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24/06/2013 | La (retorcida) línea roja en Siria

Farid Kahhat

Se atribuye a Aristóteles el haber dicho que las personas somos dueñas de nuestros silencios, y esclavas de nuestras palabras. Barak Obama definiendo para el régimen sirio la “Línea Roja” que no debía cruzar, si quería evitar “enormes consecuencias”, es un ejemplo de ello.

 

Para los analistas estadounidenses era relativamente claro que, en materia de armas químicas, existía más de un escenario que podría provocar algún tipo de injerencia militar de los Estados Unidos en Siria. El primer escenario sería uno en el cual grupos irregulares armados accedieran a parte del arsenal de armas químicas del régimen sirio (y daría lo mismo que éste las entregue voluntariamente a grupos aliados como Hezbolá, o que no pueda impedir el acceso a ellas de grupos rivales, como el Frente Al Nusra). El segundo escenario sería uno en el cual alguno de esos grupos irregulares o el propio régimen sirio emplease armas químicas contra objetivos estadounidenses en la región, o contra Estados aliados de los Estados Unidos. El tercer escenario sería uno en el cual el régimen sirio emplease de modo sistemático su arsenal de armas químicas para prevalecer en la guerra civil que libra, en particular si ese empleo afectase de manera significativa a la población civil.

No todos los analistas estaban de acuerdo en que el tercer escenario descrito ameritase algún tipo de intervención militar de los Estados Unidos en Siria. Pero tras hacer referencias tangenciales a los dos primeros escenarios, la definición de la “Línea Roja” por parte de Obama se basó en una comprensión más bien laxa de ese tercer escenario. Según esa definición, sus cálculos “cambiarían significativamente”, y sobrevendrían “enormes consecuencias”, “si viéramos movimiento en materia de armas químicas, o el uso de armas químicas”. Pues bien, agencias de inteligencia aliadas, una comisión investigadora de Naciones Unidas, y el testimonio y la investigación de periodistas del diario francés “Le Monde”, coinciden en que el régimen sirio ha empleado armas químicas, y que probablemente también lo habrían hecho algunos grupos insurgentes: fue pocas veces, y en cantidades pequeñas, pero ocurrió. Cual Rubicón simbólico, la línea roja habría sido cruzada, y como sabemos, no hubo ninguna consecuencia inmediata.

Podría argumentarse que el no cumplir con la palabra empeñada mina la reputación de un actor político: si de ignorar sus advertencias no deriva consecuencia alguna, ¿qué razón tendrían futuros rivales para tomar esas advertencias en serio? Pero podría responderse señalando que ese no sería el caso, porque todos comprenden que Obama definió de manera equivocada los términos de su advertencia: si el asesinato con armas convencionales de unas 90.000 personas no provocó una intervención militar de los Estados Unidos, ¿por qué habría de hacerlo el asesinato con armas químicas de poco más de 100 personas? Es decir, el gobierno de los Estados Unidos aún no había decidido intervenir, sencillamente porque no se había producido ninguno de los tres escenarios antes esbozados (es decir, porque no se habrían transpuesto aún las verdaderas “líneas rojas”). 

De ser ese el caso, ¿por qué decide ahora intervenir, cuando menos armando a sus aliados (el Ejército Libre de Siria)? La razón no sería el costo humanitario de la guerra o la transgresión de una hipotética “línea roja”. Tendría que ver más bien con los incentivos perversos creados por los acuerdos recientes de la Unión Europea (UE). De un lado, la UE  permitirá que expire el primero de Agosto el embargo de armas que mantiene sobre Siria. De otro lado, no adoptará una decisión respecto a la posibilidad de armar a los grupos insurgentes antes de que se produzca el próximo mes una conferencia internacional, la cual buscaría una solución negociada para la guerra civil en ese país. 

El régimen sirio habría concluido que esos acuerdos le concedían una ventana de oportunidad entre su adopción en junio y la expiración en agosto del  embargo de armas. Decidió por ende iniciar (con el pleno respaldo de Hezbolá e Irán), una ofensiva militar a gran escala. Buscaría, de un lado, llegar a esa hipotética conferencia internacional con un poder de negociación sensiblemente fortalecido. De otro lado, en la eventualidad (altamente probable) de que la conferencia no tenga lugar o simplemente fracase, buscaría modificar significativamente la relación de fuerzas sobre el terreno antes de que la Unión Europea y los Estados Unidos contemplen la posibilidad de armar a sus enemigos. Y, paradójicamente, el inesperado éxito de esa ofensiva precipitó la intervención estadounidense para impedir que el régimen sirio consiga esos objetivos.

América Economía (Chile)

 


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