El mercado peruano refleja mejor que nadie el nerviosismo que hay ante el
resultado de las presidenciales del domingo. La Bolsa de Lima registró dos
batacazos monumentales esta semana, el sol sufrió un gran retroceso frente al
dólar y no hay empresario que no confiese que hace tiempo que se congelaron las
inversiones en el país hasta conocer el resultado electoral o que hay mucha
inquietud sobre los desembolsos ya comprometidos, sobre todo en los sectores
minero, energético y de la construcción. Está claro que el mercado se siente más
seguro con la populista de derecha Keiko Fujimori que con el nacionalista de
izquierda Ollanta Humala, puesto que el vía crucis bursátil empezó con el empate
de los candidatos en los sondeos.
Tras varios años de bonanza económica, aunque con una deficiente distribución
de la riqueza, el suspenso electoral ha llevado a muchos a reproducir
comportamientos que parecían cosa del pasado, especialmente de los ochenta y
principios de 1990, cuando la hiperinflación y la política económica aplicada
durante el primer Gobierno de Alan García (1985-1990) llevó a los peruanos a
refugiarse en el dólar (ante el temor a una devaluación) y a retirar sus ahorros
del sistema financiero. Ahora incluso los empleados de la banca aconsejan a los
clientes postergar la compra de viviendas y automóviles. El BCP, el banco más
grande del país, reconoció que en abril sus créditos hipotecarios cayeron entre
el 20% y el 25%.
"Sé de gente que está llevándose su dinero a Estados Unidos, ya sea abriendo
cuentas o formando empresas", comenta una empresaria y consultora en proyectos
de inversión, que también admite que algunos contratos que tenía prácticamente
cerrados han quedado en suspenso, al menos, hasta que se sepa quién será el
próximo presidente. Los inversores siguen sin creerse mucho el viaje al centro
de Humala a pesar de que, en cada ocasión que puede, el candidato nacionalista
promete mantener el modelo económico de libre mercado que ha permitido al país
crecer a un ritmo del 7% anual en el último lustro, más que ningún otro país en
la región. Parece que la incertidumbre ya ha afectado a las impecables cifras
macroeconómi-cas del país. La semana pasada el ministro de Economía, Ismael
Benavides, rebajó las expectativas de crecimiento del PIB para el presente año
de 7,5% a 6,5%, lo que de todos modos sería una de las cifras más altas del
continente.
Por las dudas, en la televisión peruana la patronal Confederación Nacional de
Instituciones Empresariales Privadas (Confiep) difunde insistentemente un
mensaje: "No perdamos lo ya ganado, Perú". Los anuncios muestran las cifras del
crecimiento en las áreas de la tecnología y las telecomunicaciones, la
agricultura y el comercio. Está claro que el sector privado apuesta por la
continuidad de un modelo apuntalado por los altos precios de los minerales y las
inversiones extranjeras.
En 2010, Perú registró una inversión extranjera directa de 7.328 millones de
dólares, según el banco central, lo que supuso un crecimiento del 31,42%
respecto a 2009. Hasta ahora, el nivel de riesgo para invertir en Perú apenas
supera los 200 puntos, mientras que en países como Ecuador, donde el presidente
Rafael Correa ha optado por un modelo más cerrado a la inversión extranjera,
casi alcanza los 800.