«Chávez es el hombre de las mil caras», señala su compañero de armas Luis Alfonso Dávila, exministro del Interior y excanciller. Por primera vez en 14 años actúa a la defensiva, obligado a dar la cara al candidato único de la oposición, que ha logrado penetrar en los feudos populares chavistas con su lenguaje sencillo, breve y directo.
«Vientos de derrota»
La gente ya no sigue a Chávez como antes. «La presencia rala de sus partidarios tiene que ver, obviamente, con el progresivo y sostenido declive de su capacidad de convocatoria. Vientos de derrota soplan por las comarcas chavistas. Catorce años han sido más que suficientes para comprobar que el fulano "proyecto" no es más que una patraña y que Chávez ha sido, de alguna manera, más de lo mismo, pero peor», dice el director del diario «Talcual», Teodoro Petkoff.
Para el sociólogo chileno Fernando Mires, el líder opositor ha sabido combinar el discurso político con lo social, desafiando a Chávez en lo que «se creían sus reductos inexpugnables: las aldeas y pueblos, allí donde viven los pobres, los abandonados, los humillados y los ofendidos, hablando de la falta de hospitales, escuelas, caminos, agua, casas de cartones, inseguridad, predios abandonados».
Mires subraya que «estamos sin duda frente a un nuevo fenómeno político. Capriles es considerado como probable vencedor de las elecciones» porque le ha quitado a Chávez la bandera social de representar a los sectores más desposeídos.
Las marchas populares del joven candidato han despertado entusiasmo. Y Mires las atribuye a que habla del progreso y futuro mientras Chávez habla del pasado. «Mientras Capriles habla al pueblo multicolor, Chávez se enreda en una racista discusión en torno al rostro de Bolívar. Mientras Capriles habla de la modernización económica, Chávez habla de las glorias militares de la nación». Y todo lo resume en una sola frase: «Venezuela se encuentra al borde de un nuevo comienzo».