Son menos de 100.000 entre 29 millones de peruanos, pero los nikkei,
los descendientes de la inmigración japonesa, se han convertido en un referente
político de Perú. Aunque durante años han estado más ligados a la cultura -entre
ellos hay reconocidos escritores como José Watanabe y Fernando Iwasaki- y el
comercio, la llegada al poder de Alberto Fujimori en 1990 comenzó a multiplicar
los apellidos de origen japonés en los titulares de las informaciones políticas.
Ahora, Keiko Fujimori quiere convertirse en la segunda jefa de Estado
nikkei de Perú y en la carrera la acompañan entre otros su hermano Kenji
y su tío Santiago Fujimori (ambos parlamentarios), y algunos de los
colaboradores peruano-japoneses cercanos a su padre.
De aquellos 10 años de mandato aún suenan muchos nombres, como el de Jaime
Yoshiyama, exvicepresidente de El Chino y actual aspirante a repetir en
el mismo puesto con la hija. También César Nakasaki, el abogado del
expresidente, quien hace menos de un año fue uno de los impulsores de un fallido
decreto de amnistía para los acusados de delitos de lesa humanidad durante el
conflicto armado peruano (1980-2000). Susana Higuchi, la exesposa de Fujimori y
madre de Keiko, vive apartada de la vida política desde que dejó su escaño en el
Congreso en 2006. Pero todos los peruanos la recuerdan como una de las primeras
personas que denunció la corrupción del Gobierno de su exmarido.
La comunidad nikkei de Perú, término que define a todas aquellas
personas descendientes de japoneses, incluyendo a los de ascendencia mixta, es
una de las más numerosas en el mundo y la segunda de América Latina tras Brasil.
La inmigración japonesa a Perú se inició en 1899 a raíz de un acuerdo entre los
Gobiernos de Tokio y Lima para facilitar la llegada de inmigrantes que se
necesitaban para trabajar en las haciendas de la costa peruana. Con el paso del
tiempo, la comunidad comenzó a extenderse a zonas del interior y a dedicarse al
comercio. Hoy, por ejemplo, cuando un peruano piensa en comprarse un
electrodoméstico, el nombre de la megatienda Hiraoka le viene a la mente como
una empresa seria y fiable.
Aunque vistos por los criollos como una comunidad cerrada, los nikkei
gozan de buena imagen entre los peruanos. El sociólogo Gonzalo Portocarrero, en
una entrevista difundida por la Asociación Cultural Peruano-Japonesa, describe a
los nikkei como un grupo "con una fuerte movilidad social ascendente,
gracias a su laboriosidad, disciplina y capital cultural, que se ha
acriollado y se siente tan o más legítimo que el resto de los peruanos.
En ellos se conjugan valores muy peculiares. A su laboriosidad habría que sumar
su lado cachaciento (burlón) e irónico", señala.