El Presidente nos tiene acostumbrados a oírle una cosa en un lado y otra distinta en otro. En el caso de Chile parecía que se había avenido a tratar la cuestión marítima -y todos los asuntos que nos interesan con ese país- de manera bilateral. Eso fue lo que se anunció por lo menos. Pero he ahí que, en un arranque patriótico junto a los restos de Abaroa, el 23 de marzo pasado, SE anunció que convocaría en Bolivia a una reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) y a su secretario general, José Miguel Insulza, para tratar un tema único: mar para Bolivia. Quienes conocen algo de la materia quedaron confundidos por un giro tan inesperado y espectacular.

Desde luego que, muy oportunamente, le hicieron saber al Presidente que no era cuestión de convocar al Consejo de la OEA así como así, para tratar una materia que concierne a dos países. Entonces, quien aceptó la invitación fue el cuestionado José Miguel Insulza. Cuestionado en Bolivia, por cierto, pero no en el resto de la comunidad americana, donde Hugo Chávez fue uno de sus mentores. El Secretario General de la OEA, con la mejor voluntad del mundo,
vino, vio y se fue, como César.

El inefable canciller Choquehuanca, prestando oídos a alguien no muy enterado, ya se había adelantado a informar que había cursado instrucciones a los embajadores bolivianos en el exterior, para hacer un ´lobby´ destinado a la buscar la aprobación de una nueva resolución en la próxima Asamblea General de la OEA, similar a la aprobada en La Paz en 1979. El Canciller estaba atrasado en historia en un poquito más de un cuarto de siglo. Nadie le advirtió al jefe de la diplomacia boliviana que en 1979 gobernaba en Chile un señor que apellidaba Pinochet; que toda América tenía sus
diferencias con ese señor Pinochet porque tenía malas pulgas; y que el voto casi unánime en favor de Bolivia (con la abstención de Paraguay y la negativa de Chile) se debió, en gran medida, a un voto contra el señor de la mala leche. La resolución del 79 -excelente por cierto- fue contra la dictadura de Pinochet y por tanto contra Chile, obviamente.

Si el Canciller quiere buscar una nueva resolución en la OEA, sería mejor que leyese la de 1983, cuando era presidente de Bolivia el Dr. Siles y Canciller nuestro querido y recordado amigo José Ortiz Mercado. Entonces, el
proyecto de resolución que se aprobó lo presentaron Bolivia, Chile y Colombia. Es decir, que, en vez de apabullar a Chile con votos en contra, que ya se ha explicado contra quién estaban dirigidos, se trabajó con la Cancillería chilena para una resolución en la que se instara a las dos naciones a buscar caminos de acercamiento para solucionar el problema marítimo. Que Chile aceptara aquello fue un éxito notable que ya no se podría pensar en repetir, salvo alguna genialidad de nuestra parte que no vislumbramos.

Don José Miguel Insulza se ha reunido con Evo Morales, han levantado sus manos entrelazadas en señal de triunfo ante los fotógrafos y se ha llegado a una conclusión: que el Secretario General de la OEA no puede influir en el
diferendo entre Bolivia y Chile, pero que sí puede ´acompañar´ para que amabas naciones puedan arreglar sus diferencias de la forma más civilizada y sin fastidiar a los otros 32 miembros de la Organización. Listo.

Después el hábil de don José Miguel firmó con Choquehuanca un acuerdo de apoyo a la Asamblea Constituyente y al Referéndum Autonómico, ofreció la cooperación de la Comisión Interamericana contra el Abuso de la Droga para
determinar el consumo de coca en Bolivia, expresó su deseo de ayudarnos en el proceso de carnetización (que ya monopoliza Venezuela), y colorín colorado el señor Insulza se ha marchado.

Manfredo Kempff es escritor y diplomático.