En medio de una Constituyente previstamente fracasada, de marchas y contramarchas a Sucre por la capitalidad, de precios que suben en los mercados, de chambonadas con el gas, y de una terrorífica diplomacia, lo que faltaba —en hora buena para Evo Morales— era un complot. Un complot es cosa seria, puede salvar Gobierno. El diccionario dice que es cosa muy jodida, donde unos conjuran y traman contra otros, para liquidarlos.

Recién el viernes voy a poder leer en detalle cuáles son las acusaciones del ministro Quintana, pero, si no he oído mal, la peligrosa maquinación contra el Gobierno estaría encabezada por el ex presidente del Gobierno español José María Aznar, el Partido Popular (PP), los prefectos Costas y Cossío que visitaron España, el presidente del Comité Pro Santa Cruz, Branko Marinkovic, y, claro, no podía faltar la embajada norteamericana. “¡Vamos a expulsar a Usaid!”, dijo al estilo fascista el ministro Quintana.

¿Qué es lo que está pasando? En Bolivia nadie va a creer que Aznar esté en afanes conspirativos contra Evo Morales, con excepción, por supuesto, de los ignorantes a los que se les va a decir que Aznar ya es un avezado conspirador, porque le dio un trastazo en la nuca a Hugo Chávez que lo dejó trastabillando al borde de la tumba. Como aquí todo lo que hace Chávez lo repite Morales, entonces qué mejor que acusar a Aznar de querer darle otro trastazo, más certero, a Evo. Falló por un milímetro en Venezuela y puede que no falle en Bolivia. Esa es la tesis. Estúpida por cierto, tanto como que el Partido Popular tenga el menor interés en meterse en conjuras en Bolivia, cuando su preocupación es el PSOE. Como si los del PP fueran unos ociosos entrometidos.

El actual Gobierno está tratando de doblegar a los prefectos que no le son afines. En ese intento han fracasado incuestionablemente hasta hoy, pero no se dan por vencidos porque someterlos sería postrar a los departamentos y sacarles el jugo para disfrute del centralismo. Pero los prefectos —nada menos que seis prefectos— no demuestran el menor deseo de ceder sus cargos ni sus atribuciones y eso tiene impotentes y enloquecidos de ira a los “masistas” que ya no saben de qué acusarlos.

Lo del presidente cívico cruceño, Marinkovic, se ha convertido en una verdadera persecución perruna. Es una jauría que se lo quiere comer por cruceño, hijo de croatas, rico y trabajador. Tiene todas las condiciones para que los originarios quieran hacer de él chicharrón o “thimpu”. Uno de los principales pecados en nuestro país es el éxito y más todavía cuando el éxito es producto del trabajo. Da más rabia saber que alguien ha hecho fortuna sudando el lomo que robando.

Y bueno, el otro eslabón es la embajada norteamericana. El ministro Quintana, enardecido, ha dicho que no se sabe cómo diablos se han perdido 50 millones de dólares de la ayuda de EEUU y que por lo tanto pueden estar en las cajas de la conspiración. Como no sabe qué ha hecho Usaid con esos 50 millones, supone que sería la contraparte a los millones que pone Chávez para sostener y armar al gobierno de Evo Morales. ¡No deja de ser perspicaz el ministro!

Ni complot ni nada, amigos lectores. Esto de las conjuras son cuentos viejos. Se inventan cuando las cosas van rematadamente mal, como ahora. Son pretextos para montar un Estado de Sitio que podría ser lo único que silenciaría las protestas y que permitiría aprobar una Constitución de facto donde Evo Morales reine. Se viene el Estado de Sitio para acallar a la prensa y clausurar el Gran Teatro de Sucre. Lo que sí, nadie garantiza que esa medida de excepción sirva en estos momentos.