Algunos líderes de oposición en Brasil no ocultaron la semana pasada su impresión de que hay piezas extraviadas del rompecabezas que originó la publicación de una denuncia periodística sobre posibles contribuciones económicas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a la campaña del presidente Inacio Lula da Silva.
Basándose en documentos confidenciales de la agencia oficial de inteligencia brasilera ABIN, la revista Veja describió los pormenores de una reunión política en abril del 2002, cerca de una finca de Brasilia, en la que un vocero de las FARC ofreció $5 millones al Partido de los Trabajadores (PT), que llevó en hombros a Lula al poder.
Aunque una de las piezas perdidas del rompecabezas es la confirmación de si el PT recibió finalmente la generosa contribución de la guerrilla colombiana, fue inevitable que el incidente en Brasil se agregara a una racha de escándalos al más alto nivel que han ocurrido en los últimos meses en América Latina con las FARC como protagonista central.
Esos incidentes, de acuerdo con analistas, son el reflejo insoslayable de que las FARC rompieron ya todas las fronteras de la región como parte de un proceso de supervivencia y expansión que busca forjar alianzas con organizaciones criminales y grupos políticos al borde de la ilegalidad, y, en el mejor de los casos, la consolidación de una rabiosa fraternidad antinorteamericana en nombre del libertador Simón Bolívar.
De hecho, los discursos de los comandandantes de las FARC están cada vez más saturados de alusiones a los sueños integracionistas de Bolívar y de rechazo a Estados Unidos.
La frase de Bolívar de que los Estados Unidos ''parecen destinados por la Providencia para plagar a la América de miserias, en nombre de la libertad'', se ha convertido en un grito de batalla de los comandantes de las FARC.
Además de Brasil, las incursiones de las FARC han provocado grandes crisis políticas en Paraguay, Venezuela, Ecuador y Colombia, en una cadena que parece haber comenzado a finales del año 2000 cuando fiscales independientes del Perú determinaron que el todopoderoso zar de la inteligencia de ese país, Vladimiro Montesinos, adalid de la lucha antinsurgente en el Perú, estuvo involucrado en la venta de 10,000 fusiles automáticos a las FARC en 1999.
El escándalo fue el detonante de la caída del gobierno del presidente Alberto Fujimori a finales del año siguiente.
