Todos los observadores de la política exterior de esta parte del mundo quedaron paralogizados y luego alarmados, cuando se informó que Raúl Castro había destituido al Vicepresidente de Cuba y “ex zar económico”, Carlos Lage, y al ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque. Aún mayor fue la sorpresa de la gente isleña, cuando el propio Fidel, en sus “reflexiones” desde su lecho de enfermo, lanzó diatribas y trató como a traidores a Lage y Pérez Roque, palabras que difícilmente podía dirigirlas a unos colaboradores que habían gozado de toda su confianza durante largos años.

¿Qué había sucedido con Lage y Pérez Roque? ¿Por qué habían sido relevados en un santiamén? Según Jorge Castañeda, que no puede ser tomado como un mentiroso que ve visiones —sus declaraciones aparecieron publicadas en el norteamericano Newsweek y el diario español El País— se urdía una conjura muy peligrosa contra Raúl Castro, porque, tanto Lage como Pérez Roque temían que el hermano de Fidel abriese “la economía, la política y las relaciones internacionales de la isla”.

Es aquí donde aparece la figura de Hugo Chávez, que, avisado de tal posibilidad, monta un complot con Lage y Pérez Roque, queriendo involucrar a otros mandatarios latinoamericanos, concretamente a Leonel Fernández de la República Dominicana, que se excusa de participar. No dice nada Jorge Castañeda sobre otros jefes de Estado que hubieran sido tentados por Chávez.

Pero el hecho cierto es que la conspiración contra los hermanos Castro abortó, porque la inteligencia militar cubana puso sobre aviso a Raúl Castro, y éste, de inmediato, le comunicó la traición al veterano moribundo, que, como salido de la pluma de García Márquez, sigue “reflexionando” —y tal vez mandando— desde su lecho de enfermo. Raúl le dio a escoger a Fidel: o lo apoyaba en el plan de sucesión acordado o respaldaba a Lage y Pérez Roque. En ese caso, Raúl Castro se apartaba. Fidel no dudó un instante y los dos maquinadores cayeron en desgracia. Si el viejo tirano hubiera estado en sus épocas de intolerancia, los habría hecho fusilar.

¿Y qué de Chávez? ¿Qué del preferido que tenía pase libre hasta las alcobas de Fidel? ¿Qué del amigo que hacía de portavoz oficioso e impertinente del moribundo? Pues que Fidel Castro lo hizo llamar y, sin pelos en la lengua, lo puso contra la pared. O desistía de sus locuras y mantenía el respaldo económico a Cuba o perdía el aparato cubano de seguridad e inteligencia, dejándolo a la buena de Dios. Chávez, según Castañeda, decidió quedarse con los Castro. A todos los demás que se los coman los tiburones.

¿Y por qué nos importa a los bolivianos que Hugo Chávez sea un desleal? Porque al ser desleal con Castro, puede serlo perfectamente con Evo Morales en algún ataque de ira. Y si es traidor con Morales, podemos quedar atados bajo su influencia, que en Bolivia es inmensa, y seríamos deudores de sumas millonarias que las desearía cobrar en especie, sin excluir el chantaje. Al presidente Banzer le quiso hacer una jugada política artera que el general la paró y se lo dijo a Chávez. Y seguro que Chávez obró de igual manera con los sucesores de Banzer. Evo Morales le es útil hoy, pero, ¿qué pasará mañana?

El problema es que nos vamos a quedar con una maquinaria venezolana montada en nuestro territorio y debiéndole hasta los calzoncillos que usamos. No estaría mal que S.E. se entere de las tropelías de su amigo y que lea nomás las “especulaciones bien informadas” de Castañeda.