Sobre el espionaje (y según la RAE): 1. m. Acción de espiar (‖ acechar)... 2. m. Actividad secreta encaminada a obtener información sobre un paÃs, especialmente en lo referente a su capacidad defensiva y ofensiva... 3. m. Actividad dedicada a obtener información fraudulenta en diversos campos. Espionaje cientÃfico, industrial... 4. m. Organización dedicada al espionaje. Las actividades del espionaje enemigo.
Sobre la inteligencia (también, según la RAE): 1. f.
Capacidad de entender o comprender... 2. f. Capacidad de resolver problemas...
3. f. Conocimiento, comprensión, acto de entender... 4. f. Sentido en que se
puede tomar una proposición, un dicho o una expresión... 5. f. Habilidad,
destreza y experiencia... 6. f. Trato y correspondencia secreta de dos o más
personas o naciones entre sí... 7. f. Sustancia puramente espiritual... 8. f.
Servicio de inteligencia (organización del Estado que proporciona al Poder
Ejecutivo análisis e información para mejorar la toma de decisiones
estratégicas orientadas a prevenir o neutralizar amenazas y a defender los
intereses nacionales).
Con estas definiciones en mano, y habiendo admitido el
presidente López Obrador que sí, que el Ejército volvió a contratar el software
Pegasus –necesario para realizar intervenciones telefónicas–, cabe preguntarse
qué amenaza para la seguridad nacional representan hoy Ricardo Raphael De la
Madrid, intelectual y periodista; Raymundo Ramos Vázquez, periodista, y otro
colega más del portal Animal Político. Porque así como varios colegas fuimos
igual ridícula e ilegalmente intervenidos (espiados) por el gobierno de Enrique
Peña Nieto, según confirmó una exhaustiva investigación realizada por muchos
colegas periodistas a nivel global (de 11 países) y publicada por Forbidden
Stories, hoy la historia se repite, pero con el gobierno que “ya no realizaba
ningún tipo de espionaje” (AMLO dixit).
Entre la defensa a ultranza que hace hoy el Presidente de
cualquier involucramiento de las Fuerzas Armadas en actividades o episodios
(Ayotzinapa, por ejemplo) y el empoderamiento no sólo presupuestario y
gubernamental (ya es casi un hecho que las FA podrán seguir en las calles hasta
el año 2028) sino incluso de corte empresarial (ahora administrando
aeropuertos, Tren Maya, varios proyectos turísticos etcétera), cabe, al menos,
preguntarse por qué y para qué.
Alguna vez alguien muy cercano al círculo más íntimo de
López Obrador me contó que su más profundo temor era que las Fuerzas Armadas le
dieran un “golpe de Estado”. Jamás, en la muy larga historia de las Fuerzas
Armadas en México, ha siquiera existido esa tentación entre la milicia (ni
siquiera cuando estaban de moda las botas en todo el hemisferio en la segunda
mitad del siglo pasado). Muy por el contrario, si algo ha caracterizado al
Ejército y a la Marina ha sido su vena profundamente institucional. Qué daño
innecesario está haciendo esta administración a una institución tan querida y
respetada por los mexicanos.
Desaparecido el CISEN y minimizado el Sistema Nacional de
Seguridad Pública. ¿Quién está a cargo de la inteligencia en México? ¿Y quién
del espionaje? ¿Cuáles son las verdaderas amenazas a la seguridad nacional de
nuestro país? ¿Están afuera o están adentro? ¿Cuáles de los hoy intervenidos
participan en el narcotráfico, el tráfico ilegal de armas y explosivos, el
tráfico de personas, y los tráficos de materiales minerales valiosos,
materiales radioactivos y bioquímicos, realizados por fuera de controles y
regulaciones, o en facilitar o promover las migraciones incontroladas?
Hasta el momento, a la acción, pero también a la reacción
del gobierno (el famoso damage control) le ha faltado inteligencia y le ha
sobrado espionaje montonero.