Este Estado Plurinacional está realmente jodido. Lo grave es que, sin embargo, sus mandantes anuncian entusiastas con quedarse en el Gobierno, siguiendo, al pie de la letra, el infame libreto de Hugo Chávez, que ya está haciendo pegar algunos corcovos. Si no está listo el padrón biométrico para diciembre —que es lo más seguro—, quieren meterle con el sifilítico y arcaico padrón actual, infectado por todas partes.
Y, para colmo, están montando el aparato propagandístico más grande y caro de todos los tiempos en la política nacional, con plata venezolana, pero que no es regalada y llegará la hora de pagar.
A esto se agregan trasplantes poblacionales masivos de campesinos altiplánicos a Pando y con toda seguridad a Santa Cruz y Beni, para obtener la ansiada reelección de S.E. y absoluta supremacía en la futura Asamblea Plurinacional. Así se completará el círculo de acero y S.E. podrá disfrutar de sus viajes en helicóptero, de sentarle la mano a los cambas oligarcas, y su otra afición: cambiarle nombre a todas las cosas, hasta al Himno Nacional.
Pero hay algo que no se puede pasar por alto y que puede pesar en la opinión del entorno vecinal y mundial. Si antes nos llamaban en los medios extranjeros la República de la Coca, ahora seremos el Estado Plurinacional de la Cocaína. Así ha evolucionado el país o ha involucionado, mejor dicho. Bolivia está buscando afanosamente la condena universal extraviada en el despreciable circuito coca-cocaína.
No hablamos ni escribimos de memoria. Nos apoyamos en datos oficiales del actual Gobierno y en los informes emitidos por las oficinas especializadas de Naciones Unidas. Esto es serio en verdad y no para tomarlo a broma y meterle nomás. Con lo que ha reconocido el viceministro de Defensa Social, Felipe Cáceres, el asunto se pone color de hormiga y puede que su permanencia en el cargo esté en peligro. Cuando el poder masista percibe algunas fallas en estos casos, las purgas son inmediatas, al estilo estalinista.
Y resulta que el Viceministro de Defensa Social ha reconocido que sencillamente ya no se tiene control sobre el destino final de la coca y que ésta se desvía, sin duda, hacia el narcotráfico. Quiere decir que si la política del general Banzer de “cero coca” no tuvo resultados, según el MAS, mucho menos efecto está teniendo el demagógico e inalcanzable intento de “cero cocaína”. Si las plantaciones de coca se han multiplicado descomunalmente y los que la mastican no tanto, resulta claro que la hoja se convierte en polvito blanco. Un negocio sucio, repulsivo, pero que enriquece de la noche a la mañana a los desesperados.
Ya lo decíamos en una nota anterior. Ningún gobierno democrático no ha llegado a ser tan permisivo con el narcotráfico. Tan grande debe ser el negocio, que se prefiere eso a la vigencia de los mercados norteamericanos. Mala cosa, ¿no?.