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13/06/2007 | El senador listillo

María Paz Lopez

Un listillo senador octogenario italiano se ha visto obligado a dimitir por haberse fingido enfermo para hacerse con una ambulancia que le condujese velozmente al programa televisivo donde le esperaban, evitando un monumental embotellamiento de tráfico.

 

El cacareado episodio se produjo el pasado sábado por la tarde - con una Roma bloqueada por la visita del presidente estadounidense, George W. Bush, y por las dos manifestaciones en su contra que discurrían por sendas arterias de la capital-, cuando Gustavo Selva, de 81 años, senador del partido derechista Alianza Nacional, se dio cuenta de que no llegaría a tiempo al debate en el que debía participar en la cadena privada de televisión La 7, en las afueras de la ciudad.

Selva había asistido a la conferencia conjunta de Bush y del primer ministro italiano, Romano Prodi, en el palacio Chigi, sede de la presidencia del Gobierno, en pleno centro de Roma. "El coche con chófer que debía venir a buscarme llevaba una hora bloqueado, así que fui a protestar al puesto de control policial - argumentó Gustavo Selva ante la prensa italiana, cuando ya había estallado el escándalo-. Con la agitación, me subió la presión; llevo cuatro by pass. Un funcionario me indicó la ambulancia, yme dijo que la tomara si me sentía mal."

Lo que sucedió luego difiere según la versión de quien lo relata. Según Selva, esperó 17 minutos la llegada de un médico, y, sintiéndose mejor, decidió comprobar cómo funcionaba el servicio público sanitario. La ambulancia le llevó a un hospital cercano, pero mientras tanto el senador había telefoneado a su cardiólogo de confianza, quien le dio unos consejos, que ya no eran necesarios por sentirse cada vez mejor. Ni corto ni perezoso, Selva razonó que valía la pena ir en la ambulancia a los estudios de La 7 para el programa, donde le esperaría su cardiólogo.

Según el personal sanitario que iba a bordo de la ambulancia, los acontecimientos no fueron exactamente así. Hubo "amenazas verbales y empujones" del anciano senador enfurecido, que les habría endilgado frases como: "Haré que os despidan", o "Dejadme bajar, esto es un secuestro de persona".

Al final, entre una cosa y otra, el dilecto senador se las arregló para atravesar en una ambulancia metamorfoseada en taxi una Roma blindada por diez mil agentes de seguridad, con un caos de tráfico brutal, y se presentó en el programa. La estratagema trascendió porque el propio Selva la desveló sin ambages y en directo una vez arribado a los estudios televisivos: "He dicho una mentirijilla, un truco de periodista para llegar aquí." En efecto, Gustavo Selva, que antes de entrar en política era periodista, dirigió de 1975 a 1981 los informativos radiofónicos de Rai Due (radio pública), desde los que lanzaba furibundos editoriales anticomunistas y antisoviéticos. En los mentideros de izquierdas, le apodaban por ello Selva, la belva (Selva, la bestia), y él se enorgullecía mucho de ello.

Gustavo Selva, ex democristiano, es parlamentario de Alianza Nacional desde 1994, y ya en estos últimos comicios generales, el líder del partido, Gianfranco Fini, trató de quitárselo de encima poniéndole en las profundidades abisales de su lista electoral. Con todo, salió elegido senador.

Su uso y abuso de la ambulancia no ha gustado nada a sus correligionarios, incluido Gianni Alemanno, ex ministro de Agricultura, quien afirmó: "Cubramos con un piadoso velo un episodio que no es sino un mal efecto de la avanzada edad." Alessandra Mussolini, del minipartido posfascista Alternativa Social, menos caritativa, ha calificado lo ocurrido de "bullying senil".

El lance parece agravarse por el presunto uso por Selva de la vieja fórmula del "usted no sabe con quién está hablando", pues él asegura que no se identificó como senador, pero, en su informe a la autoridad regional sanitaria, el personal de la ambulancia ha pegado con esmero una tarjeta de visita a nombre de Gustavo Selva, que da que pensar.

Indignación de la ministra de Sanidad


La ministra de Sanidad del centroizquierda, Livia Turco, indignada, tilda de "vergonzosa, irresponsable e indigna" la conducta de Gustavo Selva, y recalca que "podía haber acabado en tragedia si otra persona hubiese necesitado la ambulancia". Es praxis habitual que el Senado rechace una dimisión, y vote luego la decisión final, lo cual permite al interesado explicarse.

La Vanguardia (España)

 



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