No sería la primera vez que un grupo de conspiradores utiliza a la “canalla” –este palabra figuraba en las rancias novelas que devoraba yo en mi adolescencia y se refería al populacho sediento de sangre que, en tiempos de insurrecciones, incendiaba los palacios de la gente bonita y saqueaba las bodegas de los burgueses— para amedrentar a la buena gente del país. Los militantes fascistas de Mussolini sabían perfectamente dónde reclutar a sus golpeadores, al igual que los esbirros de Fidel Castro y del comandante Chávez y, hoy día, las huestes que marchan, por ejemplo, en las filas de la ultraderecha europea –los seguidores del Front National en Francia o los neonazis de otros rincones del Viejo Continente— son, por lo general, miembros del proletariado suburbano de Europa.
La insatisfacción y el resentimiento sirven de incomparable materia prima a los intereses políticos más espurios y la mera existencia de millones de desheredados puede abrir la puerta a cualquier efervescencia social. El discurso pobrista, encima, es difícil de cuestionar porque la miseria de los seres humanos –salvo en los Estados Unidos donde la pobreza es, por así decirlo, una especie de responsabilidad personal y una muestra de incapacidad— significa una gran culpa colectiva que las sociedades asumen muy trabajosamente.
Aquel que contraiga la noble misión de salvaguardar a las masas proletarias y de llevarlas a buen puerto, aquel que enarbole la bandera de la lucha social tiene casi asegurado un certificado de santidad revolucionaria y una garantía de legitimidad. O sea, “por el futuro de México, primero los pobres”. La sentencia es indiscutible.
No imaginábamos, sin embargo, que el crimen organizado iba a exhibir parecida astucia y que, pretextando la sempiterna especie de que el Ejército comete abusos por principio, movilizara a la raza de las barriadas de Monterrey y de otras ciudades donde quiere seguir imponiendo su ley. Pero, ya ocurrió. Tenemos así la primera expresión del narco social, un movimiento peligrosísimo en sus alcances. Lo que nos faltaba.
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