liberal de Alsogaray, llegó a ser tercera fuerza tras las elecciones de 1989, que ganó el peronista Carlos Menem. El giro neoliberal del menemismo acabó incorporando a la UCeDé y tanto Alsogaray como su hija María Julia (juzgada y condenada por corrupción) terminaron siendo parte de la maquinaria de Menem. La fusión entre liberalismo y neoliberalismo se produjo de forma inevitable en la subconsciente político argentino y los términos siguen siendo sinónimos.

El kirchnerismo y más recientemente la nueva camada de dirigentes afines a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner agrupada en La Cámpora, han resucitado el asco que la juventud peronista de los setenta (tanto la "intelectual" como la que militó en Los Montoneros, la organización de la izquierda peronista que optó por la lucha armanda) sentía por el liberalismo. Para estos muchachos y chicas de La Cámpora un liberal ya no es solo un burgués de derechas, sino también un Traidor a la Patria con mayúsculas.

Así que ya sabe, definirse como liberal en Argentina es buscarse problemas. Da igual si usted esgrime el argumento que el liberalismo implica indistintamente la libertad de expresión, de sindicarse, de ejercer una profesión y emprender un negocio o tener una propiedad, de rezar o ser ateo; en todo caso será condenado.

Tampoco se le ocurra decir a alguno de los muchachos o chicas de La Cámpora que los cargos bien remunerados que ocupan en los ministerios de Justicia, Economía o en el Parlamento, entre otros; pertenecen a instituciones propias de una democracia liberal que consagra la división de poderes y los valores republicanos. Menos aun sugiera que el actual gobierno tiene tintes absolutistas. Aunque es lo contrario a liberal, tampoco es aceptable para dirigirse a La Cámpora.

El término liberal, como se ve, genera bastante confusión en Argentina. Aunque no es el único: progresista o de izquierdas también suele interpretarse equivocadamente como una profesión que se ejerce para ganar mucho dinero y convertirse en liberal. Tampoco es conveniente incluir a La Cámpora bajo esta definición. Diga lo que diga, escriba lo que escriba, el ejército de blogueros K -liberales donde los haya- lo insultarán sin piedad.